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La palabra que más se escucha en clínicas estéticas, farmacias y supermercados es colágeno.
Este componente se presenta en polvo para mezclar con el café, en cápsulas, en cremas que prometen eliminar arrugas e incluso en inyecciones que aseguran devolver la firmeza a la piel.
Pero, ¿realmente cumple lo que promete? ¿Hay diferencias entre consumirlo, inyectarlo o aplicarlo directamente sobre la piel? Y lo más relevante: ¿qué dice la ciencia actual sobre este elemento esencial de nuestro cuerpo?
El colágeno es la proteína más abundante en el organismo humano.
Proporciona estructura a la piel, huesos, cartílagos y tejidos conectivos, funcionando como un andamiaje biológico que mantiene todo en su lugar.
A partir de los 25-30 años, nuestra producción natural de colágeno comienza a disminuir entre un 1% y un 1,5% anualmente. El resultado es evidente: arrugas, flacidez, pérdida de densidad ósea y molestias articulares.
Sin embargo, no todos los colágenos son iguales; existen al menos 28 tipos diferentes, destacando los más relevantes: el I (presente en piel y huesos), el II (en cartílagos) y el III (en órganos internos).
Colágeno por vía oral: ¿suplemento milagroso o placebo con vitaminas?
La manera más común de ingestión del colágeno es a través de suplementos, especialmente colágeno hidrolizado. Este tipo ha sido sometido a un proceso enzimático que lo descompone en péptidos pequeños para facilitar su absorción intestinal. La investigación sugiere que tras un consumo regular durante 8 a 12 semanas (entre 5 y 10 gramos diarios), se pueden observar mejoras en la elasticidad y firmeza de la piel junto con una disminución de las arrugas superficiales. También hay indicios de que podría ayudar a aliviar el dolor articular y acelerar la recuperación muscular después del ejercicio.
Pero cuidado: el colágeno por sí solo no realiza milagros. Su efectividad depende de mantener un estilo de vida saludable y, especialmente, de contar con vitamina C, esencial para que nuestro cuerpo produzca su propio colágeno. Sin esta vitamina, por mucho suplemento que se consuma, los resultados serán escasos. Además, cada persona reacciona de manera diferente; factores genéticos, ambientales y hormonales juegan un papel importante en cómo asimilamos y aprovechamos estos compuestos.
Cremas con colágeno: ¿penetran realmente en la piel?
Aquí encontramos uno de los grandes mitos del marketing cosmético. Las cremas que presumen de altos niveles de colágeno prometen rellenar arrugas desde el exterior. Sin embargo, las moléculas de colágeno son demasiado grandes para atravesar la barrera cutánea. Lo que hacen estas cremas es hidratar y mejorar temporalmente el aspecto superficial de la piel gracias a su capacidad humectante. No reponen colágeno ni “rellenan” la dermis desde fuera.
Inyecciones de colágeno: ¿solución rápida o riesgo innecesario?
Las inyecciones de colágeno fueron muy populares hace años para rellenar arrugas o dar volumen a labios y mejillas. Hoy han sido sustituidas por otros rellenos más modernos (como el ácido hialurónico) porque el colágeno inyectado se reabsorbe con rapidez y puede causar reacciones alérgicas. Además, su efecto es efímero: desaparece tras unos meses. Actualmente, las inyecciones de colágeno apenas tienen cabida en los tratamientos estéticos avanzados.
Antiaging: más allá del colágeno
El envejecimiento cutáneo no depende únicamente del colágeno. Otros elementos clave son la elastina (que aporta elasticidad), los glicosaminoglicanos (que retienen agua) y las hormonas. Tras la menopausia, la caída abrupta de estrógenos provoca una reducción del hasta un 30% del colágeno cutáneo durante los primeros años, además de una pérdida adicional del 2% anual. Esto explica por qué muchas mujeres experimentan cambios drásticos en su piel alrededor de los 50 años.
Aun antes de alcanzar esa edad, factores externos aceleran el proceso: exposición al sol excesiva, tabaquismo, contaminación ambiental, mala alimentación o falta de sueño dañan los fibroblastos —las células responsables de producir colágeno— acelerando así la aparición de arrugas.
Tratamientos para estimular el colágeno: luz roja, microneedling y láser
Si las cremas no logran penetrar adecuadamente y las inyecciones son cosa del pasado, ¿qué alternativas existen para estimular nuestra producción natural de colágeno? La ciencia ha demostrado que ciertos tratamientos pueden activar los fibroblastos:
- Terapia con luz roja: Penetra varios milímetros en la piel e impulsa la regeneración celular.
- Microneedling: Pequeñas agujas crean microheridas que activan tanto reparación como síntesis de nuevo colágeno.
- Peelings químicos y láser: Eliminan capas superficiales dañadas favoreciendo así una renovación cutánea efectiva.
Estos procedimientos deben ser realizados por profesionales capacitados y requieren varias sesiones para obtener resultados duraderos.
Curiosidades científicas sobre el colágeno
- Las arrugas no surgen por compresión, como se pensaba anteriormente. Un estudio reciente mostró que aparecen cuando la piel se estira y pierde líquido interno debido al efecto Poisson —como si fuera una esponja exprimida— lo cual provoca un “aplanamiento” interno facilitando así la formación de pliegues profundos.
- Las líneas de expresión siguen patrones predecibles, conocidos como líneas de Langer; coinciden con la orientación predominante del colágeno en la dermis. Por esta razón las arrugas no aparecen al azar; siguen caminos trazados por nuestra anatomía interna.
- La piel joven presenta arrugas irregulares; sin embargo con el paso del tiempo se vuelven rectas y profundas debido a una pérdida progresiva de elasticidad.
- El IGF-1, una hormona asociada al crecimiento celular, juega un papel crucial en mantener jóvenes a los fibroblastos. Su producción disminuye con los años lo cual frena también la regeneración cutánea.
- El café con colágeno está muy en boga; sin embargo no hay pruebas contundentes que respalden que añadir este suplemento a una bebida caliente mejore significativamente sus efectos.
- Se estima que hacia los 50 años, una mujer pierde cerca del 50% del colágeno presente en su piel; aunque también los hombres experimentan pérdidas aunque a un ritmo más lento.
- El colesterol alto puede afectar negativamente a nuestra capacidad natural para producir esta proteína.
Anécdotas para cerrar
En Hollywood circula una leyenda urbana acerca de una famosa actriz que se sumergía cada noche en caldo rico en gelatina —una fuente natural de colágeno— para mantener su piel radiante. Aunque carece de respaldo científico detrás del mito hay mucha imaginación involucrada.
En Japón existe desde hace siglos una tradición relacionada con consumir pescado gelatinoso para cuidar las articulaciones; curiosamente hoy sabemos que esos alimentos aportan aminoácidos esenciales para sintetizar esta proteína.
En laboratorios avanzados ya se investiga cómo manipular genéticamente fibroblastos para producir supercolageno resistente al paso del tiempo; aunque todavía nos encontramos ante ciencia ficción médica.
Y si alguna vez te han comentado eso de “el secreto está dentro”, quizás haya algo cierto… aunque lo indiscutible es que el verdadero secreto radica también en cómo cuidamos lo exterior.
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