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Hoy, 17 de julio de 2025, el conflicto en Ucrania no solo sigue vigente, sino que ha entrado en una nueva fase marcada por la supremacía de los drones asesinos.
La línea del frente, extendida a lo largo de cientos de kilómetros, es ahora un “kill zone” donde el avance ruso encuentra una resistencia inesperada y letal. Los sistemas no tripulados y la guerra electrónica han cambiado las reglas del juego en los cuatro frentes activos: este, sur, noreste y el eje hacia Kiev.
En las últimas 48 horas, Rusia ha lanzado ataques masivos utilizando hasta 400 drones de diferentes tipos combinados con misiles balísticos. Ucrania ha respondido con una defensa aérea multicapa capaz de interceptar la mayoría de estos artefactos. Solo en el último gran ataque, las fuerzas ucranianas derribaron o suprimieron 343 drones, aunque varios lograron impactar infraestructuras clave en Kryvyi Rih, Kharkiv y Vinnytsia. Las cifras son abrumadoras y muestran la intensidad del pulso tecnológico:
- Más de 700 drones rusos lanzados en una sola noche este mes.
- Un récord reciente: 273 drones Shahed enviados por Moscú en una sola jornada.
- El ejército ucraniano asegura haber interceptado más del 80% de los drones enemigos durante los ataques masivos.
El uso extensivo de estas aeronaves no tripuladas ha generado un escenario donde cada metro ganado por Rusia supone un alto coste humano y material. “Rusia no cambia de estrategia”, advirtió Zelenskyy recientemente, reclamando más sistemas antiaéreos e interceptores occidentales para mantener la resistencia.
Los drones asesinos: arma disruptiva y terror psicológico
Los denominados drones asesinos —especialmente los Shahed iraníes adaptados por Rusia— han evolucionado para convertirse en proyectiles autónomos con motores más potentes y cargas explosivas mayores. Su velocidad puede superar los 400 km/h, lo que complica su neutralización incluso para las defensas más avanzadas. A esto se suma el uso masivo de señuelos y la integración de inteligencia artificial para dificultar su detección y hacerlos menos predecibles.
Ucrania también ha dado pasos gigantescos en esta carrera tecnológica. La llamada Operación Telaraña supuso el uso coordinado de más de un centenar de drones kamikaze equipados con IA para atacar infraestructuras militares rusas hasta Siberia, provocando daños millonarios según Kiev. Este tipo de acciones han elevado el conflicto a una dimensión donde la innovación tecnológica es tan decisiva como la superioridad numérica.
El avance ruso en cuatro frentes: ¿hasta dónde puede llegar?
El empuje ruso se concentra actualmente en cuatro grandes sectores:
- Frente oriental: Rusia avanza lentamente hacia Donetsk y Lugansk, pero cada intento se topa con una barrera digital compuesta por enjambres de drones y sistemas antiaéreos móviles.
- Sur (Zaporiyia y Jersón): Aquí los ataques aéreos rusos buscan debilitar las defensas ucranianas antes del asalto terrestre. La respuesta ucraniana —drones incluidos— logra ralentizar la progresión y proteger infraestructuras críticas.
- Noreste (Kharkiv): Los bombardeos recientes han causado daños significativos a empresas civiles e industriales, pero también han motivado una contraofensiva ucraniana basada en interceptores inteligentes y guerra electrónica.
- Eje hacia Kiev: Aunque menos activo que al inicio del conflicto, sigue siendo objeto de ataques periódicos con drones suicidas que buscan desestabilizar la retaguardia.
Cada uno de estos frentes muestra una tónica común: la supremacía aérea está cada vez más ligada a la capacidad para desplegar e interceptar enjambres de drones asesinos. Mientras Rusia intensifica sus bombardeos —con récords históricos de uso diario— Ucrania responde desarrollando sus propios modelos letales y pidiendo refuerzos tecnológicos a Occidente.
El impacto humano y estratégico
Las consecuencias para la población civil son devastadoras. Solo esta semana se han registrado heridos graves —incluyendo menores— tras impactos directos o caída de escombros derivados del derribo de drones enemigos. El deterioro ambiental tras estos ataques es otro factor preocupante que empieza a emerger en las ciudades golpeadas por esta nueva oleada tecnológica.
Para los soldados rusos, avanzar supone entrar en zonas donde cada movimiento puede ser detectado por sensores remotos o atacado por vehículos no tripulados ocultos entre los escombros. La “kill zone” es real, y obliga a Moscú a emplear tácticas más cautelosas pese a su superioridad artillera.
Mirando al futuro: ¿puede romperse el equilibrio?
El estancamiento actual podría romperse solo si uno de los bandos logra una ventaja significativa en guerra electrónica o desarrolla contramedidas realmente eficaces contra enjambres autónomos. Mientras tanto:
- Occidente refuerza a Ucrania con sistemas Patriot e interceptores alemanes pagados colectivamente por aliados OTAN-UE.
- Estados Unidos muestra interés por adquirir tecnología drone ucraniana mientras Kiev busca acceso a armamento avanzado estadounidense.
- Rusia aumenta su producción interna hasta fabricar varios cientos de drones cada tres días.
El conflicto parece encaminado a una guerra prolongada donde el ritmo lo marcarán los avances tecnológicos tanto como las decisiones políticas. El “kill zone” del frente ucraniano se consolida así como uno de los escenarios bélicos más innovadores —y letales— del siglo XXI.
Palabras clave: drones asesinos, avance ruso, cuatro frentes, guerra tecnológica, Ucrania.
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