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ESTRATEGIA ELECTORAL EN EL COLAPSO SOCIALISTA

PP y VOX tienen que ir a por todas, coordinados y anunciando que meterán en la cárcel a Sánchez

No hay pacto posible con Puigdemont

Periodista Digital 29 Nov 2025 - 10:43 CET
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Ha llegado la hora de la verdad para Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal.

El tiempo de la espera estratégica, de mirar de reojo mientras jueces y periodistas terminan de despellejar –palabra cruel pero exacta– al corrupto y amoral Pedro Sánchez se ha agotado.

La ciudadanía ya no acepta la tesis pesimista, casi derrotista, de que no hay nada que hacer hasta 2027 porque el marido de Begoña se agarrará al cargo “como guacamayo a la percha”, según la colorista expresión que circula por las redes tras lanzarla al ruedo Periodista Digital.

La resignación, la pasiva ante el régimen sanchista y sus calendarios, puede ser letal.

PP y VOX, aunque con matices ideológicos serios en muchos frentes, comparten la obligación histórica de coordinarse –al menos en lo táctico– y pasar a la ofensiva total.

No basta con denunciar la “lawfare inversa” ni con esperar que la Justicia y la Prensa no adicta hagan todo el trabajo; hay que trabajar con la moción de censura y anunciar sin ambages que, cuando lleguen al poder, el actual presidente del Gobierno y quienes le han arropado en el latrocinio tendrán que rendir cuentas ante los tribunales.

Solo así se rompe el relato sanchista de la impunidad. Solo así se devuelve a millones de españoles la sensación de que la democracia aún puede depurarse por la vía política antes de que lo haga exclusivamente la vía judicial.

Feijóo y Abascal saben que el reloj corre en su contra: o lideran ahora el contraataque sin complejos, o el guacamayo socialista seguirá graznando desde La Moncloa hasta que le plazca.

LOS DE LA CÁRCEL

La entrada en prisión provisional de José Luis Ábalos y Koldo García es un punto de inflexión en la crisis institucional que corroe al corrupto Gobierno Sánchez.

No se trata solo de un par de detenciones más en una larga lista de escándalos judiciales, sino del colapso evidente de una estructura política que durante años se presentó como baluarte de la transparencia y la regeneración democrática.

El exministro de Transportes y su asesor permanecen recluidos en la cárcel de Soto del Real, ya que el Tribunal Supremo los considera un riesgo extremo de fuga. La Fiscalía Anticorrupción ha solicitado 24 años de prisión para Ábalos y 19 años y medio para García.

Las imputaciones incluyen cohecho, malversación, gestión irregular, pertenencia a organización criminal y tráfico de influencias, todos relacionados con la venta irregular de mascarillas durante la pandemia.

Lo que hace aún más explosivo este momento es que ambos investigados no han optado por el silencio. Desde su encierro, Ábalos ha lanzado graves acusaciones dirigidas al círculo más cercano a Sánchez, incluso insinuando sobre la esposa del presidente.

Estas declaraciones han forzado al PSOE a adoptar una postura defensiva que pone al descubierto el pánico dentro del partido. María Jesús Montero, vicepresidenta primera del Gobierno, tachó al exministro de «mentiroso» en un intento desesperado por desacreditar sus afirmaciones; sin embargo, esta estrategia ha resultado contraproducente.

Cuando Montero se preguntó públicamente si Ábalos era «otro por el que ponía la mano», su pregunta resonó como una confesión involuntaria sobre el conocimiento del partido respecto a estas operaciones. En lugar de cerrar la herida, la vicepresidenta ha hecho que esta se agrande.

El síndrome de Moncloa: aislamiento y derrotismo entre los socialistas

El PSOE atraviesa un período de aislamiento que recuerda al síndrome de Moncloa, ese fenómeno donde los gobiernos pierden contacto con la realidad debido a crisis internas. Los casos de Ábalos y Santos Cerdán, quien pasó cinco meses en prisión antes de obtener libertad condicional, han cultivado un ambiente de desconfianza que abarca desde la cúpula del partido hasta sus bases territoriales.

Este desgaste es palpable en cada reunión directiva y en cada intervención pública de un cargo socialista que debe justificar cómo su partido prometía regeneración mientras sus ministros operaban en las sombras con pagos irregulares.

La investigación sobre la financiación interna del PSOE ha destapado una «falta de concordancia» entre la contabilidad oficial y los supuestos pagos en efectivo realizados entre 2017 y 2024. No es un mero detalle administrativo: estamos hablando de un sistema opaco que funcionó durante años bajo el mismo techo donde se proclamaba la lucha contra la corrupción.

Los socialistas regionales, gobernadores y alcaldes que durante tanto tiempo apoyaron las políticas de Sánchez ahora se sienten abandonados en una trinchera que se desmorona. El derrotismo se ha instalado profundamente. Algunos dirigentes ya no asisten a actos del partido con el mismo fervor, conscientes de que cualquier imagen junto a la cúpula puede convertirse en un lastre electoral.

La coordinación del PP y Vox: una amenaza sin matices

Mientras el PSOE se descompone desde adentro, la oposición ha encontrado un terreno fértil para una colaboración sin precedentes. El Partido Popular y Vox han dejado atrás sus diferencias tácticas para formar un frente común que, aunque no siempre es explícito, tiene objetivos compartidos.

