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Hoy vamos con Cristobal Montoro, que el asunto da para unas cuantas reflexiones y más un chiste.
Dice Montoro, quien fue 11 años ministro de Hacienda – cuatro con Aznar y siete con Rajoy– que lo del juez de Tarragona, que le imputa por liderar una red de influencias para beneficiar a empresas gasísticas, es una filfa.
Que no hay pruebas y que se querellará contra quienes le echan encima delitos de cohecho, fraude, prevaricación, tráfico de influencias y falsedad documental.
Vamos a ver como queda la cosa, pero me da que no tendrá mucho recorrido judicial y se irá desinflando cuando Sánchez y su cuadrilla de maleantes comprueben que, pasado el alboroto de los primeros instantes, lo que vuelve a primer plano son los furgones de putas de Ábalos, los sucios apaños de Cerdán, las pifias de Begoña ‘catedrática’, los desafínos del hermano músico y la más que presunta financiación ilegal del PSOE.
En cualquier caso y durante unos días, a Montoro le va a caer la del pulpo. Y desde todos los frentes, porque es tan impopular en la derecha como en la izquierda.
Cuando se habla de los vergonzosos incumplimientos de la era Rajoy siempre salta su nombre y que sea un tipo de origen humilde, hecho a si mismo a fuerza de becas y codos, no le salva del estigma de habernos subido más los impuestos de lo que proponían los comunistas de Izquierda Unida.
Yo no fui de los estrujados por el Fisco, por crear una SL para colar ahí los emolumentos de tertulias y conferencias, entre otras razones porque siempre he tenido una empresa real llamada Periodista Digital, pero son legión y de todos los colores los periodistas a los que el implacable calvo sancionó desde Hacienda.
Dicho esto, que me explique alguien que diferencia esencial hay entre lo que Rubén Rus, titular del Juzgado de Instrucción número 2 de Tarragona, considera delictivo en el caso de Montoro y lo que hacen a diario tipos como Zapatero, Bono o Pepiño Blanco.
Seamos serios. Es una vergüenza y hay que acabar con esa lacra como sea, pero la triste realidad es que los políticos españoles y cuando más arriba han llegado con más ahínco lo practican, aprovechan sin rubor sus agendas, contactos, favores hechos y posición, para forrarse como comisionistas cuando dejan el cargo.
¿O cómo creen ustedes que ha construido su imperio inmobiliario Bono, se ha hecho multimillonario Zapatero y se lo está llevando crudo Pepiño?
¡Todos p’alante!
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