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El reciente fallecimiento de Jorge Mario Bergoglio, conocido mundialmente como Papa Francisco, ha sacudido los cimientos del Vaticano y de la comunidad católica global. En este contexto, la atención mundial se centra ahora en el inminente cónclave que decidirá quién ocupará el trono de San Pedro.
Y hay un dato que llama poderosamente la atención: aproximadamente el 80% de los cardenales electores que participarán en la elección han sido designados por el propio Francisco durante sus 12 años de pontificado.
Este dato no es menor. Por primera vez en la historia reciente, el colegio cardenalicio tiene una mayoría abrumadora formada durante una sola etapa papal, lo que refleja el profundo impacto de las reformas y la visión universalista que Bergoglio imprimió a la Iglesia.
El colegio cardenalicio más diverso y global
Hoy, el colegio cardenalicio está compuesto por 252 miembros, aunque solo 135 tienen menos de 80 años y, por tanto, derecho a voto en el cónclave. De estos, 110 fueron nombrados directamente por Francisco, lo que no solo rompe récords numéricos —las normas previas marcaban un máximo de 120 electores—, sino también geográficos y culturales.
La composición actual incluye representantes de países tradicionalmente alejados del centro vaticano, como Mongolia, Lesoto, Albania, Timor Oriental, Tonga, Irán y Argelia. Este giro hacia una Iglesia más universal responde a una de las obsesiones del pontífice argentino: “una Iglesia con rostro verdaderamente global”, más allá del tradicional dominio europeo e italiano.
A pesar de esta apertura, Europa sigue teniendo peso: habrá 55 cardenales europeos con derecho a voto frente a los 24 latinoamericanos. Sin embargo, nunca antes regiones tan periféricas habían tenido voz activa en una decisión tan crucial para la Iglesia.
Argentina en el centro del proceso
La presencia argentina también es significativa. En total, ocho cardenales argentinos asistirán al proceso, aunque solo cuatro tendrán derecho a voto: Víctor Manuel “Tucho” Fernández (prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe), Ángel Sixto Rossi (arzobispo de Córdoba), Vicente Bokalic (arzobispo de Santiago del Estero) y Mario Poli (arzobispo emérito de Buenos Aires). La cifra refuerza el protagonismo latinoamericano en una institución históricamente dominada por Europa.
Cómo funciona el cónclave
El mecanismo sigue siendo uno de los ritos más herméticos y solemnes del cristianismo. El cónclave se celebrará en la Capilla Sixtina del Vaticano. Solo los cardenales menores de 80 años pueden votar. La elección requiere una mayoría cualificada: dos tercios del total. Se realizan hasta cuatro votaciones diarias hasta alcanzar ese consenso necesario.
La duración es incierta. Si bien hay precedentes exprés (eligiendo papa en un solo día), otros cónclaves se han extendido durante semanas o incluso meses.
¿Un sucesor continuista o rupturista?
Aunque aritméticamente parecería lógico esperar que el sucesor continúe con las reformas de Francisco, lo cierto es que los cardenales elegidos no forman un bloque homogéneo ni ideológicamente alineado. Entre los favoritos a sucederle figuran nombres como Peter Erdo, Reinhard Marx, Marc Ouellet o Pietro Parolin, cada uno con perfiles y sensibilidades distintas.
El proceso sigue siendo impredecible: “No hay reglas sobre la duración ni sobre quién puede ser elegido; cualquier cardenal es papable”, comentan fuentes vaticanas. La única certeza es que, gracias a las designaciones de Francisco, será uno de los cónclaves más concurridos y representativos jamás celebrados.
Una Iglesia ante nuevos retos
El legado de Bergoglio se mide tanto por sus reformas doctrinales como por su apuesta decidida por una Iglesia inclusiva y globalizada. El resultado puede verse ya en este cónclave excepcional:
- Mayor presencia de cardenales provenientes del hemisferio sur.
- Diversidad cultural y lingüística inédita.
- Apertura institucional hacia regiones tradicionalmente ajenas al poder vaticano.
- Desafío para mantener la unidad doctrinal ante visiones cada vez más plurales dentro del colegio electoral.
En palabras recientes recogidas entre purpurados: “Francisco ha dejado una huella irreversible en la manera en que se entiende hoy ser Iglesia universal”.
El mundo observa expectante si esa huella se consolidará o si emergerán nuevas tensiones internas. Lo único claro es que, tras esta remodelación cardinalicia, ningún sucesor podrá ignorar el giro global impulsado desde Buenos Aires.
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