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En la política española, los sobresaltos parecen no tomarse ni un respiro. El último terremoto lo ha provocado Leire Díez, apodada ya como la “fontanera” del PSOE, cuyo nombre resuena estos días con fuerza en Ferraz y en los mentideros de la capital. Su aparición en grabaciones filtradas donde pide “silenciar” a Víctor de Aldama y maniobra para controlar el flujo de informaciones delicadas ha puesto en alerta a la cúpula socialista, que trata de marcar distancias mientras lidia con el ruido mediático y político que amenaza con salpicar hasta a Pedro Sánchez.
Las grabaciones, difundidas en las últimas 48 horas, desvelan una trama digna de thriller político: reuniones discretas, ofrecimientos de pactos judiciales y un empeño férreo por evitar que ciertas informaciones vean la luz. Todo ello enmarcado en el contexto de las investigaciones sobre el caso Koldo, que ya había puesto bajo los focos a nombres como Koldo García y el propio Víctor de Aldama.
¿Quién es Leire Díez?
Aunque ella se define como “periodista de investigación”, su hoja de servicios va mucho más allá. Ha sido concejala socialista, teniente de alcalde en Vega de Pas (Cantabria) y ocupó cargos relevantes en empresas públicas como ENUSA y Correos. Desde 2011 mantiene vínculos estrechos con la dirección del PSOE y su entorno más próximo. En redes sociales se ha declarado fan incondicional de Pedro Sánchez –“lealtad, resistencia y resiliencia”, escribía recientemente– y es conocida por sus misiones especiales para el partido.
Su papel como operadora política –o “fontanera”– consiste en recabar información sensible que pueda ser útil para proteger los intereses socialistas o neutralizar amenazas externas. Un trabajo sutil y poco vistoso, pero clave en momentos turbulentos.
Los audios que lo cambiaron todo
En las grabaciones reveladas esta semana, Leire Díez expresa su preocupación ante la posibilidad de que ciertas informaciones sobre Víctor de Aldama puedan salir a la luz: “Bajo ningún concepto pueden salir determinadas informaciones”, afirma ante el comandante Rubén Villalba, miembro destacado de la Guardia Civil. El objetivo: proteger la imagen del partido y evitar daños colaterales en plena tormenta judicial por los contratos públicos investigados durante la pandemia.
Pero hay más. Se han destapado ofrecimientos a empresarios imputados –como Alejandro Hamlyn– para facilitar pactos con Fiscalía o Abogacía del Estado si colaboran aportando datos comprometidos sobre mandos policiales o fiscales que llevan causas sensibles para el PSOE. En esas reuniones también aparecen figuras como Javier Pérez Dolset y el abogado Jacobo Teijelo.
El método recuerda al viejo arte del fontanero: sellar fugas antes de que inunden la casa.
Reacciones políticas e internas
La dirección socialista ha reaccionado rápido abriendo un expediente informativo a Díez, aunque recalca que no es trabajadora del partido ni tiene encargo oficial alguno: “Se trata solo de una afiliada”, insisten desde Ferraz. No obstante, reconocen querer escuchar todas las grabaciones antes de tomar medidas cautelares. La portavoz Esther Peña lo deja claro: “Ninguna persona implicada está ni ha estado nunca en nómina del PSOE”.
Desde la oposición no se han hecho esperar las críticas. Alberto Núñez Feijóo denuncia una operación propia “de las cloacas del sanchismo” y exige responsabilidades judiciales. Incluso dentro del PSOE hay voces –como Emiliano García-Page– que piden explicaciones urgentes y recuerdan los vínculos preocupantes entre personajes como Koldo García o Víctor de Aldama con círculos próximos al poder socialista.
Por si fuera poco, la dimisión esta semana del número dos del Ministerio del Interior, Rafael Pérez –salpicado por el caso Koldo– añade más leña al fuego político.
La estrategia tras bambalinas: tapar, negociar y vigilar
El modus operandi atribuido a Leire Díez revela una forma muy concreta de hacer política subterránea:
- Búsqueda activa de trapos sucios sobre fiscales e investigadores policiales clave.
- Contactos personales con abogados e imputados para negociar posibles salidas favorables.
- Peticiones directas para mantener bajo control cualquier filtración que pueda perjudicar al partido o a sus figuras más expuestas.
- Coordinación informal (pero efectiva) con personas próximas a agrupaciones socialistas en toda España para recabar o frenar información sensible.
No es casualidad que los principales blancos hayan sido mandos como Antonio Balas (UCO), Juan Vicente Bonilla (primer investigador del caso Koldo) o el fiscal anticorrupción José Grinda.
Consecuencias e incertidumbres
El escándalo ha dejado varias consecuencias inmediatas:
- Deterioro reputacional para el PSOE justo antes del arranque oficial del ciclo electoral.
- Nueva munición política para PP y Vox.
- Creciente presión mediática sobre Ferraz y Moncloa.
- Desgaste adicional para Pedro Sánchez, cuya figura ya estaba siendo cuestionada por su gestión interna tras el estallido del caso Begoña Gómez.
Sin embargo, no todo es tan sencillo como parece. El propio partido recuerda que buena parte de estas conversaciones pueden estar descontextualizadas o incluso haber sido obtenidas vulnerando derechos fundamentales. La investigación judicial aún está abierta.
Curiosidades y detalles llamativos
- Leire Díez llegó a ofrecer un vídeo sexual contra el fiscal Grinda como supuesto material comprometedor; finalmente resultó ser falso o irrelevante.
- El apodo “fontanera” viene directamente del propio Víctor de Aldama, quien hacía referencia así a los operadores discretos al servicio del partido.
- En privado, algunos veteranos periodistas han definido este escándalo como “un Watergate a la española”, aunque sin microfilms ni linternas bajo puertas.
- El Partido Socialista no descarta nuevas expulsiones si surgen más pruebas concluyentes.
- Los audios completos aún no han sido divulgados íntegramente; solo se han filtrado fragmentos seleccionados.
- La propia Leire Díez ha defendido públicamente que todo era parte de un trabajo periodístico para un futuro libro sobre corrupción… aunque pocos le dan crédito entre bastidores.
Este episodio pone sobre la mesa hasta qué punto la política contemporánea española sigue dependiendo tanto –o más– de lo que ocurre tras bambalinas como en los grandes discursos parlamentarios. Y mientras tanto, Ferraz cruza los dedos esperando que ninguna otra tubería reviente antes del verano electoral.
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