Por José María Arévalo
(‘La Anunciación’, de Berruguete, se exhibe en Bilbao, restaurada, tras permanecer inédita)
Ha sido una gran noticia la de la exhibición del cuadro inédito del gran pintor de Paredes de Nava Pedro Berruguete, ‘La Anunciación’, que se ya se exhibe desde el pasado 20 de mayo en el Museo de Bellas Artes de Bilbao completamente restaurado y tras permanecer prácticamente inédito desde que fue pintado hacia 1485-1490.
De Pedro Berruguete, padre del gran escultor manierista Alonso Berruguete -uno de los grandes del manierismo junto con Juan de Juni y El Greco-, recuerdo una exposición antológica que se celebró en la Iglesia de Santa Eulalia de Paredes de Nava, en 2003 – primero hasta el 8 de junio y después reabierta hasta el 14 de septiembre por el gran éxito de público, más de 95.000 visitantes en su primera fase- con motivo del quinto centenario de la muerte del pintor paredeño, una exposición extraordinaria que permitió darnos una idea de la importancia de este primer pintor renacentista español.
Sobre aquella exposición escribimos en este blog el 23 de agosto de 2019 el artículo, con abundantes fotos de su obra, que todavía puede verse en https://www.periodistadigital.com/tresforamontanos/20190823/pedro-berruguete-2-689404003306/, del que al final ofrecemos un resumen.
Esta obra maestra del Renacimiento español que ahora se exhibe desde el pasado 20 de mayo en el Museo de Bellas Artes de Bilbao completamente restaurada y tras permanecer inédita, pertenece a la colección privada Arburua y ha sido cedida en comodato a la pinacoteca bilbaína por cinco años, según ha informado hoy el propio museo durante la presentación de su recuperación.
De procedencia desconocida
La restauración se ha llevado a cabo en el marco del Programa Iberdrola-Museo de Conservación y Restauración, y ha contado con la participación de destacadas expertas como la historiadora especialista en pintura hispano flamenca Pilar Silva y la restauradora del Museo del Prado hasta 2021 Elisa Mora. Según han explicado, ‘La Anunciación’ es de procedencia desconocida y se documenta con una única fotografía fechada en 1916. De esa imagen se deduce que ha sido restaurada con anterioridad antes de formar parte de la colección Arburua en 1950.
La escena, de iconografía tradicional, se sitúa en un interior palaciego con una Virgen María vestida con túnica roja y manto azul, que recibe al arcángel San Gabriel, suspendido en el aire y con la paloma del Espíritu Santo sobrevolando el instante.
Silva ha destacado que en el cuadro se aprecia la «sobriedad» de elementos narrativos propia del arte italiano, que es compensada por el uso «abundante» de oro -en el fondo o la capa del ángel- propio de la pintura castellana, un banco que presenta una tracería propia del gótico de Castilla y una rica decoración de los tejidos que recuerda a la pintura flamenca.
Esta Anunciación, según ha dicho, formó parte de un retablo con escenas de la vida del Virgen que, posiblemente, estaba destinado a alguna iglesia palentina y representa «un buen ejemplo» del arte de Berruguete, «un pintor que supo crear un estilo propio con el conocimiento de las principales escuelas de la época».
La intervención de la restauración, realizada entre septiembre de 2024 y marzo de 2025, ha buscado la recuperación del «equilibrio visual» del conjunto a través del fijado del color en grietas, limpieza y eliminación de barnices oxidados y la reintegración cromática, entre otros procesos.
Pedro Berruguete (Paredes de Nava, Palencia, 1450- ¿Madrid?, 1503), perteneció a una familia hidalga procedente de las Encartaciones (Bizkaia). Adquirió su primera formación en Castilla con un pintor hispanoflamenco y posteriormente completó sus estudios en Italia. Durante su estancia en ese país concilió el arte flamenco con el italiano, a la vez que accedió al arte clásico. De vuelta a Castilla se adoptó a los encargos que recibía, en su mayoría retablos, que debía ejecutar en un plazo más corto y por un precio menor, y a pintar «abundancia de oro», a lo que «se le otorgaba más valor que a la mano del artista».
