El Fiscal general del Estado, despues de borrar sus mensajes y cambiar de teléfono al igual que el Presidente, que ya había perdido otro en Marruecos, ha sido citado por fin a declarar por el Tribunal Supremo, junto a sus cómplices, en un Auto que señala a la propia Presidencia del gobierno y aquí no ha dimitido todavía nadie. Ni el Fiscal general, ni el propio «Dequiendepende».
El auto del Supremo emplea expresiones demoledoras que ponen de manifiesto la «Operación política» «con características delictivas» del Presidente para acabar con su rival política: el «Momento de urgencia y tensión del Fiscal General», «el sólo trasiego del intercambio de mensajes de 13 de marzo de 2024, (entre las 21:59 y las 23:51 en que se publica el famoso correo entre el abogado de la pareja de Ayuso y el fiscal encargado del caso) y la premura y las prisas del Fiscal general que no podía esperar al día siguiente, ponen de relieve suficientemente, según el auto, «su papel esencial en la divulgación» del correo que no debió publicarse, prevaliéndose de su relación de superioridad jerárquica con fiscales que se vieron obligados a participar.» Era evidente que el fiscal, urgido por «Dequiendepende», filtró a toda prisa el correo a la Presidencia del gobierno.
Una vez allí, se puso a disposición de Juan Lobato, dice el auto, con un clara finalidad política. «Desde allí se hacen gestiones para su publicación en el Plural.com», esos otros ciclistas globeros que reciben nuestro dinero de Presidencia para servir al gobierno. «Datos que, dice el Supremo, nunca debieron revelarse» lo que se hizo con una evidente finalidad política». Y basta la prueba indiciaria para concluir que eso no se hizo sin el presidente.
Lo penúltimo es el intento ignominioso del dictador de aprobar a toda prisa una ley para salvar a su familia de sus procesos a través de una vulneración constitucional, tratando de recortar el papel de la acusaciones particulares incluso con efectos retroactivos, y así mismo, de privar a los jueces de la instrucción, en favor de los fiscales por su dependencia jerárquica.
Pero, aún hay más: después de siete años en el gobierno y «miles de anuncios de vivienda falsos», con una subida media de alquileres de un 10 % de media y con los jóvenes hacinados, este satanás tiene la desvergüenza de volver a engañar con «miles y miles y miles de viviendas» y decir sin rubor que la culpa de la falta vivienda la tiene el gobierno anterior.
Basta ver a las que llegaron de boatinée cambiar de modelito hortera para saber que todos estos son unos farsantes. En siete años no han gestionado nada. Sólo vender la Nación para comprar el poder y atrincherarse. Y eso es una prueba más que evidente de algo que los españoles que no lo sabían constatan con perplejidad, ¡el Estado va sólo!, y ellos son sólo una mafia de bandoleros que esquiman al contribuyente y se lo reparten.
Pero el remate de toda esta ignominia es la responsabilidad criminal de un psicópata que, con desprecio absoluto de la Nación, los interes generales y el juramento que hizo en su día, sólo para protegerse él y su familia, es capaz de reavivar la guerra civil un siglo después.
Después de su llegada al poder, y una sucesión incesante de vulneraciones constitucionales, «el Sanchismo» -«la malignidad de un trepa rodeado de peleles»-, se ha revelado a cada paso como «una tomadura de pelo continua» y la demostración flagrante de que el Estado no está, ni donde ni cuando se le necesita, y al mismo tiempo precisa un drástico adelgazamiento.
Mientras los despachos ministeriales están plagados de suricatos de cuota para comprar el poder y los sumarios llenos de imputados, la negligencia y la omisión del deber de socorro sanchista en las inundaciones de Valencia ha sido la más clamorosa que se recuerda desde el arca de Noé.
Cátedras, concursos, rescates de Air europa, contratos para Barrabés, compra del poder a terroristas y separatistas, puestos creados para hijos, hermanos, primos, amigos y demás familia, incluídas filtraciones de datos de la pareja de la mayor rival política del presidente.
En fin, lo que está sucediendo es como si en España hubiesen coincidido al mismo tiempo el Watergate, Evita Perón, los Kichner, Maduro, Delcy, el Fiscal general, Mortadelo y Puigdemont, Hamás y el Informe pelícano. Corrupción, dictadura y mentiras, mentiras y mentiras. Marlaska, el Gobernador del Banco de España, panoli Lopez o garbancito Alvares como esbirros al rescate de su amo y el ministro de exteriores de España hablando de Venezuela ocho días después.
Todo eso es lo que hace que Sanchez o Maduro no vayan a dejar el poder si no es con la violencia, al alcanzar sus afrentas incluso la manipulación de la ley electoral y de las actas electorales, por lo que la democracia, además de los instrumentos constitucionales, tiene derecho a la fuerza de su legítima defensa.
Ante semejante cerco cualquier ser medianamente normal se habría largado hace tiempo en Falcon. Pero Pedro Sanchez no lo es. Padece una grave patología. El problema del sanchismo, es que no es una minoría, porque no se exigen nada. Están encantados con la vulgaridad rampante que exhiben sus secuaces lisonjeando a un autócrata petulante, mientras se lo reparten.
Vivimos la dictadura de una gentuza.
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