Periodistadigital América Home
3 segundos 3 segundos
Coronavirus Coronavirus La segunda dosis La segunda dosis Noticias Blogs Videos Temas Personajes Organismos Lugares Autores hemeroteca Enlaces Medios Más servicios Aviso legal Política de Privacidad Política de cookies
-

El presidente electo de EE.UU. declaró que "no podía descartar el uso de la fuerza militar" para hacerse con el control de Groenlandia

¿Qué recursos ‘atesora’ Groenlandia que tanto obsesiona a Donald Trump?

En las últimas semanas, las intenciones expansionistas expresadas por el presidente electo de Estados Unidos han despertado una mezcla de incredulidad y preocupación en la opinión pública y en el ámbito internacional.

Paul Monzón 14 Ene 2025 - 07:27 CET
Archivado en:

Más información

Ucrania pierde terreno en el campo de batalla mientras Trump presiona en los despachos por un alto el fuego

La revolución libertaria de Elon Musk: ¿El fin de la censura ‘woke’ en periodismo online y redes sociales?

Trump no solo ha sugerido que Canadá debería convertirse en el estado número 51, sino que también ha planteado renombrar el Golfo de México como el «Golfo de América«. Sin embargo, ningún objetivo parece tan codiciado como Groenlandia, la isla más grande del mundo y territorio autónomo de Dinamarca.

En una conferencia de prensa reciente, Trump declaró que «no podía descartar el uso de la fuerza militar» para hacerse con el control de Groenlandia o del Canal de Panamá. Estas palabras reflejan una visión que no solo desentona con el actual orden internacional basado en el respeto a la soberanía nacional, sino que también revela una lógica que parece extraída de manuales del siglo XIX, cuando conceptos como el «Destino Manifiesto» justificaban la expansión territorial de Estados Unidos.

La obsesión por Groenlandia no es nueva en el ideario de Trump. Ya en 2019, durante su primer mandato, calificó la adquisición de la isla como «un gran negocio inmobiliario».

Ahora, parece que sus razones van más allá de simples aspiraciones económicas y abarcan motivos estratégicos y de seguridad nacional. Groenlandia, con sus vastos recursos minerales y posición geográfica privilegiada, representa una pieza clave en un tablero global marcado por la competencia por las tierras raras y la transición hacia energías limpias.

Los recientes descubrimientos sobre las riquezas minerales de la isla han elevado su atractivo.

Según el Servicio Geológico de Dinamarca y Groenlandia, los territorios no cubiertos por hielo contienen altas concentraciones de minerales esenciales como cobre, grafito y tierras raras, como el neodimio y el praseodimio, fundamentales para tecnologías emergentes como los vehículos eléctricos.

Este contexto explica por qué países como China también han intensificado sus intereses en la región, consolidando una «Ruta de la Seda Polar» que busca reforzar su presencia en el Ártico.

Lo que resulta preocupante no es solo la pugna geopolítica, sino también la narrativa que Trump parece estar reconstruyendo para justificar estas ambiciones. La referencia implícita al Destino Manifiesto, una doctrina que legitimó la expansión territorial estadounidense en el siglo XIX, resuena con fuerza en su discurso. Esta visión, anacrónica y cargada de un supuesto excepcionalismo estadounidense, plantea serios riesgos para el equilibrio global y podría erosionar aún más la confianza en los mecanismos multilaterales que buscan evitar conflictos internacionales.

La influencia de figuras como Elon Musk también suscita dudas sobre los límites entre intereses públicos y privados. Como CEO de Tesla, Musk tiene intereses directos en los minerales necesarios para vehículos eléctricos. Aunque es razonable cuestionar si sus opiniones están modelando indirectamente las decisiones de política exterior de Trump, también debemos considerar la complejidad del desarrollo de estas industrias en una región como Groenlandia, donde la logística y la sostenibilidad aún presentan obstáculos significativos.

En un mundo donde la colaboración internacional debería ser la norma para abordar retos comunes como el cambio climático y la transición energética, el enfoque unilateral y agresivo de Trump amenaza con retroceder hacia una época de rivalidades y anexiones. Si algo nos enseña la historia es que el «Destino Manifiesto» trajo consigo no solo expansiones territoriales, sino también consecuencias devastadoras para las comunidades indígenas y para el equilibrio global. ¿Está preparado el mundo para volver a esa era?

La diplomacia y el respeto mutuo deben prevalecer sobre las ambiciones personales y los discursos beligerantes. Groenlandia no es un botín de guerra ni un negocio inmobiliario; es un territorio cuyos recursos y futuro deben gestionarse con responsabilidad y bajo los principios de soberanía y cooperación internacional. En este nuevo capítulo de tensiones globales, la pregunta no es qué puede obtener Estados Unidos de Groenlandia, sino qué rol puede desempeñar para construir un mundo más equitativo y sustentable.

Más información

A Trump le basta convencer a 50.000 esquimales, para quedarse con Groenlandia

Trump advierte a Maduro: «Ni se atrevan a tocar a María Corina Machado y Edmundo González»

Más en Mundo

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

CONTRIBUYE

Mobile Version Powered by