Más información
En el Metropolitano no hubo espacio para el suspense: el Atlético salió a devorarse al Real Madrid y lo consiguió con un triunfo categórico, un 5-2 que supo incluso a corto por todo lo desplegado en una tarde en la que el equipo de Simeone fue un ciclo de energía, hambre y contundencia. El primer derbi de la temporada terminó siendo una fiesta rojiblanca y una pesadilla merengue.
El duelo arrancó con el guion habitual de los derbis: intensidad, rugidos en la grada y piernas al límite. Sorloth perdonó dos claras en la primera ráfaga, pero Le Normand embocó de cabeza el 1-0 tras una salida fantasmal de Courtois. El Metropolitano hervía, pero apareció la jerarquía blanca: Mbappé empató con una definición quirúrgica y Güler volteó el marcador tras un error en la zaga atlética. El 1-2 encendió la esperanza madridista, aunque más humor que la realidad: el Atlético había generado el doble de peligro y solo la falta de acierto mantenía vivo a su rival. La justicia llegó antes del descanso con el testarazo de Sorloth para el 2-2.
Si el primer acto fue de goles repartidos, el segundo se tiñó solo de rojiblanco. A los cinco minutos, Alberola señaló un penalti discutido cometido por Güler , y Julián Álvarez no templó: ejecutó fuerte, incontestable, para devolver la ventaja a los locales (3-2). Ese tanto marcó la quietud del partido: el Madrid se desdibujó, Mbappé quedó aislado, Vinicius se perdió entre protestas, Valverde y Bellingham no encontraron el pulso. El Atlético, en cambio, olió la sangre.
Nico González y Barrios gobernaban la sala de máquinas y Julián Álvarez compuso la obra de arte de la noche: un disparo de falta que se coló tras una estirada inútil de Courtois. 4-2 y golpe al mentón de un Madrid irreconocible. Xabi Alonso, en un intento desesperado, retiró a su faro, Güler, decisión incomprensible que apagó del todo lo poco de chispa ofensiva que tenía su equipo.
El Metropolitano, entonces, se convirtió en un hervidero épico: el Atleti defendía con garra de hierro y atacaba con la convicción de quien sabe que tiene la historia de su lado. En el descuento llegó la guinda: Griezmann, que no marcaba desde febrero, apareció para rubricar la “manita” que sentenció una tarde de roja euforia.
El Atlético, que llegaba herido ya nueve puntos de su eterno rival, se plantó con carácter y memoria: jugó con alma, con rigor táctico y, sobre todo, con hambre. El Real Madrid perdió más que un partido: perdió la imagen, la confiabilidad y parte de la confianza de un proyecto en pañales.
Porque el derbi, más allá del marcador, dejó una certeza: el Atlético, cuando juega como juega en noches como esta, es un equipo letal; y el Real Madrid, cuando baja la guardia, paga todos sus pecados de golpe .
Más en Deportes
CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL
QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE
Buscamos personas comprometidas que nos apoyen
CONTRIBUYE
Home