El anuncio –el pasado diez de diciembre, por parte del presidente Sánchez– de que el Gobierno va a desplegar una emotiva, histórica y democrática campaña «antifascista» para conmemorar, ¡un año antes!, los 50 años de la muerte del ferrolano «dictador» y «Caudillo» de España, Francisco Franco y el lo nacimiento de la democracia y, que bajo el plagiado lema, «España en libertad», se extenderá a lo largo de todo el año 2025 y se concentrará en más de «cien actos oficiales» –dirigidos, incluso, por un comisionado nombrado «ad hoc»– para que ningún español se olvide del «Francomodin», ese neologismo que, a modo de cortina de humo, tan bien le está viniendo a él — en su círculo personal y familiar– a su partido y a su Gobierno, para tapar todas las miserias, vergüenzas y corruptelas que les rodean judicialmente y amenazan muy gravemente su continuidad y su estabilidad.
Nos siguen tomando por «tontos del haba» y, por eso, para que no nos olvidemos de él, se sacaron de la manga sus partidistas, vengativas y rencorosas leyes, esas que ellos han convenido en llamar de «Memoria Histórica y Democrática», a pesar de que son totalmente «amnésicas» y que de «historia» y de «democracia» solo tienen el título. Son un tributo y recuerdo permanentes del odio, de una intencionada y oficial llamada general a la confrontación y división entre españoles y de un neo-retorno a esa sanguinaria y cruel guerra fraticida y cainita que– aunque finalizó hace ya más de 85 años– Sánchez y sus socios se empecinan en recordárnoslo, para así, poder «distraernos» de los graves y acuciantes problemas políticos, socioeconómicos y laborales que ellos mismos han creado.
Como si no tuviéramos ya suficiente con sus bravuconas exhumaciones, Sánchez I, «El Desenterrador» del Valle de Cuelgamuros, ahora trata de machacarnos e imponernos cien o más actos oficiales para celebrar no –el inicio de la Democracia y el final de esas «dos Españas», las ideológicamente irreconciliadas, enfrentadas y divididas, hasta que finalmente nuestra «Carta Magna» fue aprobada, votada y sancionada por SM El Rey, el 8 de diciembre de 1978, que es lo que realmente se debería celebrar y por todo lo alto– sino la muerte de Franco, un anciano de 82 años, que un 20 de noviembre del 78, tras cincuenta días intubado murió en una de las camas del madrileño «Hospital Universitario La Paz», por una «peritonitis aguda» que le provocó, a su vez, un shock endotóxico mortal con fallo multiorgánico y parada cardio- respiratoria.
¿Cómo podemos inaugurar el año 2025 bajo la amenaza de que todos los días habrá actos oficiales para recordarnos que entre nosotros tenemos que odiarnos y seguir separados por ese muro de odio levantado por Sánchez?
¿Cómo es posible que –con la excusa de su megalómano y maníaco eslogan de «España en libertad»– encabece un eufórico movimiento ideológico «represivo, liberticida y falso» que solo busca dividir de nuevo España en dos bandos y, asi retrotraernos a los peores y cainitas momentos de nuestra historia?
¿Qué más se puede esperar del presidente de un Gobierno que solo aspira a alimentar y abrir unas «heridas» que ni siquiera conocen la mayoría de los españoles nacidos en plena democracia y que siempre aspiran a un país unido de ciudadanos libres e iguales ante la ley y las oportunidades y, no a reescribir un histórico pasado «guerracivilista» que no conduce a ningún lado, puesto que no se puede gobernar enfrentando a unos ciudadanos contra los otros?
El extenso y nada económico programa de actividades que –a la sombra del manido y falso lema de «España en libertad» — el Ejecutivo de Sanchez desarrollará a lo largo de todo este año, centrará la mayor parte de sus actividades en los más jóvenes y buscará llevar y explicar en los centros educativos, escuelas o museos lo que supuso la Segunda República y la Dictadura franquista, pero, claro está, haciendo mucho hincapié en todo lo bueno de «la una» y en todo lo malo y terrible de «la otra» y, no de lo que supusieron ambas para los derechos y las libertades ciudadanas.
Pretende hacernos creer que el objetivo de su conmemoración es poner en valor la maravillosa y gran transformación conseguida en este medio siglo de democracia, de desarrollo, de feminismo y de progresismo socialcomunista de su Gobierno y, a la vez, poder homenajear a todas las personas, partidos y colectivos que lo han hecho posible.
[…] «El peligro de involución es real allí donde se pervierte el sentido de una de las palabras más hermosas: la «concordia». Pero no hay concordia cuando se confunden «churras con merinas» comparando y equiparando a las víctimas con los verdugos o cuando se promulgan mentiras históricas o se pactan leyes con los eternos enemigos de la libertad e igualdad. No hay ni es posible la «concordia» cuando se impone el olvido deliberadamente y se legaliza el falseamiento de la historia”.
Este último párrafo –que por su lógica, sensatez y cordura merecería ser atribuido al líder del PP, Alberto Núñez Feijóo– aunque no lo crean y mucho menos lo parezca, es ni más ni menos, que el del «aranero» Sánchez. Si, si, como lo oyen. Yo he sido el primer sorprendido, aunque no del todo, pues es un astuto estratega en representar y encarnar –como nadie y a la perfección– el prototipo del típico «mentiroso compulsivo».
Si alguien duda de su innata habilidad, solo tiene que escuchar lo expresado por su ministro de Política Territorial y Memoria Democrática –el canarión Ángel Víctor Torres, el que acaba de ser señalado por Aldama por «presuntas» comisiones ilegales– cuando afirma, siguiendo el mantra del «puto amo», que:
[…] «No es concordia derogar las leyes que garantizan la reparación de las víctimas ni es libertad el levantar el brazo y cantar el «Cara al sol’. La palabra libertad es sinónimo de democracia».
No les falta razón. Para ambos la mayor expresión de «libertad» y de «democracia» es desgañitarse al cantar –como en el reciente 41º Congreso Federal celebrado en Sevilla– a pleno pulmón,»La Internacional», con el brazo izquierdo levantado y el puño cerrado.
¿Es también una expresión de «libertad» y de «democracia» entregarles las «declaraciones de reparación» solo a una veintena de víctimas de la Guerra Civil y del Franquismo o a sus familiares? ¿Quién o quienes y cuándo se las van a entregar a las víctimas o familiares de los que fueron asesinados en las «checas», en las «sacas» de presos y en las «matanzas» de las cunetas de Paracuellos, por el llamado «Terror Rojo»…?
Quizás lo que realmente quiere es que la famosa consigna de Göbbels, de que «una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad» se cumpla en su legislatura y sea elevada a la categoría de Ley. Su sintonía –con el «trastorno narcisista de la personalidad» que también se le atribuye a Göebbels– le hace ser uno de los pilares en los que se ha asentado la popularidad de su socialcomunismo, su labor al frente del PSOE y su férrea voluntad de resistencia en los momentos de derrota.
Para Sánchez –al igual que para el ministro de Propaganda del Tercer Reich– la propaganda es mucho más que una censura, adoctrinamiento, mentiras, calumnias, revanchas, insultos y consignas partidistas.
La prensa, la radio, la televisión
y los poderes del Estado están siendo controlados por él –como el «puto amo»– al mismo tiempo que promueve todo tipo de actos de masas y crea una escenografía especialmente colosal que, hoy día, no solo impresiona y asusta, sino que no deja indiferente a nadie.
Pedro Manuel Hernández López, médico jubilado, Lcdo. en Periodismo y ex senador del PP por Murcia.