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MANIOBRAS INTERNAS EN EL PSOE ANDALUZ

Sánchez y las primarias andaluzas: el día en que las escobas votaron

El escándalo del censo inflado en 2021, con personal de limpieza, sacude la credibilidad interna del socialismo español

Periodista Digital 05 Jul 2025 - 00:10 CET
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El PSOE andaluz vivió en 2021 uno de sus episodios más controvertidos en décadas. Un proceso de primarias que debería haber sido un ejemplo de democracia interna terminó transformándose en un caso de ingeniería orgánica que hoy, con el paso del tiempo y el avance de investigaciones judiciales, sigue arrojando sombras sobre la legitimidad del liderazgo impuesto por Pedro Sánchez en Andalucía. La anécdota, lejos de ser menor, refleja la capacidad —y la voluntad— del aparato socialista para condicionar, a cualquier precio, el futuro de sus federaciones más díscolas.

En el centro del huracán se encuentra la célebre jornada en la que 78 empleados de Lipasam, la empresa municipal de limpieza de Sevilla, fueron afiliados al PSOE en cuestión de horas. El proceso fue tan rápido y masivo que ni siquiera se disimuló: las altas se concentraron en distritos clave como Macarena y Triana, feudos tradicionales del susanismo. La mecánica era sencilla pero efectiva: recursos humanos del Ayuntamiento, bajo control del entonces candidato Juan Espadas, emitían certificados laborales para avalar la inscripción de trabajadores sin vínculo real con las agrupaciones locales. Incluso hubo casos tan llamativos como el de una mujer de 92 años empadronada ficticiamente para engrosar el censo.

El toque a rebato: basureros y limpiadoras al rescate

La operación, según relatos recogidos por medios digitales solventes, incluyó un auténtico “toque a rebato” entre empleados municipales: se movilizó a basureros y limpiadoras para afiliarse “contra Susana Díaz”, rival directa del sanchismo andaluz. La urgencia era máxima; el objetivo, garantizar que los votos orgánicos favorecieran a Espadas frente a Díaz, que representaba la resistencia frente a Ferraz y su líder nacional.

Entre los detalles más jugosos:

El episodio generó un profundo malestar entre los cuadros tradicionales del partido. No sólo por la manipulación evidente, sino porque supuso una “bajada a los infiernos” en términos éticos y procedimentales para una organización que había hecho bandera —al menos formalmente— de la regeneración democrática.

Ferraz lo sabía… y miró hacia otro lado

Uno de los aspectos más polémicos fue la actitud de la dirección federal. Todas las denuncias internas sobre las irregularidades fueron inadmitidas. Ferraz validó sin pestañear las afiliaciones “a medida”, ignorando impugnaciones e informes críticos que alertaban sobre un censo inflado artificialmente.

La explicación es tan pragmática como descarnada: la prioridad era tumbar a Susana Díaz —considerada un obstáculo para consolidar el poder sanchista— y asegurarse una federación andaluza alineada con el liderazgo nacional. Para ello, Sánchez encargó a su círculo más cercano hacer “lo que fuese necesario”. Según distintas fuentes internas, los entonces altos cargos socialistas José Luis Ábalos (Organización) y Santos Cerdán (secretario adjunto) recibieron instrucciones directas para garantizar el triunfo de Juan Espadas.

“Haced lo que haga falta”, habría ordenado Sánchez a sus lugartenientes.

La consigna incluyó no solo el manejo del censo sino también promesas políticas.

Obras públicas como moneda de cambio

Según ha trascendido posteriormente, Ábalos y Cerdán desplegaron una intensa campaña entre alcaldes socialistas andaluces. Se les ofrecieron proyectos y obras públicas como incentivo para movilizar apoyos hacia Espadas. El mensaje era claro: quien ayudara al candidato oficialista sería recompensado con inversiones en su municipio.

Esto provocó una movilización inédita entre los ediles locales:

La combinación de incentivos materiales y manipulación orgánica hizo posible lo impensable: darle la vuelta a unas primarias que, según todas las previsiones iniciales, debía haber ganado Díaz.

¿Un caso aislado o una nueva normalidad?

Lo sucedido en Sevilla dejó al descubierto algo más profundo que un simple amaño localista. Se trataba, como han señalado varios analistas políticos, de una lógica sistémica: la utilización sistemática del aparato partidario y los recursos públicos para asegurar el control interno. Una práctica que deja tocada —cuando no hundida— cualquier pretensión ética o regeneradora.

Para muchos veteranos socialistas, lo peor no fue tanto perder las primarias como comprobar hasta qué punto se había degradado el proceso democrático interno. Y aún peor: cómo Ferraz estaba dispuesto a sacrificar cualquier principio si eso garantizaba su hegemonía territorial.

Consecuencias abiertas… e incómodas preguntas

El escándalo sigue vivo porque ha trascendido lo meramente orgánico. En la actualidad:

Además, algunos protagonistas centrales —como Ábalos o Cerdán— han visto cómo otros escándalos recientes aumentan el interés mediático sobre sus maniobras pasadas.

Curiosidades sobre el caso

Lo cierto es que este episodio ha dejado huella indeleble en la memoria colectiva del socialismo español. Y aunque desde Ferraz insistan en mirar al futuro —y no al pasado— cada vez resulta más difícil barrer bajo la alfombra tanta basura orgánica acumulada.

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