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La muerte de Carlos Carnicero a los 73 años ha teñido de luto al periodismo español. Su fallecimiento se produjo en Madrid, tras una larga etapa marcada por problemas de salud y justo después de un viaje de descanso a Galicia, uno de sus grandes placeres vitales. La noticia la confirmó la Asociación de la Prensa de Madrid, que en su comunicado lo definió como “uno de los grandes del periodismo”, recordando su carácter generoso, inquieto y rebelde.
Carnicero, nacido en Zaragoza en 1951, fue un periodista total: analista político, tertuliano radiofónico y televisivo, director de revistas y escritor. Su trayectoria abarca más de cuatro décadas en las que participó activamente en los principales debates sociales y políticos del país. Entre sus mayores hitos destaca la fundación y subdirección del semanario Tribuna, referencia informativa durante los años 80 y 90.
Trayectoria profesional: del papel a las ondas
El nombre de Carlos Carnicero está ligado a la historia reciente del periodismo español. Licenciado en Derecho y Ciencias Económicas por la Universidad del País Vasco y la Complutense de Madrid, inició su carrera en medios regionales como El Diario Vasco o La Voz de Guipúzcoa. Pronto se ganó un sitio en la prensa nacional gracias a sus colaboraciones con El País y Diario 16.
A comienzos de los 80 fue corresponsal del semanario Tiempo en el País Vasco, especializándose en información sobre nacionalismo vasco y terrorismo de ETA. En 1988 cofundó el semanario Tribuna, donde ejerció como subdirector desde el primer número. Un año después pasó a ser director adjunto en Diario 16 y más tarde dirigió las revistas Panorama y Viajar.
En televisión ganó popularidad como presentador del programa Confesiones (Antena 3), un espacio nocturno donde personas anónimas relataban sus historias personales. En radio fue una voz habitual en tertulias como Hora 25 o La Ventana (Cadena SER), además de colaborar con COPE, Onda Cero, Antena 3 Radio, Telecinco o Telemadrid.
Su estilo directo e incisivo le convirtió en un tertuliano temido y respetado. Siempre defendió su independencia de criterio, lo que le llevó a protagonizar intensos debates dialécticos con figuras políticas y otros periodistas.
Perfil personal: rebeldía e ideales
Carnicero se definía como “de izquierda y en estado de rebeldía”. Militó en el Partido Carlista durante el tardofranquismo y la Transición, llegando a ser candidato al Congreso por el frente autonomista aragonés en las primeras elecciones democráticas. Formó parte activa de la Junta Democrática durante la dictadura franquista.
Sus colegas le describen como un periodista “inquieto, generoso y comprometido”. Vivía cada etapa con intensidad: exprimir la vida era su máxima, tanto dentro como fuera de las redacciones. Viajero incansable, aprovechó hasta el final para descubrir nuevos lugares cuando su salud se lo permitió.
En el plano personal deja esposa e hijo. Sus últimos años estuvieron marcados por diversas patologías que le apartaron progresivamente del primer plano mediático.
Anécdotas y curiosidades
- Fue despedido públicamente por la Cadena SER tras décadas como tertuliano estrella; llevó el caso a los tribunales y finalmente obtuvo una sentencia favorable del Tribunal Superior de Justicia de Madrid.
- En una entrevista sobre su programa Confesiones, defendió la veracidad de los testimonios emitidos frente a quienes dudaban del formato: “Me interesa averiguar qué hay en el alma humana detrás de situaciones conflictivas”.
- Publicó varios libros recopilando sus relatos periodísticos más destacados, editados por amigos cercanos poco antes de su muerte.
- A lo largo de su vida profesional trabajó para casi todos los grandes grupos mediáticos españoles: Prisa, Grupo Zeta o Vocento.
- Siguió viajando siempre que pudo pese a sus problemas médicos; Galicia fue uno de sus últimos destinos favoritos antes del fallecimiento.
- Amante declarado del debate radiofónico; nunca rehuyó una polémica ni permitió que otros impusieran dogmas sin argumentar.
Legado periodístico
La desaparición de Carlos Carnicero deja un vacío notable entre quienes valoran el análisis riguroso y pluralista en los medios españoles. Su figura representa una época donde el periodismo se hacía desde la calle, con pasión por la noticia y vocación pública. En cada intervención —ya fuera escrita o hablada— buscaba iluminar zonas grises del debate social e incomodar a los poderosos.
Hoy compañeros y lectores despiden al último gran tertuliano que nunca renunció ni a sus principios ni a su curiosidad intelectual. El periodismo pierde una voz propia; España, un observador comprometido con la verdad hasta el final.
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