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Si un cuerpo perfecto no se logra comiendo lo que nos viene en gana y retozando de la cama al sofá y del sofá a la cama, sino a base de disciplina, esfuerzo, dolor y sacrificio, ¿por qué debería ser distinto cuando se trata del alma?
El correr de los años nos irá revelando el porqué de esos golpes anímicos, (de alma), que nunca entendimos, al haber estado cegados por el dolor que nos impidió ver más allá de las lágrimas.
Y con el correr de los años, inmersos en un vertiginoso carrusel de risas y llantos, seremos moldeados en la fragua de la vida, templados a base de golpes, fuego y agua.
NOTA: A aquellos que no creen en la existencia del alma y su inmortalidad, les diré que menos mal que no existe, porque si no existiendo duele tanto que es capaz de hacer morir el cuerpo de pena, ¿cómo de insoportable sería el dolor si ésta existiese?
Perdón por el sarcasmo, pero ¿acaso puede doler lo que no existe…? Porque doler, duele… ¡Y cómo duele, Dios mío!
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