Dicen algunos que bastaría un bisbiseo para que yo, Begoñita Perón, estuviera obligada a aclarárselo todo a la Nación; aunque la indignación no pueda ser mayor y haya un clamor popular ensordecedor, yo aún no sé de qué me acusan porque desde Moncloa no se oye nada y no pienso declarar nada sobre este vocerío atronador y este fango pestilente que mi marido llama «Nada» y voy a maniobrar cuanto pueda para dejar con las ganas a la Nación. ¡Qué se creerán! ¡Pedirme a mi explicaciones de mis cosas, que no me las pidieron nunca ni en casa!
Cuando nos mudamos a Moncloa y dábamos fiestas con besamanos o recibíamos a Biden en el Palacio Real a los que invitábamos incluso a los Reyes, tenía la costumbre de escaparme algunos días a última hora a darme un chapuzón feminista en una de esas manifestaciones-jacuzzi donde te bañas muy cerca de extraños o a darme un retoque en las cabinas recauchutadoras. Recuerdo aquella víspera del covid en que una bandada de feministas arribistas propagaron irresponsablemente el virus mientras se daban codazos y peleaban por darme coba.
Todo el mundo iba a lo suyo, menos yo, que iba a lo mío, que era la cátedra de la «Complatense» y la captación de fondos, no voy a decir para qué, que eso son cosas personales. Es verdad que no he construido hospitales ni asilos ni escuelas ni he impulsado como Evita el turismo social, ni creado colonias de vacaciones ni fomentado el deporte entre los niños con campeonatos por todo el país ni becas para estudiantes, ayudas para la vivienda.
Yo me he dedicado más bien a Wakaluas, «parterns», como dicen los finolis que no saben pronunciar «socio», «startups», yogures, o «sponsorización», bob esponjas, transformación social corporativa y todas esas zarandajas que decimos para ocultar la simpleza las ignorantes pretenciosas con ínfulas y ansia de medro social, o sea, la gente que no es normal, ya no digamos auténtica.
Es verdad que el vínculo principal no lo constituí como Evita con los sindicatos, sino que lo hacía principalmente con las empresas que pagaban mis negocios, que mezclaban turismo con reflotamientos comerciales, como una ACP, Africa, Caribe, Pacífico pero con un baño de ONG, bajo el paragüas del gobierno que casualmente preside «my darling» que tampoco ha dado explicación alguna, -sus súbditos no la merecen-, sino que todo es fango y conspiración.
Tambien es cierto que a mí siempre me ha parecido el peor delito, grave entre los graves, el de utilizar una ONG, o su apariencia, para quedarse dinero. Y es cierto que se aproxima la conmemoración del 31 de agosto día que los peronistas recordamos como el «Día del Renunciamiento», renuncia que se debió a las presiones de los opositores al gobierno y a las luchas internas que en el sanchismo aún no han empezado entre sus temerosos covachuelistas y trepas, actividad de la que mi marido es icono internacional.
Sin embargo, como churri del César, cuento con la obediencia de turiferarios y ayayeros que ha colocado en su núcleo duro o en las televisiones y delegaciones de gobierno, como las arrepentías del perpetuo socorro, otrora enemigos defenestrados: Susana Diaz, Adriana Lastra, Feliz Bolaños/as/es, ¿vos decís así, no? Francisco Vallés, Antonio Hernando, Oscar Lopez, elegidos cuidadosamente por cari entre quienes no pudieran hacerle sombra. Las lisonjas de éstos colaboradores se han acrecentado últimamente con mis tribulaciones judiciales, igual que el rendimiento de esos jugadores de fútbol que vuelven a enfrentarse contra el equipo de donde salieron.
Dicen que es intolerable, revelador e incluso demostrativo que en lugar de dar explicaciones a la Nación, esté utilizando las mismas artimañas de un vulgar chorizo, negándome a declarar ante el juez y a dar explicaciones a la Nación sobre lo que llevo en el bolso que es «nada», como dice cari e insiste despues de sesiones maratonianas para que no abra la boca, el abogado que me ha puesto, especialista en alcantarillas de Estado, cuyas bolsas bajo los ojos y la aumentada delgadez dan idea de lo jodida que está la cosa.
Aunque salgo poco, he oido decir también en conversaciones de bar que no hace falta reproche judicial alguno. Incluso escuché a uno el otro día tomando una beer con una partner, que el reproche moral de nuestros negocios y tejemanejes, ahora judiciales, no sólo deben ser esgrimidos sin descanso sino que se debe llegar si es preciso al «bloqueo total del sistema constitucional» que, decían, está secuestrado, hasta lograr su dimisión. Hasta que mi love me vuelva a escribir otra carta de amor y se vaya a un segundo retiro, ésta vez más largo. Y que de lo contrario, toda oposición que así no lo hiciera, debería ser considerada en adelante como colaboracionista.
Todo eso dicen. ¡Con todo lo que hemos hecho por ellos! Yo se lo digo a cari cuando coincidimos en el brunch. No nos merecen ¡Este es un país de cobardes, covachuelistas y desagradecidos!
Víctor Entrialgo