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Ni fútbol, ni mordiente, ni respuestas. El Real Madrid se marchó de Vallecas con un punto que sabe a derrota y un silencio que suena a crisis. A la caída en Liverpool le siguió un empate sin goles ante un Rayo Vallecano valiente, que mereció más y que mantuvo en jaque a un conjunto blanco irreconocible, huérfano de imaginación y liderazgo.
Llegaban los hombres de Xabi Alonso heridos en orgullo tras el 2-0 de Anfield, aferrados a la idea de redimirse en casa del vecino incómodo del sur. Pero el plan duró poco. El técnico movió el tablero con los ingresos de Asencio y Brahim, y armó una medular con Camavinga y Güler para reconstruir su centro del campo. La intención era clara: oxigenar la circulación y devolver el peso a la BMV —Bellingham, Vinicius y Mbappé—. Nada de eso ocurrió.
Primer tiempo sin chispa
El inicio prometió más de lo que dio. Güler probó primero, forzando la estirada de Batalla, y Courtois respondió con reflejos felinos para sostener a los suyos. Pero tras el intercambio inicial, el equipo blanco se diluyó entre pases horizontales y gestos de frustración. Mbappé apenas presionaba, Vinicius se desconectó pronto y Brahim, demasiado solo, buscó soluciones que nadie acompañó. El Rayo, intenso y solidario, se atrevió a mirar a los ojos al gigante. De Frutos estuvo cerca del gol, y solo Courtois evitó el castigo justo antes del descanso.
Xabi mueve piezas, pero no el alma
Militao reemplazó al desbordado Huijsen tras el intermedio, pero el guion no cambió. El conjunto de Iñigo Pérez creció. De Frutos y Álvaro García activaron el vértigo local mientras el Madrid seguía atascado, con Güler agotado y un Bellingham perdido entre líneas. Ni la entrada de Ceballos ni los destellos de Rodrygo bastaron para encender la chispa.
En ataque, el Madrid fue un espejismo. Mbappé volvió a fallar una ocasión clara y, a falta de ideas, el equipo se entregó al balón aéreo, sin convicción ni precisión. Batalla, con oficio y algo de teatro, agotó los minutos. En la última jugada, un leve contacto sobre Mbappé en el área encendió protestas que ni el árbitro ni el VAR quisieron escuchar.
Crisis en blanco
El silbatazo final sonó como un diagnóstico: el Real Madrid está en crisis. Dos partidos sin marcar, cuatro goles encajados en los últimos tres encuentros y una sensación preocupante de desconexión. Xabi Alonso, que había prometido reconstruir la jerarquía del campeón de Europa, mira ahora a un vestuario que parece fundido antes de tiempo.
Vallecas, una vez más, fue espejo y sentencia. El Madrid no solo no gana: tampoco juega.
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