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TENSIÓN ENTRE PODEMOS Y ERC POR LAS FILTRACIONES DE COALICIONES

Podemos denuncia a Rufián como ‘quintacolumnista’ de Sánchez: la izquierda, los zarrapastrosos y el juego de las sillas

Pablo Iglesias, Irene Montero e Ione Belarra repiten el guion que ya aplicaron contra Íñigo Errejón y Yolanda Díaz

Periodista Digital 04 Ago 2025 - 18:00 CET
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En el siempre imprevisible tablero político español, la extrema izquierda vive otra tormenta.

Podemos ha lanzado una acusación de alto voltaje: el portavoz de Esquerra Republicana, Gabriel Rufián, sería un «quintacolumnista» al servicio del PSOE, repitiendo así el guion que ya aplicaron contra Íñigo Errejón y Yolanda Díaz.

La formación morada sostiene que el dirigente catalán ha filtrado a la prensa los planes para una gran coalición con partidos nacionalistas, saboteando así una estrategia que pretendía desarrollarse en la más estricta confidencialidad.

La historia, lejos de ser un simple episodio de desavenencias entre aliados potenciales, revela las profundas fisuras que recorren la izquierda española.

Podemos, en plena búsqueda de relevancia y supervivencia política tras años de desgaste, ve en cada gesto ajeno una posible amenaza existencial.

Las filtraciones atribuidas a Rufián han sido el detonante perfecto para reactivar viejos fantasmas: la sospecha permanente de traiciones internas y juegos dobles que benefician al Partido Socialista.

Filtraciones, suspicacias y el eterno debate sobre lealtades

Según revela Luca Constantini en The Objective, la dirección morada señala directamente a Rufián por trasladar a los medios los detalles del plan de coalición que implicaba a fuerzas nacionalistas y regionalistas junto a Podemos. El enfado es monumental: para los estrategas morados, ERC nunca fue entusiasta del pacto, por lo que la maniobra solo puede interpretarse como un intento de debilitarles ante la opinión pública y ante sus potenciales socios.

Entre las acusaciones más graves está la sospecha de que Rufián busca disputar el liderazgo simbólico de la izquierda alternativa en Madrid, desplazando a figuras como Irene Montero. Además, se teme que intente sustituir a Podemos por Sumar en el reparto del espacio alternativo al PSOE, siguiendo la estela marcada por Errejón (con Más País) y Díaz (con Sumar), ambos etiquetados en su día como «agentes internos» del socialismo para diluir el voto contestatario.

En este contexto, Podemos ha activado una intensa campaña digital para señalar al portavoz republicano como responsable del supuesto sabotaje. No faltan los paralelismos históricos con el «quintacolumnismo», ese término tan caro a la política española para designar al enemigo infiltrado.

Las tribulaciones de Gabriel Rufián: declive interno y búsqueda de foco

La situación personal y política de Gabriel Rufián añade otra capa al drama. El diputado catalán atraviesa una etapa delicada dentro de ERC: su peso interno ha menguado notablemente tras varios años buscando protagonismo en Madrid. Algunos observadores sugieren que este tipo de movimientos —filtraciones incluidas— responden más a su necesidad de seguir «chupando del frasco» parlamentario que a una estrategia genuina para vertebrar la izquierda plurinacional.

No deja de ser irónico que un político famoso por sus «zasca» parlamentarios acabe convertido en protagonista involuntario del culebrón interno más sonado del verano.

El plan secreto (y frustrado) de coalición: confidencialidad perdida

El núcleo del conflicto gira en torno al frustrado plan —preparado con sigilo por parte de Podemos— para articular una gran coalición progresista junto a Bildu, ERC y otras formaciones nacionalistas y regionalistas. La idea era sencilla sobre el papel: presentarse juntos en las próximas elecciones generales para maximizar votos sin perder autonomía territorial.

Sin embargo, Rufián rompió ese sigilo al hacer público el proyecto antes incluso de contar con respaldo explícito ni siquiera dentro de su propio partido. Para Podemos y también para Bildu —que comparte la obsesión por evitar filtraciones prematuras— se trata casi de un sacrilegio político. Pablo Iglesias llegó a calificarlo recientemente como una «gilipollez» en Radio Nacional, subrayando hasta qué punto se consideran dañinas estas salidas de tono.

De quintacolumnistas va la cosa: Errejón, Díaz… ¿y ahora Rufián?

La sombra del «quintacolumnismo» recorre desde hace años los pasillos morados. Primero fue Errejón quien abandonó el barco entre acusaciones veladas (y no tan veladas) de colaborar con los intereses socialistas. Después llegó Yolanda Díaz, quien pasó en tiempo récord de ministra estrella auspiciada por Iglesias a rival directa tras fundar Sumar. Ahora es Gabriel Rufián quien recibe esa etiqueta, acusado poco menos que de servir los intereses del PSOE mediante operaciones subterráneas.

Para Podemos —y aquí reside parte del problema— Sumar se ha convertido en sinónimo de «marca blanca» socialista: una herramienta diseñada desde Ferraz para aglutinar toda la izquierda alternativa bajo control blando y evitar fugas electorales peligrosas. Sánchez preferiría opciones dóciles; Podemos se resiste heroicamente (o trágicamente) a ser pasto del abrazo del oso socialista.

Consecuencias políticas e incógnitas abiertas

La crisis deja varias secuelas inmediatas:

  1. Se profundiza el aislamiento político de Podemos respecto tanto al PSOE como al resto del espacio alternativo.
  2. ERC aparece dividida entre pragmatismo negociador (el sector institucional) y tentaciones rupturistas.
  3. Sumar consolida su papel como actor central e inevitable para cualquier operación progresista ambiciosa.
  4. El bloque nacionalista asiste perplejo a los rifirrafes madrileños mientras calcula sus propios réditos territoriales.

Una vez más queda claro que el mayor enemigo electoral para muchos partidos pequeños no está fuera sino dentro o muy cerca; las luchas fratricidas continúan siendo marca registrada en la izquierda española.

Curiosidades (y alguna ironía inevitable)

Lo único seguro es que agosto será largo para la izquierda alternativa española… aunque siempre hay quien sabe aprovechar mejor las vacaciones parlamentarias.

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