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ESPECTÁCULO NÓMADA EN ASTANA REAVIVA UNA LEYENDA

El Kokpar galopa de nuevo: tradición, músculo y orgullo en la estepa kazaja

Miles vibran en el Festival de Juegos Nómadas 2025 con el renacimiento del Kokpar, el feroz deporte ecuestre kazajo que une historia, destreza y pasión

Periodista Digital 06 Sep 2025 - 16:10 CET
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En Astana, la capital de Kazajistán, las gradas rugen mientras jinetes se lanzan al galope tras una presa poco convencional: una carcasa de cabra.

El Kokpar, ese “rugby a caballo” que mezcla brutalidad, agilidad y táctica ancestral, ha vuelto a ser el rey indiscutible del Festival de Juegos Nómadas 2025.

Así galopa el Kokpar hacia un futuro tan incierto como trepidante.

Porque si algo enseña este deporte es que en Kazajistán la tradición no está para ser contemplada… sino para ser vivida hasta el último galope.

A día de hoy, 6 de septiembre de 2025, la final entre Kazajistán y Kirguistán ha dejado claro que este deporte no es solo un espectáculo folclórico; es una declaración de identidad nacional y una muestra del vigor renovado de la cultura nómada.

El estadio rebosaba adrenalina.

La multitud –más de 20.000 espectadores– jalonaba cada choque con vítores, en un ambiente que recordaba tanto a la épica medieval como al fervor moderno por los deportes extremos. Los equipos, formados por los mejores jinetes de Asia Central, competían no solo por una copa sino por mantener viva una tradición que durante siglos fue símbolo de virilidad, destreza y honor en las interminables estepas.

Entre el pasado nómada y la modernidad: así es el Kokpar

El Kokpar no se entiende sin su contexto: es un deporte forjado por pastores nómadas que aprendieron a sobrevivir y competir en territorios vastos y hostiles. Dos equipos de ocho a doce jinetes luchan para hacerse con la carcasa (o en su versión moderna, un muñeco de goma) y depositarla en la portería rival. El terreno: un campo del tamaño de dos estadios de fútbol; las reglas: simples y brutales; el objetivo: demostrar fuerza, agilidad e inteligencia táctica sobre el caballo.

Este año, los Juegos Nómadas Mundiales han reunido a más de 3.000 atletas de 89 países, consolidando al Kokpar como uno de los deportes más atractivos del programa. La cita no solo fue deportiva; también actuó como escaparate cultural con exhibiciones de música tradicional, gastronomía típica y demostraciones artesanales.

Renacimiento institucional y juventud en la estepa

El resurgimiento del Kokpar no es casualidad. El gobierno kazajo ha apostado fuerte por revitalizar las tradiciones nómadas como elemento diferencial frente a la globalización. Inversiones en infraestructuras deportivas, becas para jóvenes jinetes y campañas educativas han logrado que nuevas generaciones abracen este legado con orgullo renovado.

El Kokpar ya no es solo cosa de veteranos o pastores; clubes juveniles florecen incluso en ciudades como Almaty o Shymkent. La cobertura mediática –potenciada por retransmisiones televisivas e influencers locales– ha convertido a algunos jinetes en auténticas celebridades nacionales.

El futuro galopa: internacionalización y pronósticos

Con los focos internacionales puestos sobre Astana tras el éxito organizativo y mediático del festival, varios equipos kazajos han anunciado una ambiciosa gira mundial para 2026. El objetivo: exportar el Kokpar más allá de Asia Central e introducirlo en festivales deportivos globales.

Las casas de apuestas locales ya especulan sobre si Kazajistán podrá mantener su hegemonía frente al empuje técnico de Kirguistán o la posible irrupción de nuevos equipos –¿quizá algún día España?– tras la curiosa participación simbólica española este año.

A medio plazo, los analistas deportivos vaticinan:

¿Por qué fascina tanto el Kokpar?

La respuesta está en su ADN: combina tradición viva, exigencia física extrema y orgullo nacional. No hay deporte más visceral ni más pegado a la tierra kazaja que este “polo salvaje”, donde cada carrera evoca siglos de historia nómada e historias familiares transmitidas a golpe de herradura.

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