Ya saben que trata de la fractura de una aristocrática familia alemana, propietaria de una de las principales empresas de la industria pesada, en los primeros momentos del III Reich, justo con el ascenso al poder del partido nacional socialista, entre el incendio del Reichtag y la exterminación de las Brigadas de Asalto en la noche de los cuchillos largos. Los Essenbeckm, en su ambiciosa simbiosis con la nueva nomenclatura política, se devorarán unos a otros tras la desaparición del patriarca. Es la historia mil veces repetida del sempiterno poder económico aliándose con el coyuntural vencedor político en los cambios de Régimen, consiguiendo casi siempre perpetuarse, desapareciendo a veces en el intento.
Ciñéndose al cliché, exagerándolo hasta el paroxismo, Pandur elige provocar en la mente del espectador la adicción gratificante del ‘infoentretenimiento’, el reflejo condicionado del perro de Pavlov a lo trillado y convencional. Reconociendo el mismo que el ascenso del Nacional-Socialismo en los años 30, ‘transciende a Alemania, Italia, e incluso Europa’ y es ‘testimonio profundo de la Humanidad’, no sigue el camino de trascender universalizando, sino la ruta de exaltar la anécdota, de magnificar lo que es intelectualmente accesorio, la iconografía nazi.
Ya la película de Visconti -la rodó con más de sesenta años de edad y la estrenó en 1969, siete años antes de morir- era prepotente, tediosa, deslabazada y decepcionante, un intento fallido de montar Mackbett entre esvásticas, un mamotreto sólo justificable por sus bellos encuadres y la escandalosa actuación de Helmut Berger, por más que se nos insista en que Fassbinder una vez dijo que representaba para la historia del cine lo mismo que Shakespeare para la historia del teatro. Superpuesto a ello, el ‘remake’ de Pandur nada añade salvo sustituir a Dirk Bogarde por Alberto Jiménez como Frederick Bruckmann; a Ingrid Thulin por Belén Rueda como Sophie Von Essenbeck; y al citado Helmut Berger por Pablo Rivero como Martin Von Essenbeck. Salen airosos los dos primeros, Jiménez por su voz y Rueda por su figura, pero Rivero termina empantanado en una criatura demasiado histérica y amanerada.
Son bellos los sucesivos encuadres de Pandur, fotogramas fijos más que secuencia hilada, pero de una belleza vacua, gélida, lejana. Siguiendo la tónica general, la escenografía es brillante aunque no original, y usa elementos muy comunes hoy día entre los directores artísticos -gran espejo, cinta transportadora, sillas- por el simple hecho de usarlos, sin que quede justificada su presencia.
La música en directo se convierte en un protagonista más, o casi el protagonista máximo del elenco. Nunca un piano de cola dio tanto de sí para crear un ambiente sonoro, y el trabajo de Ramón Grau es espectacular aunque tan abundante, tan ‘overwhelming’, que puede fatigar al respetable. También aquí vemos elementos ya frecuentes en los escenarios, como el ‘Für Aline’ del compositor estonio Arvo Pärt, sin que vengan especialmente a cuento. Pero el trabajo de ilustración musical de Ramón Grau a base de tonos graves sí que es una aportación original.
Al parecer Pandur ‘pretende demostrar la vigencia del discurso de Visconti en nuestro tiempo, transcurridos más de cuarenta años y con numerosos acontecimientos que nos han conducido a un inquietante e inestable momento político y social en Europa’. Nada más lejano al momento actual europeo que este despliegue de maldad nazi. O si no, que nos lo expliquen.
A este director teatral le han bastado seis consecutivos montajes en España para ser condecorado con la Orden de Isabel la Católica ‘por su contribución al acercamiento cultural y artístico entre España y Eslovenia’. Entre sus montajes, con Nacho Duato hizo ‘Alas’ para la Compañía Nacional de Danza; y con Blanca Portillo de protagonista, un buen Hamlet en 2009 también en el Matadero producido por el Teatro Español.
No obstante, esta versión teatral de ‘La caída de los dioses’ es un buen espectáculo, largo como a la gente le gusta, -ya saben ‘grande, grande aunque no ande’-, y en los dos meses que va a estar en cartel habría sin duda que acercarse para comprobar que entretiene, funciona, y es un olmo imponente al que no se le pueden pedir peras.
Dos vídeoclips del montaje teatral
Aproximación al espectáculo (del 1 al 10)
Texto: 7
Dirección: 7
Escenografía: 7
Interpretación: 7
Música: 7
Realización: 8
Producción: 8
LA CAÍDA DE LOS DIOSES
Basada en la historia y el guión original de Nicola Badalucco, Enrico Medioli y Luchino Visconti
Adaptación para teatro y dirección: Tomaž Pandur
Del 25 de agosto al 23 de octubre
Reparto (por orden de intervención)
Baronesa Sophie von Essenbeck, Belén Rueda
Elisabeth, Thallmann Nur levi
Baron Konstantin von Essenbeck, Manuel de Blas
Herbert Thallmann, Francisco Boira
Martin von Essenbeck, Pablo Rivero
Von Aschenbach, Fernando Cayo
Friedrich Bruckmann, Alberto Jiménez
Janek, Emilio Gavira
Günther von Essenbeck, Santi Marín
Pianista, Ramón Grau
Equipo Artístico
Dramaturgia Livija Pandur
Escenografía NUMEN (Sven Jonke)
Vestuario Angelina Atlagić
Iluminación Juan Gómez Cornejo
Diseño de videoescena Álvaro Luna
Traducción Pablo Viar
Coordinación Musical Antonio Moreno
Una producción del Teatro Español de Madrid en colaboración con el Teatro Calderón de Valladolid y el Festival Grec de Barcelona
FESTIVAL de LIUBLIANA (ESLOVENIA)
Del 12 al 14 de julio
FESTIVAL GREC DE BARCELONA
Del 19 al 21 de julio
NAVES DEL ESPAÑOL
Del 25 de agosto al 23 de octubre
Duración 2h.30min. (con intermedio).
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