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Hoy vamos de sicarios.
De subalternos, esbirros, secuaces y chupapingas.
Todo régimen, por penoso que sea y el de Sánchez lo es y mucho, necesita de obedientes criados que reciban, gestionen y ejecuten las órdenes por estúpidas, insensatas o abyectas que sean.
Muchos nos hemos preguntado durante estos siete años cómo es posible que personajes brillantes y con curriculum, como Marlaska, Margarita Robles o Nadia Calvino podían plegarse mansamente a maniobras tan siniestras como el pacto con los terroristas de ETA o el abrazo a los golpistas catalanes.
Y lo han hecho sin pestañear, al igual que analfabetos funcionales como Patxi López o macarras al estilo Óscar Puente o su homónimo Óscar López.
El mecanismo de la sumisión ha funcionado como como un reloj en la España de Sánchez, porque como dijo Jesús en el huerto de Getsemaní ‘la carne es débil’.
Y así hemos visto como el grueso de los periodistas, incluyendo alguno que brilló como eximio director en el pasado, se han plegado a los designios del marido de Begoña y aceptan ejercer de masajistas, abriendo bobaliconamente la boca para que les caiga dentro el maná publicitario de La Moncloa o unas tertulias en las que cobrar peonadas por recitar el argumentario oficial.
No hacer nada ante la majadería, la arbitrariedad o la opresión es una forma de alimentar el mal. Y la complicidad puede manifestarse de diversas formas, desde la aquiescencia pasiva hasta la participación activa.
En esta ultima variedad destaca en los últimos tiempos un tipo de de voz atiplada, gesto noño, porte ramplón y aspecto de don nadie llamado Félix Bolaños.
Un sujeto que tras ese disfraz de monaguillo palillero, se encarga de tramitar las instrucciones más lesivas para la democracia española, que imparte su jefe Sánchez.
En concreto las que tienen que ver con el fin de la separación de poderes en España, el recorte de la libertad de Prensa, el asalto a las instituciones y el fin de la autonomía de la UCO de la Guardia Civil.
El ministro de Justicia, rebautizado en las redes sociales como Félix ‘Apaños’, es el lugarteniente perfecto para un psicópata como Sánchez.
No pregunta, no discute, se traga todo y ni siquiera duda a la hora de defender las tropelías más sangrantes. Sólo obedece y ejecuta.
Y por eso, como propone el juez Peinado, tiene que ser imputado. Y sentarse en el banquillo y llegado el caso ir a prisión, con el fiscal García Ortiz, los patrocinadores de los furgones de putas y los prebostes socialistas, con cuentas multimillonarias en República Dominicana.
Y después de todos ellos o a la vez, su amo Pedro Sánchez.
Todos pa’lante.
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