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En el zoo de Núremberg, Alemania, la convivencia entre primates se complicó más de lo que muchos querrían en su propia comunidad de vecinos.
Y no, aquí no hablamos de peleas por la música alta o por dejar la basura fuera del contenedor, sino de algo mucho más serio: la eutanasia de 12 babuinos tras una drástica decisión del parque, alegando falta de espacio y recursos para mantenerlos adecuadamente.
La noticia ha generado una ola de indignación en redes sociales y protestas presenciales de activistas y ciudadanos, que exigen más transparencia y mejores alternativas para la gestión de los animales en cautividad.
El caso ha puesto sobre la mesa, una vez más, la pregunta incómoda: ¿qué hacer cuando un zoológico no puede garantizar el bienestar de todos sus habitantes?
La respuesta, en esta ocasión, ha sido un duro golpe para la conciencia pública.
Según los responsables del zoo, la superpoblación de babuinos en las instalaciones generó conflictos sociales entre los animales, aumentando el estrés y la agresividad dentro del grupo. Ante la imposibilidad de reubicarlos en otros parques o reservas, y la falta de espacio suficiente para garantizar su bienestar físico y psicológico, optaron por la eutanasia controlada, priorizando –según su versión– evitar sufrimientos mayores y peleas fatales dentro del grupo.
Este episodio ha vuelto a poner de manifiesto las dificultades que atraviesan muchos zoológicos europeos para gestionar especies altamente sociales, como los babuinos, cuya estructura de tropas y jerarquías es fundamental para su equilibrio. Un grupo demasiado grande o mal gestionado puede derivar en violencia interna, lesiones e incluso muertes entre los propios animales.
¿Están los babuinos en peligro de extinción?
La pregunta no es trivial, y la respuesta es compleja. Existen cinco especies reconocidas de babuinos, y su estado de conservación varía. Algunas, como el babuino gelada, sí están catalogadas como vulnerables o en peligro de extinción debido a la pérdida de hábitat y la fragmentación de sus poblaciones. En general, la presión humana, la deforestación y la caza siguen siendo amenazas muy serias para los primates africanos, hasta el punto de que alrededor del 60% de las especies de primates del mundo están en peligro de extinción según estimaciones recientes.
Aunque no todos los babuinos están en la “lista roja” con el máximo nivel de alerta, la tendencia es preocupante: la reducción de su hábitat y la convivencia forzada con humanos los empuja a situaciones límite. Por ello, el sacrificio de ejemplares sanos en zoos occidentales resulta aún más polémico para quienes defienden la conservación ex situ como herramienta complementaria a la protección en libertad.
¿Son los babuinos un peligro para los humanos?
La relación entre babuinos y humanos es, como poco, complicada. Estos primates son extremadamente inteligentes, adaptables y poseen una fuerza considerable. Además, su vida social está marcada por jerarquías y alianzas, lo que los convierte en “maestros políticos” del reino animal, según algunos etólogos.
No suelen atacar a humanos salvo que se sientan amenazados, pero sí pueden mostrar comportamientos agresivos si perciben peligro, especialmente cuando defienden su territorio o grupo. En zonas donde su hábitat se solapa con comunidades humanas, los babuinos pueden convertirse en un verdadero quebradero de cabeza: roban comida, saquean cultivos y, en ocasiones, han llegado a protagonizar enfrentamientos con personas.
Por otra parte, el contacto cercano con primates implica riesgos sanitarios. La transmisión de zoonosis –enfermedades que saltan de animales a humanos– es una preocupación real. Virus como el herpes, el ébola o la hepatitis pueden saltar de babuinos a humanos, especialmente en contextos de manipulación frecuente o sistemas de cautividad poco controlados. Por ello, la gestión de grandes grupos en zoos o reservas requiere protocolos estrictos de bioseguridad.
El dilema de la conservación en cautividad
El sacrificio de los babuinos de Núremberg ha reabierto el debate sobre la función real de los zoológicos en el siglo XXI. ¿Son centros de conservación, educación y bienestar animal, o se han convertido en prisiones para especies que deberían vivir en libertad? La realidad es que muchos parques se ven desbordados por la falta de recursos y la dificultad para mantener grupos sociales complejos sin caer en la sobrepoblación o el estrés crónico.
- El exceso de ejemplares en cautividad puede derivar en agresiones, enfermedades y problemas psicológicos para los animales.
- La reintroducción en la naturaleza rara vez es viable, por los riesgos de transmisión de enfermedades y la falta de hábitat seguro.
- Los zoológicos europeos han mejorado sus estándares en las últimas décadas, pero aún existen importantes desafíos éticos y logísticos.
La gestión de primates sociales como los babuinos requiere conocimientos avanzados en etología, medicina veterinaria y manejo de grupos. Cuando todo falla, la eutanasia sigue siendo una herramienta polémica y dolorosa, pero que algunos gestores justifican como “mal menor” frente al sufrimiento prolongado o las matanzas internas.
Curiosidades sobre los babuinos
Para quitar algo de dramatismo y recordar el lado fascinante de estos primates, aquí van algunos datos curiosos:
- Los babuinos tienen una vida social tan compleja que algunos científicos los usan como modelo para estudiar el origen del estrés humano.
- Pueden vivir en tropas de hasta 200 individuos, con jerarquías y alianzas que recuerdan a las intrigas palaciegas de la historia europea.
- Son omnívoros: comen frutas, raíces, insectos e incluso pequeños vertebrados. Su dieta cambia según la estación y la disponibilidad de recursos.
- En la antigüedad, los egipcios consideraban al babuino un animal sagrado, asociado a Thot, dios de la sabiduría.
- Tienen hocicos prominentes, dientes imponentes y una mirada que, según muchos cuidadores, transmite inteligencia y picardía a partes iguales.
Este episodio nos recuerda que detrás de cada decisión de gestión animal hay vidas, emociones y un debate ético que va mucho más allá de los muros de un zoológico.
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