Andan Sánchez y su cuadrilla de maleantes tan apretados, que no les cabe un cacahuete a martillazos.
Ya les conté hace tiempo que las cenas en La Moncloa son un espanto.
Un vodevil trufado de recriminaciones donde Begoña y su marido intercambian frases del tipo ‘a quién se le ocurre’ o ‘en qué estabas pensando’, que concluye antes del postre tirando cada uno por su lado.
Pues si eso son las cenas, imaginen ustedes los desayunos.
Los de la pareja atómica y los de su legión de asesores.
Porque no hay mañana que no salte algo y cada vez que aparece un whatsapp, alguien de la familia, del PSOE o en el Gobierno Frankenstein queda como mentiroso.
Larga es la lista de prebostes socialistas que juraron ni conocer a Aldama, empezando por Sánchez, y han terminado apareciendo junto a él en fotos y tórridos intercambios epistolares.
En el indecoroso inventario, además del marido de Begoña y de los infames Koldo y Ábalos, figura lo más granado de la partida oficial de forajidos socialistas: el ministro Víctor Torres, el secretario de Organización, Santos Cerdán; el jefe de Gabinete de la ministra de Hacienda; la ex ministra de Industria Reyes Maroto y, por supuesto, la presidenta del Congreso de los Diputados y anterior presidenta socialista de Baleares, Francina Armengol.
Igual pasa con la Guardia Civil, en especial cuando anda por medio el imputado Fiscal ‘Borrador’ del Estado, quien cada día lo tiene más negro.
En el anterior informe, la UCO confirmó que los mensajes de García Ortiz de los días clave de la filtración habían desaparecido.
En el último, los expertos de la Benemérita concluyen que el borrado de esas conversaciones fue deliberado, premeditado y contumaz.
Mira que tiene días el año; pues va el sicario de Sánchez y se pone como un poseso a borrar pruebas justo el 16 de octubre, el mismo día en que lo imputa el Tribunal Supremo.
Y cómo no las tenía tenía todas consigo, para que no quede rastro, lo hace dos veces y encima elimina hasta su cuenta personal de Gmail, la que había usado para recibir el expediente del novio de Ayuso, que después pasó ilegalmente a su jefe y difundió usando testaferros y la colaboración entusiasta de periodistas de la ‘Brunete Pedrete’.
Si en España hay Justicia digna de ese nombre, a este tipo, que se comporta como un vulgar maleante, lo tienen que mandar p’alante.
En otras palabras: a prisión.
Que es donde deben terminar Sánchez y el resto de la mafia.
No hace falta que nos dan perdón.
Nos basta con que duerman una larga temporada entre rejas.
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