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Casi duele decirlo, porque cualquier crítica que uno haga a la Corona juega a favor de los zarrapastrosos del PSOE y sus compinches comecuras, pero no sería yo si a estas alturas de mi vida me pusiera prudente y comedido.
Titula en portada El Español de Pedrojota, que paradójicamente es de los moralistas que más ha censurado que Juan Carlos I echara de vez en cuando una cana al aire o pegara unos tiros en África, que la Zarzuela «repudia» el vídeo en el que el viejo rey defiende su legado.
Debe ser verdad, porque no han sido los únicos en adoptar esa línea.
La propia Casa Real ha emitido una nota calificando el mensaje de «ni oportuno ni necesario».
Y filtran que hay malestar en el entorno de Felipe VI y Letizia, porque no fueron informados ni lo esperaban y que lo interpretan como un desafío del anciano monarca, contrariado por haber sido excluido de los actos del 50 aniversario de la instauración de la democracia en España.
Yo creo que nuestro actual Rey y su corte de asesores se equivocan. Y no es la primera vez, ni será la última.
¿Dónde coño está el problema y qué hay de malo o censurable en ese vídeo, que dura escasamente 90 segundos y se ha difundido por YouTube?
Lo habitual es que la apardillada ciudadanía española no vaya nunca a la fuente y se fíe pastueña de lo que les dicen los soplagaitas de las tertulias televisivas o los sabelotodos de los periódicos, pero moléstense un poco y repasen ese minuto y medio de homilía real.
Sentado, sin corbata, con una bandera de España al fondo y la voz algo quebrada pero firme, Juan Carlos se dirige a los jóvenes que no vivieron la Transición.
Les pide que conozcan la Historia «sin distorsiones interesadas«, reivindica el papel de la Corona y termina con una frase lapidaria: «Apoyad a mi hijo, el Rey Felipe, en este duro trabajo que es unir a todos los españoles».
Punto.
No se cachondea del corrupto Gobierno Frankenstein, no hace chistes sobre Begoña catedrática, no cita al putero Ábalos ni comenta la tentacular corrupción socialista o la caradura de Sánchez.
Ni siquiera tira de las orejas a su hijo por haberse acobardado y claudicar sumiso cuando La Moncloa le ordenó no felicitar a la venezolana María Corina Machado por el Nobel de la Paz.
En un país digno y sensato, un sermón así sería acogido con afecto y generaría muestras de agradecimiento colectivo hacia un hombre de 87 años, que fue uno de los protagonistas de la democracia que disfrutamos y contra la que tanto maquina Sánchez.
Pero esto es España y me da que la invocación a conocer nuestra Historia «sin distorsiones interesadas» ha puesto nerviosos a los sectarios guerracivilistas y desenterradores de la infame Memoria Histórica.
Y que estos llamaron a Zarzuela y, como viene siendo habitual desde ya tiempo, Felipe y Letizia se pusieron a la orden.
¡Hágaselo mirar, Majestad!
Y en profundidad, porque cuando el marido de Begoña vea cerca la puerta de la cárcel, nos monta aquí un referéndum sobre Monarquía y República y a usted, esos y estas que tanto mima la Reina, intentan correrlo en pelo.
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