Isabel Pardo de Vera confiesa que informó a Bolaños de las presiones de Koldo y Ábalos para beneficiar a empresas

Estaban todos en el ajo y ninguno a la fuerza.

Por interes, cobradia, miseria o ambición, se implicaron hasta el corvejón.

La política española vuelve a verse sacudida por un vendaval judicial con epicentro en el Ministerio de Transportes.

Isabel Pardo de Vera, ex presidenta de Adif, ha confesado que ya en 2020 puso en conocimiento del ahora ministro Félix Bolaños las presiones recibidas por parte de Koldo García Izaguirre y José Luis Ábalos para “meter mano” en adjudicaciones a determinadas empresas.

El relato no solo añade tensión al Gobierno Sánchez, sino que apunta directamente a Moncloa: ¿sabía el núcleo duro del Ejecutivo lo que se cocía en los despachos del ministerio durante la pandemia?

El contexto no podría ser más inquietante.

En plena crisis sanitaria, cuando España entera buscaba mascarillas y respiradores, desde Transportes se activaban mecanismos —según la investigación— para beneficiar a empresas amigas. Y Pardo de Vera, lejos de callar, decidió alertar a Bolaños sobre las presiones que sufría para facilitar contratos públicos.

La confesión, revelada esta semana, ha dinamitado cualquier atisbo de normalidad en la política nacional.

El triángulo Bolaños-Ábalos-Koldo: ¿quién sabía qué?

Las declaraciones de Pardo de Vera han obligado al Gobierno a responder incómodas preguntas sobre el grado de conocimiento y actuación ante estos avisos internos. Según su versión, trasladó a Félix Bolaños —por entonces secretario general en la Presidencia del Gobierno— sus inquietudes sobre la insistencia con la que Koldo García, mano derecha de Ábalos, reclamaba favores empresariales. Sin embargo, la maquinaria gubernamental parece haber optado por mirar hacia otro lado hasta que el escándalo ha estallado públicamente.

Todo esto se produce mientras el caso “Koldo” sigue desvelando ramificaciones por media España. La Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil señala una red perfectamente engrasada para adjudicar contratos millonarios con escaso control y muchas prisas. Y como telón de fondo, un intercambio constante entre asesores, ministros y empresarios donde los intermediarios sabían bien cómo apretar las teclas adecuadas.

Las presiones: contratos, nepotismo y favores

No es solo cuestión de adjudicaciones sospechosas. Durante su declaración ante el juez Leopoldo Puente, Pardo de Vera ha detallado cómo tanto Ábalos como Koldo le preguntaron explícitamente cómo podían contratar al hermano del propio Koldo y a otra persona —relacionada con el entorno del ministro— en Ineco, una empresa pública dependiente del Ministerio. Aunque ella asegura haberse desmarcado e insistido en los procesos reglados, los hechos muestran cómo finalmente sí hubo incorporaciones bajo sospecha: contratos fugaces, funciones difusas y nóminas sin apenas actividad laboral real.

Este episodio recuerda a otros clásicos del “enchufismo” patrio, con menciones recurrentes a Pepiño Blanco, ex ministro socialista famoso por sus supuestos nombramientos “a dedo”. Que si Pepiño enchufaba aquí y allá, que si ahora le toca al clan Ábalos-Koldo… La política española es experta en reciclar viejos hábitos con nuevos protagonistas.

La trama empresarial: mascarillas, adjudicaciones exprés y mordidas

El epicentro judicial sigue siendo la trama empresarial montada alrededor del suministro masivo de mascarillas durante los meses más duros del covid-19. Un informe interno revela que bastaron apenas 38 minutos para que José Luis Ábalos firmara una orden ministerial duplicando el pedido inicial —de cuatro a ocho millones— con destino final a una empresa vinculada directamente a la red investigada. Las conversaciones intervenidas muestran cómo Koldo presionaba para desbloquear licitaciones y garantizar adjudicaciones concretas; todo ello acompañado de la promesa (o amenaza) de consecuencias si alguien se interponía.

Los audios grabados por el propio Koldo reflejan la naturalidad con la que se planteaban estos movimientos. “Si cesan a Pardo tenemos un problema serio”, advertía García Izaguirre al secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán. La red no solo buscaba mordidas inmediatas; también aseguraba su supervivencia política colocando peones estratégicos al frente de organismos públicos clave.

El efecto dominó: reacción política e impacto público

Las consecuencias políticas no se han hecho esperar. Desde la oposición se exige una comisión parlamentaria específica y dimisiones inmediatas entre los altos cargos salpicados por el escándalo. En el Congreso se oyen ya discursos incendiarios sobre “corrupción estructural”, “prostitución institucionalizada” (con risas incluidas en los escaños) y “Gobierno acorralado por su propio entorno”. El ambiente parlamentario está tan caldeado como un mediodía sevillano en agosto.

Mientras tanto, Pedro Sánchez guarda silencio o responde con evasivas —por ahora—. Pero Moncloa sabe bien que este caso puede tener un efecto devastador sobre su credibilidad interna y externa: si Bolaños fue avisado en 2020 y no actuó, ¿qué responsabilidad recae sobre él y sobre el presidente?

Curiosidades y datos llamativos del caso

• En pleno confinamiento nacional, algunos cargos públicos parecían más preocupados por recolocar familiares o allegados que por gestionar eficazmente los recursos sanitarios.
• El hermano de Koldo llegó a declarar ante el tribunal que apenas conoció a su supuesta subordinada —una joven también incorporada como auxiliar administrativo— aunque ambos cobraron su sueldo religiosamente sin ejercer labores reconocibles.
• Los informes oficiales señalan que las decisiones clave sobre contratos millonarios podían tomarse en menos tiempo del que tarda un ciudadano medio en resolver un sudoku difícil.
• La figura del “enchufismo” parece una constante histórica: si antes era Pepiño Blanco quien manejaba los hilos desde las sombras, ahora el protagonismo recae sobre nuevos nombres pero con viejas costumbres.

Y así sigue girando la noria política española: ministros señalados, asesores omnipresentes, familiares recolocados… y ciudadanos perplejos asistiendo al último episodio del eterno culebrón nacional.