Millás sobre la confesión: «Aquel espectáculo era muy grave, mucho, y muy tétrico, y muy fúnebre, porque el confesionario tenía también algo de ataúd»

Cualquier excusa es buena para azuzar a la Iglesia. Una oveja descarriada con sotana, una ley, un crucifijo, la Semana Santa, una capilla, una mezquita o incluso la estructura de un confesionario.

En plena batalla socialista para ocupar el sillón de Zapatero, el PP en su línea de no hacer ruido hasta las elecciones y con ETA y el Gobierno haciendo de las suyas para sortear la crítica de los españoles, Juan José Millás ha centrado su artículo de la sección La Imagen del suplemento de ‘El País Semanal’ de El País a arremeter contra la religión y la Iglesia, por la estructura de un confesionario.

Titulado «Un artefacto fúnebre», el colaborador del grupo Prisa ha aprovechado la imagen de una niña confesándose en China en un confesionario sin paredes para decir que estos lugares siempre han tenido «algo lúgubre y misterioso» y recordar cuando el escritor valenciano lo hacía con sus padres:

Aquel espectáculo era muy grave, mucho, y muy tétrico, y muy fúnebre, porque el confesionario tenía también algo de ataúd. ¿Qué cosas malas habrían hecho papá y mamá para verse obligados a pasar por aquella situación ignominiosa? ¿Fue en la iglesia donde comencé a desconfiar de ellos?

A Juan José Millás las personas que se confiesan le recuerdan a las antiguas cajas tipográficas:

La penitente podría ser la letra de un alfabeto raro, donde unos caracteres se humillan ante otros, que los escuchan sentados y con expresión de hastío. Lo que dice ese alfabeto de sí mismo no puede ser peor que lo que la pobre niña de la foto le confiesa al cura.

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