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El elegido por el presidente para consejero de seguridad de EEUU rechaza el puesto

Trump y la CIA: cuestión de inteligencia

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Periodista Digital 17 Feb 2017 - 08:57 CET
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VISTOS los antecedentes, la guerra abierta entre el nuevo presidente norteamericano y sus servicios de inteligencia no podía tardar en estallar.

Ha sido el propio Trump quien ha decidido lanzar el primer golpe contra la CIA en un gesto tan sorprendente como inédito, porque se trata de un pulso entre el máximo dirigente de la nación y los niveles más profundos de la seguridad nacional, los encargados de proporcionarle información sensible ante las decisiones más delicadas.

Nunca antes se había producido una situación parecida: la cabeza del poder ejecutivo y el cerebro de los servicios de inteligencia enfrentados en una batalla de imprevisibles consecuencias.

Lo peor es que el origen de la disputa son las sospechas que ha lanzado la CIA sobre una posible relación entre la elección de Trump y una potencia extranjera, y no precisamente amiga, como es la Rusia de Vladímir Putin, lo que podría sembrar dudas inquietantes sobre la legitimidad del proceso electoral.

Lo que sabe la CIA de Trump le ha llevado a ocultar información a quien es, justamente, el principal destinatario de ese trabajo tan sensible. Y la actitud del presidente no hace sino acrecentar las sospechas de que hay cosas que deberían esclarecerse por el bien de la estabilidad política del país más poderoso del mundo.

En apenas un mes, Donald Trump ha acumulado ya más polémicas que cualquier presidente de Estados Unidos en todo un mandato. La impresión que destila es la de un presidente que puede tener las ideas muy claras, pero que debe lograr transmitirlas sin inquietar al conjunto del planeta tras cada comparecencia.

Y eso está deteriorando gravemente los equilibrios institucionales en Estados Unidos. Donald Trump debería ser consciente de que está jugando con fuego.

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