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Fco. A. Juan Mata: «¿Qué es el tiempo? Prólogo: Dos frases y un abismo Inbox»

Fco. A. Juan Mata 29 Sep 2025 - 13:53 CET
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Todo empezó con dos frases, apenas un par de disparos secos en un aula de París. Henri Bergson, filósofo, premio nobel y patriarca de las letras francesas, afirmó con solemnidad que el tiempo de la física no es el tiempo real. Albert Einstein, joven genio en ascenso, respondió con la indiferencia de quien despacha una mosca: el tiempo de los filósofos no existe.

Ahí quedó el duelo. No hubo sangre, pero sí herida. Porque en esas dos frases estaba en juego algo más que un matiz académico. Era el derecho a decidir qué es la realidad: si el tiempo es la sucesión de números en un reloj, o si es esa corriente íntima que nos envejece, nos emociona y nos mata.

Noventa años después, seguimos sin respuesta. Y quizá por eso la pregunta persiste. ¿Qué es el tiempo? ¿Un río que fluye? ¿Una dimensión del espacio? ¿Un invento humano para orientarse en el caos? ¿Un abismo imposible de definir?

En esta serie no vamos a prometer certezas. No las tienen ni los físicos ni los filósofos. Lo que sí intentaremos es acompañar al lector en un viaje: desde Platón hasta Heidegger, desde Newton hasta Bergson y Einstein, desde los gusanos que despiertan tras cuarenta y seis mil años de hielo hasta nuestra prisa enfermiza de hoy.

Será una travesía en diez escalas —prólogo y epílogo incluidos— donde iremos a escuchar a cada pensador en su terreno, con sus palabras, sus obsesiones y sus batallas. Platón y Aristóteles, San Agustín, Kant, Bergson, Einstein, Heidegger… Y al final, preguntaremos de nuevo: ¿quién tiene la última palabra sobre el tiempo? ¿La ciencia, la filosofía, la memoria, la vida?

Puede que no encontremos la respuesta. Puede que solo logremos, como decía San Agustín, saber lo que es el tiempo hasta que alguien nos obliga a explicarlo. Pero, aun así, el viaje merece la pena. Porque hablar del tiempo es hablar de nosotros mismos: de la infancia que se aleja, de la vejez que se acerca, de los años que se aceleran y de la memoria que los guarda.

Abróchense, pues, el cinturón. No vamos a hablar de relojes. Vamos a hablar de vida.

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