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El relato oficial manipula las cifras para lanzar soflamas contundentes: España continúa creciendo más que gran parte de la eurozona.
El PIB creció, según el Régimen Sanchista, un 3,5% en 2024 -de acuerdo a la última revisión del INE- superando los 1,59 billones de euros y colocando al país en un lugar privilegiado en el ámbito europeo del crecimiento.
Para 2025, el Gobierno ha elevado su previsión hasta el 2,7%, una cifra incluso más alta que la del Banco de España y la mayoría de los analistas privados.
Sin embargo, en las calles se vive otra realidad. El descontento social va en aumento.
Muchos trabajadores sienten que su salario apenas les alcanza para llegar a fin de mes y la sensación de estancamiento económico es casi palpable. ¿Qué explica este abismo entre los datos macroeconómicos y la experiencia diaria de los ciudadanos?
Varios ajustes estadísticos han incrementado el PIB en los últimos años. Cambios metodológicos y correcciones posteriores han elevado el crecimiento proyectado para 2024 en tres décimas respecto a lo previsto inicialmente. Esto genera un “efecto arrastre”: las cifras positivas de un año inflan automáticamente las previsiones del siguiente, aunque la economía real no avance al mismo ritmo.
Además, el crecimiento del PIB no garantiza que todos los sectores o regiones se beneficien por igual. Gran parte de ese aumento proviene de la recuperación del consumo privado, la inversión y, sobre todo, del vigor del turismo y las exportaciones de servicios.
¿Por qué no mejora el bienestar a pesar del crecimiento?
El PIB es un indicador valioso para medir la actividad económica total, pero presenta limitaciones evidentes cuando se trata de reflejar el bienestar general. No considera cómo se distribuye la riqueza, ignora la desigualdad y deja fuera aspectos cruciales como el acceso a la vivienda, la precariedad laboral o el coste de vida.
Entre los factores que explican esta desconexión entre el crecimiento del PIB y las percepciones ciudadanas destacan:
- Estancamiento salarial: Aunque se crea empleo, los salarios reales apenas han aumentado debido a la inflación acumulada durante los últimos años.
- Pérdida de poder adquisitivo: El incremento en los precios de vivienda, energía y alimentos ha mermado considerablemente la capacidad económica de las familias.
- Desigualdad: La riqueza generada no se reparte equitativamente; gran parte de los beneficios va a parar a grandes empresas y sectores altamente rentables, mientras muchas familias siguen ajustándose el cinturón.
- Precariedad laboral: El incremento en empleos indefinidos que destaca el Gobierno oculta que muchos contratos son a tiempo parcial o con condiciones laborales deficientes.
- Dificultades para acceder a vivienda: A pesar del crecimiento económico, conseguir una vivienda se ha convertido en una tarea casi imposible para muchos jóvenes y familias.
El debate político y las “verdades a medias” según Sánchez
El presidente Pedro Sánchez y su equipo defienden que el crecimiento del PIB es reflejo de una economía sólida y en recuperación. Sin embargo, numerosos informes y analistas ponen en entredicho esta narrativa oficial y advierten que esas cifras optimistas ocultan realidades incómodas.
Algunos puntos polémicos en el discurso gubernamental hacen énfasis en cuatro puntos.
Poder adquisitivo: No ha vuelto a niveles anteriores a la pandemia, aunque el PIB haya crecido. La inflación y el encarecimiento de productos básicos han anulado cualquier incremento salarial.
Empleo indefinido: Aunque han aumentado los contratos indefinidos, muchos son temporales o con alta rotación, lo que limita realmente la estabilidad laboral.
Vivienda: El acceso a una vivienda sigue siendo uno de los problemas sociales más acuciantes, con precios al alza y una oferta insuficiente frente a una demanda creciente.
Desigualdad: El crecimiento económico no ha logrado reducir la distancia entre ricos y pobres; además, la distribución de ingresos sigue siendo muy desigual.
¿Qué opinan los expertos?
Economistas como José García Montalvo y Francisco Cabrillo alertan sobre cómo el “efecto arrastre” y las revisiones estadísticas pueden distorsionar nuestra percepción del verdadero crecimiento. Ambos señalan que el optimismo gubernamental se sostiene parcialmente sobre inercia acumulada durante años anteriores y ajustes metodológicos que no siempre reflejan lo cotidiano para muchos ciudadanos.
La AIReF y el Banco de España, por su parte, reconocen la resiliencia de nuestra economía pero advierten que se espera una desaceleración en los próximos años. Además, resaltan que persisten retos estructurales —como el envejecimiento poblacional, baja productividad e inequidad— sin resolver.
¿Hacia dónde se dirige la economía española?
A corto plazo, las proyecciones sugieren que España mantendrá un crecimiento superior al promedio europeo gracias al impulso del turismo, inversión pública y demanda interna. Sin embargo, los expertos advierten que si no se llevan a cabo reformas significativas en temas como mercado laboral, vivienda o fiscalidad, podríamos perder impulso.
En resumen, aunque es relevante observar el crecimiento del PIB, este por sí solo no asegura mejoras en el bienestar general. La desconexión entre las cifras macroeconómicas y las vivencias cotidianas representa uno de los mayores desafíos que enfrenta nuestro país hoy. Mientras desde el Gobierno celebran estos datos alentadores, muchos ciudadanos continúan esperando ver ese crecimiento reflejado en mejoras tangibles en sus vidas diarias.
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