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Nunca he acabado de comprender el carácter jocoso y de burla, hacia la credulidad del prójimo, que se le ha dado a la fecha de hoy, 28 de diciembre, festividad de los Santos Inocentes, constituida en memoria de los centenares de niños degollados por orden del rey Herodes.
Francamente, no sé dónde está la gracia. Y ello, hablando de inocentes, por no hablar de los abortos; 106.000, solo en España, en 2024. ¡Wokismo en vena, de barra libre! El sueño húmedo de Herodes.
Y es que al final de lo que se trata es de burlarse de la inocencia y bondad de aquellos que, poco dados a la mentira, no dudan de la veracidad de lo que les cuenta un familiar, o amigo.
De lo que se trata es de ridiculizar la buena fe de los ´inocentes´, al tiempo que se ensalza la mentira como si de un arte se tratara; por lo que tampoco es de extrañar que un embustero contumaz, llegue a presidente, representando fielmente a tanto mulero y farsante.
Para un servidor esta fecha tiene un significado, tan especial como poco divertido, por ser el aniversario del fallecimiento de mi hermano mayor, José Antonio. Un santo inocente, si es que los hay.
Mi hermano falleció de muerte súbita, antes de cumplir el año. Murió, un 28 de diciembre, con tan solo diez meses de edad, mientras dormía en su cuna. La Inocencia, santa o no, quieta y fría, sobre sabanitas bordadas.
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