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La imagen de Alejandro Magno como conquistador visionario suele asociarse a gestos de grandeza y estrategia, pero el asedio de Gaza en 332 a.C. muestra otra faceta mucho más sombría y feroz.
La ciudad, situada sobre una colina y protegida por imponentes murallas, era el último bastión persa antes del acceso a Egipto, un punto clave para controlar el Mediterráneo oriental.
Su comandante, el eunuco Batis, se preparó para una defensa desesperada, aprovisionando Gaza con soldados y víveres capaces de resistir durante meses.
El contexto era claro: tras someter Tiro, Alejandro tenía que asegurarse la ruta hacia Egipto antes de enfrentarse al núcleo del imperio persa.
Gaza, con su posición estratégica entre Siria y el mar Rojo, se convirtió en un reto militar y simbólico. La ciudad no solo era un cruce comercial vital, sino también un símbolo de resistencia frente al avance macedonio.
El asedio: máquinas de guerra y presagios siniestros
Alejandro no escatimó recursos. Mandó construir un gigantesco terraplén para poner sus máquinas de asalto a la altura de las murallas, repitiendo la táctica que le había funcionado en Tiro. Además, ordenó a sus zapadores excavar minas bajo los cimientos para debilitar las defensas gazatíes. El uso de túneles en Gaza no era novedoso ni exclusivo del siglo XXI; ya entonces se emplearon para socavar los muros e iniciar la ofensiva final.
Durante los preparativos, un pájaro carroñero dejó caer una piedra sobre la cabeza del rey justo cuando ofrecía un sacrificio a los dioses. El adivino Aristandro interpretó este hecho como una señal: la ciudad sería tomada, pero Alejandro debía ser cauto ese día. Sin embargo, la prudencia duró poco. Ante el ataque enemigo desde las alturas, Alejandro salió en defensa de los suyos y fue herido en el hombro. Su reacción fue casi supersticiosa: si parte del presagio se había cumplido, la conquista estaba asegurada.
Cien días de resistencia y sangre
El sitio duró alrededor de cien días. Los defensores lucharon hasta el último aliento; incluso cuando las murallas cedieron tras ser golpeadas y socavadas, los soldados gazatíes siguieron combatiendo en cada rincón asignado por su comandante. Las bajas fueron enormes en ambos bandos: según fuentes clásicas como Arriano y Quinto Curcio Rufo, perecieron cerca de 10.000 defensores entre persas y árabes.
El asalto final fue brutal. Las fuerzas macedonias irrumpieron por las brechas abiertas en las murallas y arrasaron la ciudad calle por calle. Los macedonios también sufrieron pérdidas considerables; Gaza no cayó sin infligir dolor al ejército invasor.
La venganza contra Batis: una lección cruel
La caída de Gaza marcó uno de los episodios más crueles de la campaña alejandrina. Enfurecido por la tenaz resistencia y sus propias heridas, Alejandro decidió dar ejemplo con una venganza memorable contra Batis, el comandante enemigo. Según relatan las crónicas antiguas, Batis fue ejecutado con extrema brutalidad: atado vivo a un carro y arrastrado alrededor de la ciudad hasta morir, imitando el castigo que Aquiles infligió a Héctor ante las murallas de Troya.
La violencia no se detuvo ahí:
- Los varones adultos fueron ejecutados.
- Mujeres y niños fueron esclavizados.
- La ciudad fue saqueada sin piedad.
Este destino era similar al sufrido por los habitantes de Tiro meses antes: una aplicación despiadada de las leyes de guerra antiguas que buscaba castigar la resistencia extrema y disuadir futuras rebeliones.
Gaza tras Alejandro: el legado del asedio
La victoria sobre Gaza permitió a Alejandro acceder sin resistencia al rico territorio egipcio; los egipcios odiaban a sus gobernantes persas y recibieron al conquistador macedonio como liberador. Sin embargo, las consecuencias culturales del asedio dejaron una huella indeleble:
- La población local quedó diezmada.
- El tejido social se fragmentó por las deportaciones masivas.
- La memoria colectiva incorporó el episodio como símbolo del precio del poder.
A día de hoy, 23 de agosto del 2025, Gaza sigue siendo un enclave disputado y testigo recurrente del choque entre imperios y civilizaciones. La brutalidad con que Alejandro Magno sometió la ciudad resuena aún como advertencia sobre los límites entre gloria militar y humanidad.
Entre mito y realidad: ¿quién fue Alejandro Magno en Gaza?
El episodio muestra cómo la figura histórica puede oscilar entre genio estratégico e instrumento implacable del terror militar. En Gaza no hubo clemencia; solo cálculo frío y venganza ejemplar. Los relatos antiguos destacan tanto la astucia técnica como la ferocidad personal del conquistador.
La conquista no solo abrió las puertas hacia Egipto; sentó las bases para la dominación helenística en Oriente Medio e inspiró leyendas que perviven hasta hoy en grabados históricos y crónicas literarias.
Alejandro Magno cruzó las murallas de Gaza no solo como conquistador sino como símbolo ambiguo: héroe para unos, verdugo para otros.
Así es como un asedio puede definir siglos enteros.
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