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Vomitivo.
El amanecer en el Valle de los Caídos nunca había sido tan madrugador ni tan polémico.
Este jueves, miembros de uno de los comandos políticos de ETA integrado en Bildu, Sortu, desplegaron dos enormes lonas en la entrada a la Basílica para promocionar el día de exaltación de los asesinos etarras que ellos llaman ‘gudari eguna’ y también para homenajear a los dos terroristas que asesinaron al cabo de la Guardia Civil Gregorio Posadas Zurrón. Un asesinato que tuvo lugar en Azpeitia (Guipúzcoa), el 3 de abril de 1974.
Los terroristas que asesinaron a este cabo de la Guardia Civil, Juan Paredes alias ‘Txiqui’ y Ángel Otaegui fueron juzgados, condenados a muerte y fusilados en septiembre de 1975. Era la pena que había en aquella época por matar a policías o agentes de la Benemérita. Pero la izquierda en general y la izquierda terrorista en particular han elevado a los altares a estos asesinos por el mero hecho de haber sido juzgados y condenados a muerte bajo el régimen de Franco.
Las imágenes de exaltación a asesinos terroristas en el Valle de los Caídos han circulado por redes sociales, generando la lógica indignación. Y es que no sólo persisten en su blanqueamiento de terroristas asesinos sino que ahora lo han hecho en el lugar que fue construido para la reconciliación de los españoles que se mataron durante la Guerra Civil y donde reposan los restos de más de 30.000 compatriotas que murieron durante esa triste contienda.
La acción ha sido aplaudida por los proetarras habituales como Arkaitz Rodríguez Torres, secretario general de Sortu y parlamentario vasco con Bildu.
Todo ello con la habitual liturgia proetarra: pancartas con mensajes propagandísticos y la inevitable exaltación de asesinos de “gora Euskal Herria askatuta”.
La controversia se intensifica no solo por el acto en sí, sino por el papel que juega el comando político de ETA en la políica nacional al ser socios de Pedro Sánchez. Pese a esta asociación antinatura, aún hay quien se pregunta hasta qué punto puede permitirse el Ejecutivo mirar hacia otro lado cuando sus aliados proetarras promueven actos que glorifican a asesinos?. La pregunta queda flotando mientras desde Moncloa se opta por el silencio institucional.
La relación entre Sánchez y Bildu se ha convertido en una serpiente política difícil de domar. Los gestos como este sabotaje al Valle no son hechos aislados; forman parte de una estrategia para mantener viva la memoria de ETA, tensionar a las víctimas del terrorismo y reclamar protagonismo ideológico. El propio Sánchez ha recibido críticas incluso desde sectores progresistas por su dependencia parlamentaria de un partido que está conformado por terroristas con delitos de sangre porque no deja de ser el comando político de ETA.
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