OPINIÓN

Manuel del Rosal: «Carta abierta a Pablo Ojeda: Todo lo que nos produce placer es pecado, pero si el placer es el admitido por la doctrina oficial, está santificado»

Manuel del Rosal: "Carta abierta a Pablo Ojeda: Todo lo que nos produce placer es pecado, pero si el placer es el admitido por la doctrina oficial, está santificado"

Carta abierta a Pablo Ojeda: Todo lo que nos produce placer es pecado, pero si el placer es el admitido por la doctrina oficial, está santificado.

Señor Ojeda, apúntese este chiste:

Dos jóvenes en un poco más de los 30 años. Apoyados en la barra de un bar, uno bebe una pinta de cerveza y el otro una botellita de agua mineral. El de la botellita dice al otro – Cuantas veces a lo largo de nuestra amistad te habré dicho que no bebas alcohol.

Sabes – le dice el de la cerveza – Mi abuelo vivió 101 años.
¿Bebiendo? – pregunta el del agua.
No, No metiéndose en la vida de los demás
El nutricionista Pablo Ojeda nos quiere avinagrar el verano. No lo va a conseguir. Y no lo va a conseguir, al menos con quienes disfrutamos de la vida tal como nos llega. Los que nos dejamos llevar por el rio de la vida que, ajeno a tanta milonga, a tanto tango apocalíptico y a tantas monserga y músicas para canarios, sabemos disfrutar de lo que Dios ha puesto de bueno en esta bendita tierra. Lo disfrutamos con la única premisa de no hacer daño a nadie, si lo hacemos que nos lo hagamos libremente a nosotros mismos. Libremente señor Ojeda. Por cierto ¿Sabía usted que el primer milagro de Jesús fue convertir el agua en vino? Y ¿Sabía que lo hizo por amor a los hombres? ¿Tampoco conoce la frase proverbial que dice “In vino veritas”? ¿Ni tampoco lo que decía John Wayne de los abstemios? “Nunca me podré fiar de un hombre que no bebe”

Éramos jóvenes y ajenos al gregarismo de siempre, el de las dictaduras sin tapujos en aquellos años y el de las dictaduras disfrazadas de democracia de ahora. Durante el franquismo la población que pasaba olímpicamente de las estrictas normas establecida, la que amábamos la libertad por encima de las doctrinas oficiales, la que nunca admitió que, según la doctrina oficial, todo lo que producía placer era pecado por decreto ley; ahora, en estos tiempos de progreso hasta producir nauseas, de buenismo siempre que sea buenismo oficial, de tolerancia siempre que cumpla los parámetros de tolerancia oficial; tras la implantación de lo que se ha dado en llamar democracia, que yo llamo “democracia a la española”, resulta que hemos andado un trayecto de casi 50 años para acabar en la casilla de salida. Ahora también hay censura y en algunas disciplinas y temas más censura que durante la tan denostada dictadura.

Siendo muy joven un hombre bueno y sabio me dijo que huyera de los falsos profetas, de los perdonavidas, de los expertos, de los salvapatrias y de los que nos quieren con cara de vinagre porque ellos no pueden soportar que seamos felices.

Las nuevas doctrinas del progreso han superado con creces en sus prohibiciones a la mismísima Iglesia y hoy es pecado todo lo que escapa a la brutal censura de los “ismos”. Y, si, lo sé; hay millones de hombres y mujeres que viven palpándose el hígado, oyéndose el pecho, midiéndose la cintura, escuchando sus latidos, contando sus flatulencias y calculando milimétricamente las grasas y calorías que ellos y según los falsos profetas deben ingerir cada día. Son esclavos de quienes les cuentan historias para no dormir, porque viven de esas historias mientras que, fieles a su hipocresía, hacen como aquel ministro que, mientras se metía entre pecho y espalda un entrecot de ternera que temblaba el misterio, aconsejaba, cuando no prohibía a los ciudadanos comer carne de vacuno porque las vacas ¡pobrecitas mías! Eran culpables del cambio climático. Y lo más triste de todo señor Ojeda era que millones de estúpidos lo creían para cumplir con los parámetros de la normalidad oficial

Sin acritud señor Ojeda, y desde el más absoluto respeto, permítame que le diga a usted y a los que como usted quieren que vivamos encogidos y temerosos; que nos dejen morir como nos de la gana tras intentar vivir de la mejor manera sin meternos con nadie. Que nosotros no queremos ser el muerto más sano del cementerio, que no queremos ser un muerto espectacular.

Y ahora, cuando son las 21 h. y 9 m. permítame que me vaya a por mi tercera cerveza de medio litro acompañada de un buen bocadillo de jamón de Guijuelo y de postre una tarrina de helado de vainilla. Y… que sea lo que Dios quiera, siempre lo es.

MAROGA

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído