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La noticia ha sacudido Katmandú y medio mundo: Sushila Karki, ex presidenta del Tribunal Supremo, es desde este viernes la primera ministra de Nepal, elegida como candidata de consenso por los líderes de la Generación Z que encendieron la mayor revuelta social que recuerda el país. Lo insólito no es solo su perfil —jurista de prestigio y primera mujer en el cargo—, sino la forma en que ha sido propuesta y designada: un proceso coordinado en Discord, la plataforma favorita de los jóvenes, convertida en improvisado parlamento digital.
A día de hoy, 13 de septiembre de 2025, Nepal vive el vértigo de una transición forzada por el hartazgo de una juventud que ha tomado las calles y las redes sociales para exigir el fin de la corrupción y de un sistema político que consideran agotado. El país se asoma a una etapa incierta, con el Parlamento disuelto, elecciones convocadas en un plazo máximo de seis meses y un gobierno interino que debe lidiar con el vacío de poder, la violencia y un sistema penitenciario en ruinas.
Una elección gestada en Discord y el símbolo de una era
El levantamiento juvenil, liderado por la Generación Z —nacidos entre finales de los 90 y 2010—, ha transformado el tablero político y social del país. Las protestas, que comenzaron como respuesta al bloqueo de redes sociales y a la corrupción estructural, escalaron en cuestión de días. Los manifestantes asaltaron edificios públicos, incendiaron residencias de líderes y forzaron la renuncia del primer ministro Khadga Prasad Sharma Oli.
En este contexto, la designación de Sushila Karki —de 73 años y reputada por su integridad al frente del Supremo— fue el resultado de un debate virtual multitudinario en Discord, que aglutinó a más de 157.000 jóvenes. Allí, entre mensajes de voz y texto, se barajaron nombres y se impuso la necesidad de una figura capaz de conducir la transición. La candidatura de Karki, impulsada por jóvenes como la estudiante de Derecho Prashamsa Subedi, fue finalmente aceptada tras intensas negociaciones entre representantes del movimiento, el presidente Ram Chandra Paudel y el jefe del Ejército.
Violencia, muertos y un caos penitenciario sin precedentes
El coste humano y social de la revuelta es abrumador: las autoridades han elevado a 51 los muertos y más de un millar de heridos, según datos oficiales. La represión policial y la respuesta de los manifestantes —incluido el incendio del Parlamento y de viviendas de figuras clave— han dejado imágenes de caos pocas veces vistas en el Himalaya.
Uno de los efectos más inquietantes de la crisis es la masiva fuga de presos. Más de 13.000 reclusos —incluyendo a condenados por asesinato, violación o terrorismo— han escapado de las cárceles aprovechando el colapso del sistema penitenciario durante los disturbios. El Ejército y la policía han recapturado a poco más de 200, pero la mayoría sigue en paradero desconocido, generando temor y desconfianza entre la población.
Entre los fugados figura el popular líder opositor Rabi Lamichhane, liberado por manifestantes y convertido en símbolo de la insurrección. Su caso, junto al de miles de criminales comunes, ha abierto un debate sobre la capacidad del Estado para restaurar el orden y garantizar la seguridad ciudadana.
Tabla: Impacto inmediato de las protestas
| Aspecto | Detalle principal |
|---|---|
| Muertos | 51 (dato oficial) |
| Heridos | Más de 1.000 |
| Prisioneros fugados | Más de 13.000 |
| Prisioneros recapturados | Unos 200 |
| Edificios incendiados | Parlamento, viviendas de líderes, escuela privada |
| Gobierno | Renuncia de K.P. Sharma Oli, transición liderada por Karki |
| Elecciones | Previstas en un máximo de seis meses |
¿Qué puede ocurrir a partir de ahora?
La llegada de Sushila Karki al poder es solo el primer paso de un proceso incierto. Entre sus primeros actos, el presidente ha disuelto el Parlamento y ha fijado las elecciones para el 5 de marzo de 2026, en línea con las demandas de la Generación Z. La mandataria debe ahora recomponer la estabilidad institucional, restaurar la seguridad y encauzar la transición democrática, todo ello bajo la mirada vigilante de una generación joven que ha demostrado su poder de movilización y su desconfianza hacia las viejas estructuras políticas.
La fuga masiva de presos plantea un reto inmediato: la posible proliferación de delitos graves y la urgencia de una respuesta policial y judicial eficaz. Miles de ciudadanos temen por su seguridad ante la presencia de delincuentes peligrosos en libertad. El Ejército ha declarado el estado de emergencia y patrulla las principales ciudades, pero la presión social no cede y la reconstrucción del tejido institucional se prevé ardua.
El papel de la Generación Z: entre el cambio y la incertidumbre
El protagonismo de la Generación Z ha sido clave. Han tumbado un gobierno en pocos días, han forzado la elección de la primera ministra y han convertido plataformas digitales en foros de decisión nacional. Sin embargo, el estallido de violencia, la fuga de presos y la destrucción de patrimonio público abren interrogantes sobre la capacidad de este movimiento para consolidar un cambio duradero y evitar que el país se deslice hacia la anarquía o la represión militar.
En este clima de incertidumbre, Nepal se enfrenta al reto de canalizar la energía transformadora de su juventud hacia una transición pacífica y ordenada. La figura de Sushila Karki simboliza esa esperanza: una líder con experiencia, legitimada por el consenso de una generación que exige resultados inmediatos y transparencia. El futuro de Nepal, a partir de hoy, se escribe entre la promesa de renovación y los riesgos de un vacío de poder sin precedentes en su historia reciente.
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