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CULTURA, TAUROMAQUIA Y EMOCIÓN EN LA MONUMENTAL DE MADRID

Morante de la Puebla se corta la coleta: adiós del más grande por la Puerta Grande

El diestro se retira en la cúspide, tras una faena histórica y un gesto sorprendente que tocó el corazón de miles de aficionados en la tarde del Día de la Hispanidad

Mario Lima 13 Oct 2025 - 06:45 CET
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El 12 de octubre de 2025 quedará grabado para siempre en la historia del toreo.

Morante de la Puebla, una figura indiscutible del arte taurino en los últimos años, llevó a cabo una despedida tan inesperada como emocionante en Las Ventas.

Después de cortar dos orejas al cuarto toro de Garcigrande —un ejemplar que pesaba 554 kilos—, el maestro se despojó de su coleta en el centro del ruedo, ante el asombro casi palpable de unas 23.000 almas.

Nadie lo había anticipado. Ni sus más cercanos. Ese gesto, realizado con calma y emoción, dejó claro que no habría marcha atrás: el mundo del toreo perdía a uno de sus últimos grandes exponentes.

La atmósfera era eléctrica desde primera hora.

La Monumental madrileña, repleta hasta los topes, celebraba una corrida especial por el Día de la Hispanidad, con toros de Garcigrande y un cartel que además incluía la despedida anunciada de Fernando Robleño y la confirmación de alternativa para Sergio Rodríguez.

Morante, quien había regresado a los ruedos este año tras un prolongado parón por depresión, lucía un traje de luces chenel y oro, rindiendo homenaje a Antoñete, cuyo busto fue inaugurado esa misma mañana en la Puerta Grande.

Todo parecía estar listo para una función memorable, pero nadie presagiaba el inesperado desenlace.

La faena, el susto y el adiós

La lidia no comenzó bien para Morante. Su primer toro no le permitió brillar como esperaba. Sin embargo, con el segundo —el cuarto del festejo— llegó el momento mágico. Apenas iniciada la faena, sufrió una voltereta espectacular que lo hizo caer mal, golpeándose sobre el cuello. Pasaron varios minutos antes de que pudiera recuperarse, visiblemente afectado. Una vez restablecido, comenzó una faena lenta y artística, sin artificios, buscando la belleza en cada pase. Tres series conectadas alante hicieron vibrar a Madrid. La estocada fue magistral. Dos orejas cayeron como recompensa. El público estalló en júbilo.

Fue entonces cuando Morante, solo y con paso pausado, cruzó el ruedo hasta llegar al centro. Todo parecía indicar que iba a agradecer a los espectadores su apoyo y clamor. Pero ocurrió lo inimaginable: se quitó la coleta, símbolo máximo del torero activo. La plaza quedó en estado de shock. Un silencio abrumador se mezcló con gritos como «¡José Antonio Morante de la Puebla!» y «¡No te vayas!». La emoción era palpable en el ambiente. El toreo se quedaba huérfano en una jornada histórica.

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Las Puertas Grandes más emotivas de Las Ventas

Año Torero Motivo Nota destacada
1939 Manolete Alternativa Inicio de una leyenda
1984 Antoñete Despedida Lágrimas en el ruedo
2005 Julián López «El Juli» Confirmación de alternativa Joven promesa consagrada
2025 (jun) Morante de la Puebla Beneficencia Regreso triunfal tras depresión
2025 (oct) Morante de la Puebla Despedida Corte de coleta inesperado

Datos curiosos sobre esa tarde

Impacto social y cultural

La retirada repentina de Morante va más allá del ámbito taurino; es un fenómeno cultural que trasciende las fronteras del coso. Su forma lenta e introspectiva de entender el toreo ha dejado huella entre las nuevas generaciones. Muchos jóvenes aficionados redescubrieron esta fiesta gracias a él durante este año. Su regreso tras superar una depresión se convirtió en un símbolo público inspirador.

Además, su apoyo a iniciativas culturales —como el homenaje a Antoñete— pone evidencian su compromiso con la historia taurina más allá del mero espectáculo. La estatua del maestro valenciano ahora vigila orgullosamente la Puerta Grande gracias a Morante.

Fuera del coso también reinaba un ambiente intenso. Centenares acompañaron al diestro hasta su hotel coreando su nombre mientras algunos intentaban llevarse recuerdos físicos —trozos del traje— como si fueran reliquias sagradas. Todo esto pinta un retrato social donde lo taurino se entrelaza con emociones profundas e identidad cultural.

Una despedida sin retorno

Morante decide marcharse cuando aún tenía mucho que ofrecer. Lo hace sin previo aviso ni discursos grandilocuentes; simplemente se despide cuando todos esperaban más triunfos por venir. Su último paseíllo por Las Ventas fue casi una procesión cargada simbolismo: dolorido tras aquella voltereta pero conmovido ante una despedida digna.

El toreo pierde así a uno sus últimos artistas totales; alguien capaz hacer vibrar las plazas con pases lentos y profundos mientras defiende un concepto casi filosófico sobre su oficio: menos circo, más arte.

La jornada concluyó con dos despedidas —la anunciada (Robleño) y otra inesperada (Morante)— pero solo una permanecerá grabada como referencia emocional colectiva: aquella tarde donde un maestro decidió dejarlo todo atrás justo cuando todos esperaban seguir siendo testigos históricos.

El último capítulo lo escribió él mismo: parsimonioso, lento, conmovedor… y para siempre.

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