El anuncio oficial de su reelección no sorprendió a nadie en Camerún.
El Consejo Constitucional confirmó que Paul Biya, de 92 años, iniciará un octavo mandato consecutivo.
Esta noticia, lejos de calmar los ánimos, provocó una nueva ola de protestas y disturbios entre los casi 30 millones de cameruneses.
La historia se repite: manifestaciones reprimidas, denuncias de fraude y la sensación generalizada de que el cambio político es un sueño inalcanzable.
Paul Biya dirige Camerún desde 1982.
Más de cuarenta años en el poder superan la edad de la mayoría de sus compatriotas: el 70% de la población es menor de 35 años.
Desde que asumió tras la dimisión de Ahmadou Ahidjo, Biya ha logrado un control férreo sobre el aparato estatal, beneficiándose de reformas constitucionales que han eliminado los límites a los mandatos y silenciado a la oposición.
Durante el recuento electoral del pasado 12 de octubre, la tensión era evidente. Los resultados anunciados otorgaron a Biya un 53,7% de los votos.
Su principal contrincante, Issa Tchiroma Bakary, un antiguo aliado, obtuvo un 35,2% y acusó al régimen de fraude masivo. No dudó en autoproclamarse ganador, asegurando tener pruebas que respaldaban su afirmación de haber conseguido el 55% del sufragio.
Elecciones bajo sospecha
El ambiente en torno a las elecciones fue todo menos claro:
- Protestas en varias ciudades como Yaundé, Douala y Garoua, con enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas del orden.
- Al menos cuatro muertos y más de cien detenidos durante los disturbios.
- Denuncias sobre irregularidades en el recuento y la exclusión previa del principal opositor, Maurice Kamto, cuya candidatura fue desestimada por la comisión electoral.
- Vídeos y testimonios evidencian el uso indiscriminado de gases lacrimógenos y disparos contra quienes intentaron movilizarse.
La percepción de elecciones manipuladas ha estado presente en el país durante semanas, afirman varios analistas. Murithi Mutiga, director del Programa África en International Crisis Group, señala que “Biya ahora tiene un mandato notablemente inestable dado que muchos ciudadanos no creen que haya ganado realmente las elecciones”.
El desgaste de un modelo
La longevidad política de Biya no se explica únicamente por la represión o el control institucional. Su gobierno ha sabido proyectar una imagen de estabilidad frente a las crisis recurrentes en África, aunque esto ha sido a costa de libertades civiles, alternancia política y desarrollo económico. En los últimos años, Camerún ha tenido que lidiar con:
- Ataques del grupo terrorista Boko Haram en el norte.
- Una insurgencia secesionista en las regiones anglófonas del noroeste y suroeste.
- Un creciente descontento social debido al desempleo juvenil y la falta de oportunidades económicas.
Biya, apodado “el presidente ausente”, pasa largos periodos fuera del país, especialmente en Suiza; deja las riendas del gobierno a su círculo más cercano. La salud del mandatario es un tema tabú que se considera una cuestión delicada para la “seguridad nacional”.
Un futuro incierto
Las protestas tras la reelección de Biya no son algo nuevo. En las elecciones pasadas de 1992 y 2018 también hubo opositores que se autoproclamaron vencedores; sin embargo, eventualmente fueron acallados mediante represión y con el paso del tiempo. No obstante, la crisis actual muestra señales evidentes de desgaste en este modelo:
- La juventud exige una renovación generacional y política.
- A pesar de estar dividida, la oposición gana visibilidad tanto en las calles como en el debate público.
- La represión crea un ciclo vicioso marcado por violencia y desconfianza hacia las instituciones.
En este contexto complicado, el régimen liderado por Biya enfrenta uno de sus momentos más críticos; muchos consideran su mandato “notablemente inestable”. Aunque su continuidad garantiza estabilidad superficialmente hablando, no resuelve los problemas estructurales ni apacigua el creciente descontento social.
Claves para entender el Camerún de Biya
- Duración en el poder: Desde 1982; ocho reelecciones y una reforma constitucional que eliminó los límites para los mandatos.
- Resultados electorales: Un 53,7% para Biya frente al 35,2% para su principal rival; todo ello rodeado por acusaciones serias de fraude.
- Contexto social: Protestas continuas; represión sistemática; más del 70% de la población tiene menos de 35 años.
- Conflictos internos: Insurgencias armadas; descontento social generalizado; crisis tanto económica como política.
- Presidente ausente: Pasando largos periodos fuera del país; delegando responsabilidades a su círculo cercano.
El futuro inmediato se presenta tenso. Los cameruneses son conscientes que pese a las proclamaciones oficiales sobre victoria electoral, la lucha por un cambio político sigue viva. Mientras tanto, Biya reafirma su título como “el presidente que nunca pierde”, aunque cada vez se encuentra más alejado tanto físicamente como ideológicamente respecto a una juventud cada vez menos dispuesta a aceptar el silencio como solución.
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