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La pobreza de las castas y el desafío de los indígenas de Bolivia

Periodista Digital 21 Dic 2007 - 19:39 CET
Archivado en:

Ademir M. Muñoz Soliz
Investigador becario de Instituto Internacional de Sociología Jurídica de Oñati (País Vasco – España)

En efecto, la pobreza de las castas bolivianas es similar a la Alemania Nazi, aunque las causas son menores en el caso alemán, donde los alemanes por su exclusiva dedicación a la ciencia habían olvidado la producción y se vieron superados en poder económico por los judíos trabajadores, lo que les unió y organizo bajo el argumento de la supremacía racial, para destruir el poder económico de los judíos; pero en el caso boliviano, las elites no solo descuidaron la producción económica, sino también, el poder político del que gozaron de generación en generación; la autoridad moral, el dominio de la ciencia, etc. Veamos:

En el plano económico, para nadie es desconocido, que la economía popular es la mas saludable, de la cual son autores los pueblos aymaras y quechuas que viven en el occidente como en el oriente del país, quienes a base de puro trabajo y esfuerzo propio –sin la ayuda del Estado- han formado negocios comerciales y productivos completamente salubres, que no dependen de la subvención estatal o extranjera; como es el caso de los “empresarios castacratas”, cuyas empresas son producto de grandes créditos bancarios, dependen de subvenciones estatales, ayuda extranjera, etc. Las elites orientales que se especializaron en vivir de las apariencias, no aceptan esta superioridad económica de los denominados “collas”; que son gente de origen humilde, quechuas o aymaras, provenientes de pueblos y comunidades rurales del occidente del país.

Después de la crisis y derrota de los empresarios castacratas, sus políticos han perdido el control del Estado, desde donde dirigían recursos e inversiones hacia sus empresas insalubres, de donde cobraban jugosos salarios, que les permitía llevar una vida sin preocupaciones, llena de lujo y ocio (mitsubishi, toyota, turismo, mujeres, parrilladas, hamacas, etc.). Esta es la otra molestia de los castacratas y talvez la fundamental, pues gracias a su piel blanca monopolizaban el Poder Estatal, bajo el mito europeo “de que los hombres de piel blanca son únicos y exclusivos portadores de la virtud, la belleza, la ciencia y por lo tanto del poder publico; en su criterio, eran los bienhechores aptos para dirigir y gobernarnos a los menos blancos y a los pueblos incivilizados”. Condición que han perdido con la insurgencia política de los indígenas y la posesión del primer presidente indígena no blanco, Juan Evo Morales Ayma.

A lo anterior, podemos añadir que los castacratas también, han sido superados en número y calidad intelectual por los hijos de los quechuas y aymaras, quienes se han profesionalizado en progresión geométrica, mientras los profesionales de las elites dominantes han reducido en cantidad por sus vínculos de corrupción o, no han priorizado la formación profesional y se han avocado a vivir del Estado y la corrupción, al grado que su máxima preocupación intelectual, son los eventos de belleza femenina (las magnificas, las paginas sociales de los periódicos, etc.)

En medio de esta decadencia económica, política, moral e intelectual, se acentúa la desesperación de los castacratas -que antes eran acérrimos defensores de la ley y el Estado de Derecho, ahora atropellan las leyes- en su demanda de autonomía y recursos, intentando hacer realidad dos de sus ilusos sueños: 1) la reproducción de la burocracia improductiva y la corrupción pública con los recursos departamentales y, 2) eternizarse en el manejo de la cosa pública en el ámbito departamental.

En cambio, el desafió cuasi-imposible o difícil de romper que corresponde a los indígenas, “es cambiar la mentalidad tradicional del mundo, sobre la condición y supremacía del hombre blanco sobre los hombres menos blancos y de color”, además de romper las barreras sociales que han impuesto los hombres blancos para diferenciarse y despreciar -a través de su origen sagrado y la cuestión nasal- a las mayorías de trabajadores honestos. Frente a ello, el desafió indígena, es demostrar que los indígenas no somos animales, no somos indios de mierda como señala el alcalde Percy Fernández de Santa Cruz; que no somos torpes y ociosos bloqueadores, etc.; sino, que somos capaces de construir y forjar nuestro destino con nuestras propias formas de organización y autogobierno, que son diferentes al Estado y las instituciones traídas del viejo mundo.

Concluyendo, la pobreza de las castas dominantes se expresa en el fracaso del “Proyecto Nación”, la ausencia de una oligarquía empresarial productiva, la carencia de líderes políticos y la crisis moral e intelectual, al margen de la ociosidad y la vida improductiva que han llevado desde la fundación de la Republica. En cambio, los indígenas se organizan para reafirmar su identidad cultural, su hegemonía política, su liderazgo en la economía, y para fundar una nueva concepción sobre la identidad indígena no occidental, para que nuca mas se vea a los indígenas como seres inferiores a los hombres blancos; en fin, para aclararle al mundo de que el ejercicio del poder publico o el dominio de la ciencia, no es patrimonio exclusivo de los hombres blancos.

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