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Kazajistán, ese gigante silencioso de Asia Central, ha encontrado otra manera de hacerse notar en el panorama internacional: el tenis profesional.
La estepa kazaja está lejos de ser monótona; aquí la modernidad y el legado nómada se dan la mano con una naturalidad que desconcierta y fascina a partes iguales. Pese a que su deporte tradicional más feroz es el kokpar, en el que jinetes luchando a caballo por una carcasa de cabra ante miles de espectadores enfervorecidos, las victorias de Elena Rybakina o Alexander Bublik en los Grand Slam del circuito WTA están haciendo que la popularidad del tenis aumente.
Kazajistán se exhibe como potencia tenística inesperada, consolidando estrellas en los circuitos masculino y femenino, mientras el kokpar sigue siendo el alma deportiva del país, capaz de congregar multitudes en festivales folclóricos y eventos turísticos que atraen curiosos de todo el mundo.
El fenómeno tenístico kazajo no es fruto del azar. La explosión de talentos como Rybakina, campeona de Wimbledon, y Bublik, top 20 mundial y reciente cuartofinalista en Roland Garros, responde a una estrategia nacional ambiciosa. El país ha invertido durante años en infraestructuras, formación y alianzas público-privadas, logrando que su federación sea referencia en Asia Central.
Y ahora están cosechando los frutos. Rybakina alcanzó la cuarta ronda del US Open 2025 antes de caer ante Vondroušová, demostrando regularidad en grandes torneos. Bublik, tras una temporada brillante con títulos ATP tanto en hierba como en tierra batida, llegó a los cuartos de Roland Garros por primera vez este año, solo frenado por Jannik Sinner. Además, el equipo masculino aspira a regresar al Grupo Mundial de la Copa Davis, mientras las mujeres sueñan con levantar la Billie Jean King Cup. El objetivo no es menor: ganar títulos colectivos y seguir inspirando a jóvenes talentos nacionales.
El sistema produce resultados constantes: varios jugadores kazajos han estado entre los 30 mejores del mundo. Los niños pueden entrenar con sus ídolos en masterclasses organizadas regularmente; la base crece apoyada por una mezcla de motivación local y modelos internacionales.
Los expertos ven posible otro gran título individual o incluso éxitos colectivos para las selecciones nacionales en Copa Davis o Billie Jean King Cup. La cantera sigue creciendo y los modelos a imitar están cerca; no sería extraño ver nuevos nombres kazajos irrumpiendo en las listas top mundiales en los próximos años.
No se olvidan del Kokpar
Mientras los raquetazos conquistan titulares globales, el kokpar sigue siendo el corazón palpitante del deporte nacional. Este “rugby a caballo” mezcla brutalidad y táctica ancestral; se juega con una carcasa (tradicionalmente real) o muñeco con forma de cabra que pesa hasta 40 kilos. El objetivo: llevarla a la portería contraria ante una multitud que roza lo épico.
En el reciente Festival de Juegos Nómadas 2025 celebrado en Astana, más de 20.000 espectadores vibraron con la final Kazajistán-Kirguistán. El ambiente era eléctrico: equipos formados por los mejores jinetes del continente compitieron no solo por un trofeo sino por mantener viva una tradición que simboliza virilidad, destreza y honor.
- El kokpar es inclusivo: cada vez más mujeres participan en categorías inferiores.
- Es espectáculo puro: riesgo real e intensidad brutal.
- Es símbolo cultural: asistir a un partido es asomarse al alma kazaja sin artificios.
- En festivales rurales aún se juega sin árbitros ni límite fijo de participantes.
- Hay versiones infantiles adaptadas para escuelas rurales.
El evento internacional reunió este año a 3.000 atletas de 89 países; el kokpar fue protagonista absoluto entre luchas a caballo y exhibiciones de caza con águila. La mezcla entre deporte extremo y tradición nómada convierte cada partido en algo más parecido a una saga familiar que a un simple encuentro deportivo.
Turismo deportivo y cultura viva
Kazajistán capitaliza este contraste para atraer turismo internacional. Los festivales deportivos son escaparate global para mostrar su historia milenaria junto al dinamismo contemporáneo. En Astana se celebran tanto torneos internacionales de tenis como eventos multitudinarios dedicados al kokpar. El visitante puede pasar del cemento pulido del estadio al polvo ancestral de la estepa en cuestión de horas.
La promoción oficial no escatima recursos para mantener ambas facetas vivas: desde programas escolares hasta campañas turísticas centradas en deportes tradicionales. El legado nómada no es una reliquia; aquí se vive con orgullo renovado.
En cuanto al kokpar, el futuro parece asegurado por la pasión popular y el apoyo institucional. Las variantes modernas e inclusivas permiten imaginar su expansión internacional como deporte-símbolo cultural.
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