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Los datos recientes señalan un punto de inflexión en el modelo económico de Kazajistán.
Tradicionalmente, el país ha dependido de manera abrumadora de sus recursos energéticos, con el petróleo representando cerca del 35% del PIB y hasta el 75% de las exportaciones. Sin embargo, bajo el liderazgo de Kassym-Jomart Tokayev, la estrategia nacional ha cambiado de rumbo: el país se embarca en una ambiciosa agenda de diversificación y reformas para reducir su vulnerabilidad ante los vaivenes de los mercados energéticos globales y alcanzar la autosuficiencia económica.
La economía kazaja exhibe signos claros de transformación. Entre enero y julio, el sector manufacturero creció un 6,1%, mientras que los sectores no petroleros del PIB avanzaron un 6,3%, el ritmo más alto de los últimos catorce años. Este crecimiento se apoya en una modernización profunda de infraestructuras, un impulso decidido a la digitalización y la atracción de inversión extranjera directa, favorecida por una batería de incentivos fiscales y un entorno empresarial más transparente y predecible.
Las claves de la transformación
El giro hacia una economía más diversificada no es solo retórico. El gobierno ha ejecutado proyectos de gran calado en industrias como la petroquímica, la metalurgia y la minería, y ha modernizado el sector agrícola, alcanzando una cosecha récord de casi 27 millones de toneladas de cereales, la mayor en una década.
Destacan, además, los siguientes puntos:
- El sector manufacturero se ha situado casi al mismo nivel que el extractivo dentro de la estructura industrial del país.
- Grandes inversiones en infraestructuras, como la construcción de 18 millones de metros cuadrados de viviendas.
- La modernización de terminales aeroportuarias en Almaty, Kyzylorda y Shymkent.
- Incentivos fiscales y facilidades para la inversión extranjera, especialmente en manufactura, tecnologías y servicios financieros.
El turismo y la industria también forman parte central del plan nacional. El objetivo es que, para 2029, estos sectores contribuyan de manera significativa al PIB, reduciendo así la dependencia del petróleo.
Una economía más abierta y competitiva
La apertura económica es otro de los ejes de la agenda reformista. Kazajistán ha reforzado sus alianzas con la Unión Europea, primer socio comercial e inversor extranjero, y ha avanzado en acuerdos estratégicos que prevén inversiones multimillonarias hasta 2027. El país también desempeña un papel clave en la “Nueva Ruta de la Seda” y mantiene un delicado equilibrio geopolítico entre la UE, Rusia y China.
El entorno de inversión se ha vuelto más atractivo gracias a los incentivos fiscales a empresas extranjeras en sectores prioritarios, programas de digitalización y fomento de la innovación y el apoyo a la capacitación y especialización laboral, con 2025 declarado “Año de las Profesiones Operacionales” para impulsar la formación técnica.
Reformas políticas y lucha contra la corrupción
La transformación económica va de la mano de una profunda reforma institucional. Desde 2022, Tokayev ha impulsado la transición hacia un sistema presidencial-parlamentario, reduciendo los poderes del presidente y fortaleciendo el papel del Parlamento y de los gobiernos locales. La lucha contra la corrupción ha permitido recuperar activos por valor de más de 4.100 millones de dólares, destinados a políticas sociales y a mejorar el bienestar de la población.
En paralelo, se han introducido medidas para estabilizar la moneda nacional, el tenge, y se analizan reformas cambiarias que protejan la economía de las oscilaciones del dólar. Todo ello con el objetivo de construir un entorno de mayor justicia social y transparencia.
Retos y perspectivas para 2029
A pesar de los avances, el camino no está exento de desafíos. La economía kazaja sigue siendo vulnerable a las fluctuaciones de los precios internacionales del crudo y a la presión sobre el tenge. El desarrollo de nuevos campos petroleros depende en buena medida de la inversión y tecnología extranjera, lo que impone límites a la independencia energética a corto plazo.
No obstante, la hoja de ruta para 2029 es clara: el país busca convertirse en un referente de diversificación económica en Asia Central, apoyándose en el crecimiento del sector manufacturero, el turismo y la agroindustria, y capitalizando su posición geográfica como puente logístico y energético entre Europa y Asia.
Kazajistán avanza así hacia un futuro donde la riqueza no dependa solo del subsuelo, sino del talento, la innovación y la integración con el mundo. Una apuesta audaz que, si se consolida, puede cambiar el rostro económico y social del país en la próxima década.
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