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EL RETO GLOBAL DE LOS NÚMEROS QUE NO NACEN

La natalidad mundial en caída libre: ¿hacia el invierno demográfico y la extinción silenciosa del hombre blanco?

El descenso de la natalidad reconfigura el planeta y siembra dudas sobre el futuro de sociedades enteras, mientras España y Europa encaran un frío invierno demográfico sin precedentes

Periodista Digital 03 Jun 2025 - 19:58 CET
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En pleno siglo XXI, la gran preocupación demográfica ya no es la superpoblación, sino el abrupto descenso de los nacimientos.

La natalidad mundial está cayendo a un ritmo más rápido de lo esperado, tanto en países ricos como pobres, y afecta por igual a sociedades laicas y religiosas.

El último dato global revela una tendencia imparable: la tasa de fertilidad mundial ha pasado de 5,3 hijos por mujer en los años 60 a solo 2,3 en 2023.

No solo no llegamos al famoso “reemplazo generacional” (2,1 hijos por mujer), sino que nuevos estudios señalan que ese umbral ni siquiera sería suficiente para evitar la erosión demográfica a largo plazo; haría falta acercarse a los 2,7 hijos por mujer para asegurar la supervivencia de sociedades enteras.

Esta caída no distingue fronteras ni economías. Las generaciones en edad fértil se enfrentan a salarios precarios, dificultades para acceder a vivienda y una vida cada vez más cara. El resultado: maternidades retrasadas o pospuestas sine die, y muchas personas directamente renuncian a tener descendencia.

España: al borde del abismo demográfico

España es uno de los ejemplos más extremos del llamado «invierno demográfico». La tasa de fecundidad se sitúa en un histórico 1,12 hijos por mujer, con una edad media para el primer hijo que roza los 32 años (y subiendo). En 2023 se registraron solo 320.656 nacimientos, un mínimo no visto desde que existen registros. De hecho, los nacimientos han caído un 25% en la última década y casi uno de cada cuatro bebés ya nace de madre extranjera.

Este retraso en la maternidad tiene consecuencias curiosas: el porcentaje de madres mayores de 40 años ha crecido un 19% en diez años, y las diferencias entre madres españolas y extranjeras son notables; las primeras tienen su primer hijo a una media de 33,1 años frente a los 30,5 años de las extranjeras.

Europa y el fantasma de la extinción blanca

La situación no es muy diferente al cruzar los Pirineos. Europa lleva años encabezando las listas con las tasas de natalidad más bajas del mundo. En algunos países del este y del sur del continente, el panorama es aún más sombrío. Esta situación ha avivado debates tan insólitos como polémicos sobre si los europeos blancos pueden considerarse “especie en peligro de extinción”, o si asistimos al conocido como “gran reemplazo”, una teoría conspirativa sin base científica pero con gran eco mediático.

Más allá de ideas extremistas, lo cierto es que la ONU lleva dos décadas advirtiendo que, sin inmigración masiva y políticas activas, mantener el número suficiente de trabajadores para sostener el estado del bienestar europeo será misión imposible. De hecho, ya hay más visones europeos (uno de los mamíferos más amenazados) que niños nacidos en algunas regiones rurales cada año.

¿Por qué ocurre este desplome?

Los factores detrás del descenso son muchos y variados:

Por si fuera poco, en países como Japón o Corea del Sur se están dando fenómenos inéditos como el “celibato social” o las “generaciones solitarias”, donde millones de jóvenes ni siquiera contemplan formar pareja estable.

Curiosidades científicas para romper el hielo (demográfico)

Así pues, mientras debatimos sobre economía circular o inteligencia artificial, nuestro mayor reto puede ser tan simple –y tan complejo– como volver a llenar parques infantiles… antes de que acaben convertidos en reservas naturales.

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