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La final de la Supercopa de España se vivió como un auténtico espectáculo deportivo.
El partido no pudo comenzar más electrizante. Apenas al minuto 5, Kylian Mbappé, con su velocidad y calidad acostumbradas, dejó atrás a la defensa azulgrana en un contragolpe letal que él mismo convirtió con una jugada individual sublime. El gol parecía marcar el inicio de una noche complicada para los de Xavi, pero el Barcelona respondió como un gigante herido.
Lejos de amedrentarse, el conjunto catalán mostró carácter y comenzó a tomar las riendas del juego. El asedio azulgrana fue constante, con un Lamine Yamal inspirado y un Raphinha desequilibrante. Thibaut Courtois se erigía como el salvador del Madrid en los primeros minutos, pero su resistencia se rompió al 22’, cuando Yamal dejó una pincelada de magia para igualar el marcador.
El empate fue un catalizador. El Barça se desató en una vorágine ofensiva que arrasó con un Real Madrid desdibujado, al que le pesó la falta de conexión de Jude Bellingham. Al dominio abrumador se sumó un penalti polémico que Lewandowski transformó en el 1-2. La defensa blanca, tambaleante, no pudo detener a Raphinha, quien apareció con un cabezazo certero tras un pase quirúrgico de Koundé para el tercero. Cuando el primer tiempo agonizaba, Baldé se encargó de rubricar el 1-4 tras una gran asistencia de Raphinha, sellando una primera mitad inolvidable.
El Madrid intentó reaccionar al inicio del complemento. Una volea espectacular de Rodrygo al 47’ devolvió la esperanza a los merengues, pero el impulso duró poco. Apenas unos minutos después, Raphinha volvió a desequilibrar, dejando en evidencia a Tchouameni y marcando el quinto gol azulgrana.
El partido no perdió intensidad. Una acción de contragolpe terminó con la expulsión del arquero Szczesny por derribar a Mbappé fuera del área. Rodrygo volvió a aparecer en la jugada derivada, anotando un golazo de falta directa para maquillar el resultado.
Con un hombre menos, el Barcelona apostó por la solidez defensiva y cedió el control al Real Madrid, que, pese a los esfuerzos de Ancelotti y sus cambios tácticos, se encontró con una muralla en Iñaki Peña. El arquero culé evitó que Mbappé y compañía lograran recortar aún más la distancia.
Cuando el silbatazo final marcó el cierre de esta batalla épica, los jugadores azulgranas se abrazaron en el centro del campo. La sequía de títulos de dos años quedó atrás, y el Barça celebró como un auténtico campeón, en una noche que quedará grabada como una de las más mágicas en la historia reciente del club.
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