Del góticismo al renacentismo
Vamos ya a ampliar la noticia con algunos datos que dábamos en nuestro artículo de de 2019. Las obras iniciales de este primer pintor renacentista español delatan su origen castellano y su adscripción a los modos gotizantes que predominaban en el arte de la época.
Su aprendizaje artístico es bastante desconocido aunque probablemente se formó en Salamanca con Fernando Gallego, uno de nuestros más importantes “primitivos castellanos”. También plantea muchas incógnitas su viaje a Italia para trabajar en el Palacio ducal de Urbino, donde habría coincidido con el flamenco Joos van Wassenhove (Justo de Gante).
El testimonio más antiguo de la presencia de un pintor español en la corte de Urbino, además del citado documento de 1477, se encuentra en la obra de Pablo de Céspedes, que en su Discurso de la comparación de la antigua y moderna pintura y escultura, escrito en Córdoba en 1604, establece una clara diferencia entre «Berruguete el viejo, padre de Berruguete» y el «otro español que en el palacio de Urbino, en un camarino del duque, pinto unas cabezas a manera de retratos de hombres famosos, buenas a maravilla». Después de su presunta estancia italiana, Berruguete habría regresado a Castilla, donde encontró una buena clientela en el estamento eclesiástico, centrando su producción en pinturas para retablos.
Lo cierto es que en 1478 Pedro Berruguete contrajo matrimonio en Paredes de Nava, fechándose en ese mismo año sus tablas de Santa María del Campo. Según Ceán Bermúdez, Berruguete aparece documentado en Toledo en 1483, donde decora los muros de la Capilla del sagrario viejo de la Catedral primada, aunque la documentación subsistente remite más bien al año 1493. Tras la que habría sido una primera estancia toledana habría vuelto a su población natal y ejecutado el retablo de Santa Ana y la Virgen (1485-1488). En esta fecha habría vuelto a Toledo y, tras un periodo de silencio documental, se le vuelve a encontrar allí en 1494. Por encargo del inquisidor Tomás de Torquemada, realizó el retablo mayor del Monasterio de Santo Tomás de Ávila – cuadros que hoy conserva el Museo del Prado-.
Existe la posibilidad de que el pintor trabajase al servicio de Isabel la Católica. Uno de los encargos reales sería el San Juan Evantelista en Patmos, que Berruguete entregó el 3 de mayo de 1499 en el antiguo Alcázar de Madrid y que hoy se conserva en la Capilla Real de Granada.
Hacia 1500 trabajó para el desaparecido Hospital de la Latina de Madrid, a petición de Beatriz Galindo, fundadora de esta institución y preceptora de la reina Isabel. Una de sus obras más logradas, La Virgen con el Niño en un trono, presidió la capilla del citado hospital hasta su demolición en 1906, para después ser trasladada al Museo de Historia de Madrid (actualmente en el Museo del Prado. Con la foto de este cuadro encabezábamos el artículo anterior “Pedro Berruguete en El Prado!)
Su última etapa transcurrió en su localidad natal, Paredes de Nava, donde pintó obras como el parcialmente desaparecido retablo de Guaza de 1501. En su pintura destaca la influencia del Renacimiento italiano, en el hecho de querer enmarcar las figuras y las acciones en el espacio, mediante la utilización de la luz y la perspectiva, aunque a veces no bien resuelta. De vuelta a Castilla, habría perdido el interés por el detalle y sus figuras se vuelven más sobrias, quizá como adaptación de su estilo a los gustos más arcaicos de sus comitententes.
Obra
– Primera etapa (entre 1470 y 1471): Verificación de la cruz de Cristo de la iglesia de San Juan de Paredes de Nava o la Adoración de los magos de la colección Várez Fisa.
