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Disfrutando de la noche madrileña y de los lujos del Congreso de los Diputados

Se cumplen diez años desde que el caradura Rufián aseguró que solo estaría «18 meses» en Madrid

Con un salario que supera los 115.000 euros y sin rastro de la República Catalana que tanto anhelaba

Mario Lima 07 Dic 2025 - 07:37 CET
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Un caradura.

Una jeta como un piano de cola.

Hace diez años, Gabriel Rufián se presentaba ante la prensa como un joven activista decidido a llegar al Congreso para “proclamar la República Catalana y regresar”.

En una entrevista de diciembre de 2015, este entonces diputado de ERC afirmaba que no estaría “ni un día más” de los 18 meses que estipulaba la hoja de ruta del ‘procés’.

Sin embargo, hoy, tras transcurrir 124 meses, Rufián sigue ocupando su escaño, con un salario anual superior a los 115.000 euros, actuando como portavoz de su grupo y con toda una legislatura por delante.

La República Catalana, por otro lado, sigue siendo un espejismo.

Este abismo entre lo prometido y lo real ha convertido a Rufián en un emblema de lo que muchos críticos consideran hipocresía independentista: un discurso que aboga por la ruptura con España mientras se mantiene firme en las instituciones del Estado que se pretende derribar.

En 2015, ERC presentó un calendario claro: cuatro años para conseguir la independencia y 18 meses como diputados en Madrid.

Si no se lograba el objetivo, se abandonarían las instituciones.

Pero ahí están: ni independencia ni salida. Rufián no solo ha permanecido en su escaño, sino que ha reforzado su posición como uno de los rostros más reconocibles del independentismo en la Cámara Baja.

Un caradura integral, según sus detractores

Para muchos, Rufián es visto como un caradura integral: aquel que prometió dejar el Congreso si no se alcanzaba la República y ahora parece disfrutar intentando sin éxito burlarse de Ayuso mientras cobra del sufrido contribuyente español.

Las redes sociales son un hervidero de ironías sobre él: “18 meses, 10 años después, ahí sigues cobrando del país que odias”, le lanzó recientemente el PP durante un intercambio verbal.

Y no solo el PP lo critica; incluso dentro del independentismo hay voces que le acusan de haber traicionado el mandato del 1-O al acomodarse al sistema que juró combatir.

No obstante, Rufián ha sabido adaptarse a las circunstancias.

De activista de Súmate ha pasado a ser un político con sueldo elevado y ha cultivado una imagen combativa, especialmente frente a la derecha y la ultraderecha.

Su estilo destaca en el Congreso: camisetas con mensajes provocativos, tono directo y ataques contundentes a Vox o al PP. Este perfil le ha granjeado una base de seguidores que lo consideran defensor de la clase trabajadora y luchador por la justicia social.

Sin embargo, también ha suscitado críticas por lo que algunos consideran una doble vara de medir: exigir transparencia y sanciones para quienes mienten mientras defiende declaraciones polémicas sobre inmigración y seguridad sin respaldo empírico.

Cambia de postura según convenga

Uno de los aspectos más controvertidos de Rufián es su cambio de postura según convenga, particularmente en temas relacionados con el independentismo y sus pactos con el PSOE. En 2023, por ejemplo, calificó como “traición” votar al PSC, hermano catalán del PSOE. No obstante, ERC ha respaldado en numerosas ocasiones presupuestos y leyes del Gobierno encabezado por Pedro Sánchez, incluyendo su investidura. Este giro del “traición” al “apoyo decisivo” no pasa desapercibido para quienes siguen su trayectoria política.

En esencia, esta estrategia refleja la misma línea seguida por ERC desde 2019: aceptar la derrota del ‘procés’, distanciarse de Junts y acercarse al PSOE así como a Podemos. Rufián ha sido una figura clave en este cambio; él fue quien negoció los indultos y quien permitió que Sánchez continuara en Moncloa a cambio de concesiones relacionadas con el autogobierno. Sin embargo, este realismo político colisiona con el discurso maximalista del año 2015. Entonces se proclamaba “ni un día más en el Congreso si no hay República”. Hoy se escucha “hay que aprovechar lo que nos quede”, donde ese “lo que nos quede” incluye seguir en el Congreso cobrando mientras se condiciona al Gobierno.

El independentismo que se queda en el Congreso

El caso de Rufián ilustra muchas facetas de ERC: un partido que se presenta como republicano e independentista pero lleva años operando como una formación gubernamental encubierta dentro del Estado español. Su apoyo resulta crucial para mantener a Sánchez en Moncloa; eso le otorga poder pero también lo aleja del idealismo prometido hace casi una década.

Y no solo es Rufián quien ilustra esta situación; es toda una generación de independentistas quienes han tenido que adaptarse a una realidad diferente tras el 1-O: encarcelamientos, exilio y suspensión de esa declaración unilateral tan esperada. En este contexto particular, Rufián ha sabido aprovechar las oportunidades institucionales como pocos; ha transitado desde ser activista hasta convertirse en político profesional.

Críticas por ausencias y silencios

A pesar de presentarse como defensor incansable de la clase trabajadora, Rufián también ha recibido numerosas críticas por sus silencios y ausencias ante temas delicados. Por ejemplo, durante casos recientes relacionados con violencia sexual masiva ocurridos en eventos como el pico de Sagunt en 2025 —donde han aflorado decenas de denuncias— su crítica hacia Vox fue evidente pero sus exigencias concretas o presiones sobre problemas habitacionales ligados a inmigrantes han brillado por su ausencia.

Asimismo se le reprocha haber demandado “multas para quienes mienten” respecto a bulos en 2024 pero luego defender afirmaciones polémicas sobre inmigración sin datos confiables; algo que medios como CTXT han calificado como “bulos desmentidos”. También ironizó sobre la liberación de corruptos mientras guardó silencio ante casos vinculados al independentismo.

El pasado laboral antes del Congreso

Otro aspecto susceptible a críticas es su trayectoria laboral previa a dedicarse plenamente a la política. Antes de ingresar al Congreso, Rufián trabajó para Maipú Works —una empresa dedicada a recursos humanos— donde fue despedido en 2014 debido a absentismo (dos meses sin presentarse). Hoy día cobra por asistir a sesiones parlamentarias lo cual genera ironías sobre su supuesto “compromiso” laboral mientras algunos usuarios recuerdan ese episodio cuestionando su coherencia: “El que no iba a trabajar ahora cobra por ir al Congreso diciendo que los demás son vagos”.

Diez años después, la República sigue sin llegar

A diez años desde aquella promesa inicial sobre los 18 meses destinados al cargo público, la República Catalana aún brilla por su ausencia. Mientras tanto Rufián permanece inamovible en el Congreso —con un alto sueldo— disfrutando además del respaldo parlamentario propio junto con poder para influir sobre las decisiones del Gobierno liderado por Sánchez. Y así avanza un independentismo dividido entre Junts y ERC luchando por predominar mientras crece entre la sociedad catalana una creciente desconfianza hacia las posibilidades reales de alcanzar la independencia.

A través del tiempo transcurrido desde ser aquel activista decidido hasta convertirse hoy en político profesional parece claro: Rufián ha sabido moverse hábilmente dentro del espacio institucional; ha construido una imagen mediática sólida pero también ha acumulado críticas por incumplir compromisos previos y cambiar posturas cuando le conviene.

Algunas curiosidades del caso Rufián

Gabriel Rufián continúa ocupando su puesto en el Congreso luciendo camiseta distintiva junto con micrófono siempre listo para intervenir; mientras tanto esa ansiada República Catalana sigue aguardando pacientemente.

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