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El día que Vargas Llosa le puso un ojo a la funerala a García Márquez

Periodista Digital 11 Mar 2007 - 10:45 CET
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(PD).- La foto no tiene desperdicio. Se hizo hace 31 años y en ella aparece Gabriel García Márquez -que acaba de cumplir los 80- con un ojo a la funerala. El autor del puñetazo fue Mario Vargas Llosa y aquel directo al ojo del Nobel colombiano zanjó nueve años de estrecha amistad entre dos titanes de la literatura. ¿Envidia? ¿Diferencias ideológicas?

Escribe Julio Algañaraz en Clarín que la historia tiene varias versiones porque ni García Márquez ni Vargas Llosa ni sus respectivas mujeres han contado cuál fue la razón de la reacción furibunda, salvaje, del autor de La ciudad y los perros, contra el colombiano de Cien años de soledad.

El diario mexicano La Jornada y el italiano la Repubblica publicaron primero la famosa foto. Hay dos instantáneas. En una Gabo sonríe, mientras que en la otra está muy serio.

Autor de las fotografías es el colombiano Rodrigo Moya, naturalizado mexicano, amigo de familia de García Márquez.

Moya guardó las fotos durante 31 años.

«Ahora que él cumple 80 años y 40 la primera edición de Cien años de soledad, considero correcta la publicación de este comentario sobre el terrorífico encuentro entre dos grandes escritores, uno de izquierda y el otro de contundentes derechazos.»

Con fidelidad e ironía, Moya cuenta en el testimonio La horripilante historia de un ojo morado que escribió para La Jornada que el 14 de febrero de 1976 García Márquez se presentó en su casa para que le tomara fotografías «con un tremendo hematoma en el ojo izquierdo y una herida en la nariz, causada por el puñetazo que dos días antes le había propinado su colega y hasta ese momento gran amigo Mario Vargas Llosa».

La crónica.

Era de noche y numerosos intelectuales se habían congregado en un cine de ciudad de México para asistir a la proyección de La odisea de los Andes, el filme que narra la aventura del grupo de uruguayos que estuvo 72 días entre las nieves de la cordillera de los Andes y que practicó el canibalismo para sobrevivir.

Al terminar la película hubo un momento mundano, con copas y canapés. García Márquez, que estaba acompañado por su mujer, Mercedes, divisó al amigo Vargas Llosa. Se dirigió a abrazarlo.

Alcanzó a decirle sonriendo: «Mario…» y recibió el tremendo puñetazo, un derechazo entre el ojo izquierdo y la nariz.

Vargas Llosa le gritó:

«¡Cómo te atreves a venir a saludarme después de lo que le hiciste a Patricia en Barcelona!»

Con una abundante hemorragia, entre los gritos y algunos sollozos de las damas presentes, sentado en el suelo, perplejo por lo que había ocurrido y no terminaba de entender, Gabo fue socorrido de inmediato.

Un escritor mexicano corrió a buscar un bife que le fue aplicado en el ojo tumefacto al glorioso autor de Crónica de una muerte anunciada para absorber la hinchazón. Vargas Llosa se retiró tras el puñetazo. Y los dos ex amigos nunca más volvieron a hablarse.

No hubo razones políticas en la agresión del peruano, que se había volcado a la derecha liberal mientras García Márquez permanecía fiel a la izquierda y a su estrecha amistad con Fidel Castro.

Algunos contaron más tarde que Vargas Llosa había abandonado a su mujer Patricia y a sus dos niños para correr detrás de una estupenda joven sueca. Los dos matrimonios vivían en Barcelona y Patricia buscó consuelo en sus amigos.

Los García Márquez le habrían aconsejado la separación legal. No se sabe bien qué pasó, pero cuando largó a la sueca y se reconcilió con Patricia, que le contó con pelos y señales sus diálogos con los García Márquez, algo ofendió terriblemente a Mario Vargas Llosa.

¿Fue así la historia de la más famosa pelea en la historia de la literatura latinoamericana? Misterio. «Dejemos el tema a los historiadores», dijo hace poco Vargas Llosa.

García Márquez no habla del asunto.

Una nueva edición de Cien años de soledad, con el auspicio de la Real Academia Española, está por salir con un millón de copias, que se agotarán enseguida. Y Mario Vargas Llosa autorizó a que se publique como prólogo el extracto de Historia de un deicidio, el ensayo que escribió sobre el libro de su entonces amigo en 1971,

¿Es ésta una señal de reconciliación? Así lo señalaron varios periódicos y revistas. Otras fuentes negaron que en ambos haya buena voluntad para superar el pasado.

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