– Segunda etapa y supuesto viaje de aprendizaje en Italia (1471-1483). No se conservan demasiados testimonios de la obra de Berruguete en esta época, y los que existen son controvertidos en cuanto a autoría. Destaca sobre todo el Retrato de Federico de Montefeltro y su hijo Guidobaldo (Galería de las Marcas, Palacio Ducal de Urbino), excelente y original muestra de retrato «de aparato» en un interior; y la serie de Hombres Ilustres, repartida entre varios museos, entre ellos el Louvre. Esta estancia italiana se habría visto interrumpida por un viaje de retorno a Paredes de Nava en 1478 para contraer matrimonio, regresando luego a Italia.
– Tercera etapa (1483-1503) de creación en Castilla. En este momento adapta el estilo que aprendió en Italia a los gustos de la clientela castellana, más conservadora y apegada a las maneras del gótico.
Su obra maestra son unas pinturas representando a los Reyes de Judá, en el retablo mayor de la iglesia de Santa Eulalia de Paredes de Nava, donde a pesar de recurrir a elementos arcaizantes (composición frontal, fondo dorado), logra una galería de retratos de intenso verismo. Destacan en la serie el Rey David, de penetrante mirada, el Rey Salomón y el Rey Ezequías.
Muchas de sus mejores obras de esta y otras etapas se pueden ver en diferentes localidades de la provincia de Palencia, como La adoración de los Reyes y La Anunciación, conservadas en el Museo parroquial de Santa María de Becerril de Campos, Los pretendientes de la Virgen y La Crucifixión que se guardan en el Museo Diocesano de Palencia, o La lamentación sobre el cuerpo de Cristo de la catedral de Palencia.
En la iglesia de la Asunción de Santa María del Campo (Burgos) se conservan dos obras importantes de este periodo: Decapitación del Bautista y Bautismo de Cristo, que formaron parte de un retablo de la vida del Bautista, datadas entre 1483 y 1485, siendo unas de las primeras obras de esta tercera etapa castellana. Las innovaciones en composición y perspectiva traídas de Italia se hacen evidentes en estas dos obras. En la Decapitación, utiliza como fondo una arquitectura inspirada en lo que hacía Francesco Laurana en ese momento en Urbino.
La Anunciación de la Cartuja de Miraflores destaca por el detallismo en los objetos y el interesante juego de perspectivas, que crea una perfecta ilusión espacial. En todas estas obras las figuras aparecen muy individualizadas, y el dominio del espacio, la perspectiva y la composición se enriquece con un certero sentido del dibujo y una sabia utilización del color.
Su último encargo fue el retablo mayor de la catedral de Ávila, que no pudo concluir debido a su muerte. Pintó para esta obra, de aparatosa arquitectura tardogótica, varias tablas con historias de la vida de Cristo para el cuerpo del retablo, y figuras de patriarcas destinadas a la predela. En estas pinturas, quizá por deseo de los comitentes, se ajusta a los esquemas gotizantes que imperaban en Castilla en ese momento, utilizando el fondo de oro y composiciones algo rígidas. Las figuras son de un canon más robusto y monumental que en obras anteriores, quizá con el fin de que destacaran en la lejanía de la capilla mayor. La muerte del maestro hizo que el retablo fuera concluido por Juan de Borgoña.
Probablemente estas tablas, restos pertenecientes del retablo de Santa Elena de Paredes de Nava, fueron realizados por Berruguete antes de marcharse a Italia. La identidad de estilo que muestran respecto a las que realizaría después, descartan que pudieran ser obra de alguien que no fuera él. Más aún, lo temprano de su fecha de ejecución hace imposible que se piense que se debe a un discípulo de menor calidad, que debería haberlas hecho mucho más tarde. Además, en todas las tablas que se conservan de este conjunto, se percibe los mismos tipos humanos que se encuentran en producciones posteriores, idéntico gusto por los ricos vestidos a la moda y la presencia del oro. Son tablas de un Berruguete que carecía en esos años de aquello que en su arte constituye la aportación italiana: el dominio del espacio, de la anatomía, de la composición y variedad y naturalidad mayores en el gesto y en las actitudes de sus personajes.
Home