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INFORME DE LA ONU REVELA REPRESIÓN EXTREMA

El tirano Kim Jong-un endurece la represión: se disparan las ejecuciones en Corea del Norte por ver series de TV extranjeras

El enloquecido régimen comunista ejecuta a ciudadanos por consumir contenido extranjero y obliga a niños a trabajos forzados en minas y construcción

Periodista Digital 13 Sep 2025 - 10:04 CET
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Un infierno.

Un espanto que parece escrito por Orwell.

La noticia ha sacudido a la comunidad internacional: el informe más reciente de la ONU revela que Corea del Norte no solo ejecuta a ciudadanos por distribuir o ver películas y series extranjeras, sino que utiliza este control para reforzar su política de aislamiento y dominación social.

El documento, publicado este viernes, se basa en entrevistas con más de 300 desertores norcoreanos, quienes detallan una vigilancia omnipresente y castigos cada vez más severos desde 2014.

Los testimonios indican que, bajo las nuevas leyes aprobadas desde 2015, incluso menores han sido condenados a muerte por intentar ver producciones surcoreanas como El juego del calamar.

A día de hoy, 13 de septiembre de 2025, las autoridades norcoreanas continúan negando cualquier violación sistemática de derechos humanos.

Sin embargo, los relatos recogidos por la Oficina de Derechos Humanos de la ONU muestran un país donde la simple tenencia o intercambio de archivos multimedia extranjeros puede costar la vida.

El régimen considera estos actos como traición y amenaza directa al orden ideológico impuesto por Kim Jong-un.

Antecedentes: el endurecimiento tras el ascenso de Kim Jong-un

El endurecimiento de las penas no es nuevo. Tras el ascenso al poder de Kim Jong-un en 2011, muchos esperaban una apertura política y mejoras económicas. En cambio, el país se cerró aún más, concentrando recursos en el programa nuclear y restringiendo la circulación de información externa. Desde entonces, la vigilancia tecnológica ha alcanzado niveles nunca vistos: dispositivos personales y conversaciones privadas son monitoreados para detectar cualquier acceso a noticias, música o películas extranjeras.

La represión se extiende a todos los aspectos de la vida cotidiana. El informe detalla que las reformas legales recientes no han mejorado las garantías procesales; los juicios siguen siendo sumarios y sin defensa real para los acusados. La expansión del control estatal sobre lo cultural se traduce en ejecuciones públicas para escarmentar a quienes buscan conocer otras realidades o cuestionar el relato oficial.

Escuelas infernales y trabajo forzado infantil

El informe pone especial énfasis en los menores norcoreanos. Los hijos de familias pobres o huérfanas son especialmente vulnerables: muchos terminan integrando brigadas de choque obligatorias en zonas peligrosas como minas de carbón o grandes obras públicas. Estas brigadas incluyen niños sometidos a jornadas extenuantes, sin apenas protección ni derechos básicos.

El ambiente escolar tampoco escapa al control opresivo. En las llamadas “escuelas del infierno”, los profesores emplean castigos físicos y psicológicos contra alumnos que muestran desobediencia o insuficiente fervor hacia el líder supremo. Los niños deben participar diariamente en rituales para adorar la figura de Kim Jong-un, mientras cualquier desviación es castigada con violencia y humillaciones públicas. Las escuelas funcionan como centros de adoctrinamiento, reforzando el miedo al castigo extremo si se accede a contenido extranjero o se pone en duda la autoridad del régimen.

El infierno laboral: construcción y minería bajo condiciones brutales

El trabajo forzado forma otro pilar del sistema represivo norcoreano. Según los testimonios recogidos por la ONU, miles de trabajadores —incluidos menores— son reclutados para participar en proyectos nacionales estratégicos bajo condiciones extremadamente peligrosas. El sector más expuesto es la construcción: allí, los obreros deben cumplir cuotas imposibles bajo amenaza constante de castigos físicos o privación de alimentos. Las jornadas superan las 12 horas diarias y la falta de medidas mínimas de seguridad convierte cada obra en un escenario recurrente de accidentes graves.

Las brigadas suelen estar formadas por jóvenes sin recursos para pagar sobornos que les permitan evitar este destino. La criminalización del acceso a medios extranjeros se utiliza también como excusa para justificar el envío forzoso a estos trabajos: quienes son sorprendidos viendo series surcoreanas pueden acabar condenados a trabajos forzados antes que enfrentarse directamente a la ejecución pública.

Perspectivas: ¿puede cambiar algo?

La dimensión exacta del número de ejecuciones sigue siendo desconocida debido al hermetismo del Estado norcoreano. La negativa sistemática del régimen a permitir inspecciones independientes impide verificar cifras concretas, aunque los relatos apuntan a un aumento significativo desde las restricciones impuestas durante la pandemia. El endurecimiento legal —que incluye la pena capital incluso para menores— busca no solo frenar la difusión cultural extranjera sino blindar el control ideológico absoluto.

La ONU denuncia que este sistema convierte el acceso a información global en un riesgo mortal y refuerza una estructura social basada en el miedo, el trabajo forzado infantil y el castigo extremo. Mientras tanto, los jóvenes que logran escapar sueñan con una sociedad diferente pero chocan con una censura cada vez más dura.

Pese al aislamiento oficial, las imágenes y relatos que logran cruzar las fronteras muestran un país donde la represión cultural es solo una parte del entramado más amplio: escuelas que imponen obediencia brutal, niños convertidos en obreros desde edades tempranas y familias enteras sometidas al terror diario por buscar algo tan simple como una película extranjera.

El futuro inmediato parece incierto: sin señales claras de apertura política ni presión internacional suficiente para forzar cambios reales, Corea del Norte sigue aferrada a un modelo donde la cultura global es percibida como amenaza existencial y donde cualquier intento por conocer otros mundos puede costar la vida.

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