La evidencia más clara está en los gobiernos autonómicos donde ambas formaciones trabajan codo a codo. En Valencia, por ejemplo, la elección de Carlos Pérez Llorca como presidente de la Generalitat gracias a los votos del grupo liderado por Santiago Abascal no fue casualidad; refleja un entendimiento que también abarca Murcia y Baleares. Esta alianza mediterránea anticipa las líneas estratégicas que podrían seguir ambos partidos en un futuro gobierno nacional si las encuestas se traducen en resultados electorales.

Es importante señalar que tanto PP como Vox han cerrado completamente las puertas a cualquier negociación con los independentistas catalanes. Su rechazo a Carles Puigdemont y sus propuestas no es una postura ocasional, sino una línea roja permanente.

Mientras Sánchez ha tenido que recurrir a los votos separatistas para sostener su legislatura, la oposición construye un mensaje claro: con nosotros no habrá pactos con quienes cuestionan la unidad nacional. Este enfoque estratégico se ha convertido en uno de los pilares centrales del enfrentamiento político actual. El PP asegura que cuando retome el poder, Sánchez y su entorno deberán rendir cuentas ante la justicia por los casos vinculados a corrupción. No es solo una promesa vaga; significa dejar claro que les espera prisión.

La amenaza electoral y la credibilidad perdida

Las encuestas apuntan a una tendencia clara: el electorado castiga al PSOE por su gestión relacionada con la corrupción mientras premia a la oposición por su aparente firmeza.

El discurso del PP se ha endurecido; ahora muestra menos preocupación por matices institucionales y más énfasis en prometer rendición de cuentas. Por su parte, Vox ha encontrado en las críticas hacia el socialismo corrupto un argumento atractivo más allá de sus habituales confrontaciones ideológicas. Juntos, ambos partidos han tejido una narrativa seductora para un electorado cansado ya de tantos escándalos.

La coordinación entre populares y ultras en las comunidades autónomas actúa como un laboratorio político eficaz. Lo que funciona en Valencia, Murcia o Baleares puede trasladarse fácilmente al discurso nacional. La negativa a negociar con Puigdemont no es solo un detalle menor; representa una promesa contundente: un gobierno formado por PP y Vox no dependerá jamás de independentistas para tomar decisiones cruciales.

Esta garantía tiene peso electoral significativo, especialmente en regiones donde las cuestiones territoriales son fundamentales para entender el panorama político.

El colapso institucional y el dilema sobre legitimidad

Lo que está realmente en juego no es únicamente el futuro del Gobierno Sánchez; es también la credibilidad del sistema político español entero.

Un presidente permanece al mando mientras sus colaboradores más cercanos son encarcelados; mientras surgen investigaciones sobre pagos opacos dentro del partido; mientras aparecen rescates empresariales acompañados por comisiones dudosas… T

odo esto plantea incógnitas inquietantes sobre la salud democrática del país. El PSOE intenta blindarse acusando a Ábalos y García de mentir o difamar; sin embargo, cada acusación desde detrás las rejas causa más estragos.

El enfoque defensivo adoptado por el Gobierno ha resultado ser ineficaz hasta ahora. Las negaciones categóricas emitidas por Sánchez, así como las explicaciones ofrecidas por sus ministros o intentos por desacreditar a los investigados no han logrado cerrar esa brecha creciente entre ellos mismos y lo que parece ser cada vez más evidente: hay algo oculto bajo esta crisis manifiesta.

La pregunta lanzada por Montero acerca si Ábalos era «otro por el que ponía la mano» resulta reveladora porque sugiere existencia previa “de listas”, “sistemas conocidos”, “prácticas normalizadas”.

El futuro electoral: coordinación sin límites

Si lo reflejado en las encuestas llega a materializarse electoralmente, España vivirá cambios políticos radicales e inesperados. Un gobierno formado exclusivamente por PP y VOX tendría libertad total para actuar sin depender jamás del apoyo separatista e impulsaría prioridades políticas inmediatas hacia acciones penales contra Sánchez mismo; esto va mucho más allá de meras palabras vacías o promesas retóricas: sería algo tangible e implementable desde el primer día tras asumir control gubernamental efectivo tras unas elecciones exitosas.

Mientras tanto, el PSOE continúa su descenso libre hacia lo desconocido; atrapado hoy dentro ese síndrome monclovita transformador donde aquel partido histórico ahora solo parece preocuparse por explicar escándalos pasados antes que presentar propuestas viables ante ciudadanos cansados e indignados por tanta ineficacia política acumulada durante años consecutivos gobernando España casi cuatro décadas seguidas…

La soledad política actual experimentada por Sánchez resulta palpable: sus aliados tradicionales lo mantienen apenas como supervivencia política forzada —no porque estén convencidos— sino más bien porque están atascados dentro propio dilema existencial colectivo afectando incluso otros partidos regionales…

La prisión tanto Ábalos como Koldo García no marca simplemente fin alguno sino tan solo inicio real dentro proceso descomposición prolongado probablemente continúe varios meses aún… Cada día transcurrido encerrados allí amplifica aún más acusaciones lanzadas desde reclusión misma…

Cada nueva investigación avanzando sobre pagos irregulares dentro partido socialista refuerza narrativa creciente indicando claramente este gobierno como auténtico proyecto ruinoso sostenido únicamente mediante falta alternativa legislativa viable existente actualmente… Mientras tanto coordinación entre PP-Vox sigue encontrando mejor aliado posible: incompetencia manifiesta PSOE gestionando crisis propia.

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