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En medio del fragor de la guerra y de una rutina de trincheras que parece no tener fin, el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, vuelve a poner sobre la mesa lo que para muchos ya debería ser una obviedad: el diálogo es la única vía posible para la paz.
Mientras las noticias diarias insisten en sumar cifras de muertos y heridos, Zelenski apuesta, una vez más, por la diplomacia, proponiendo a Rusia una nueva ronda de negociaciones la próxima semana sobre el intercambio de prisioneros, e incluso lanza un desafío más ambicioso: una reunión entre líderes.
Resulta notorio el tono casi exasperado de su mensaje: “Debemos hacer todo lo posible para lograr un alto el fuego. Y la parte rusa debe dejar de eludir las decisiones”, afirma en su canal de Telegram.
El mandatario ucraniano reconoce que los contactos anteriores, como los celebrados en Estambul, tuvieron efectos reales —ahí está el reciente intercambio de prisioneros del pasado 4 de julio para demostrarlo—, pero insiste en que es necesario “intensificar la dinámica de las negociaciones”.
Pero lo más relevante de su intervención es la oferta clara y pública de un encuentro directo al máximo nivel: “Necesitamos una reunión entre líderes para garantizar una paz verdadera y duradera. Ucrania está lista”. No es la primera vez que desde Kiev se reclama este gesto, pero el desconcierto y la negativa sistemática del Kremlin han convertido lo que podría ser un canal habitual de diálogo en una excepción que requiere casi de milagros diplomáticos.
Mientras tanto, Rusia sigue atrapada en una estrategia de evasivas y dilaciones. Zelenski denuncia que Moscú “elige eludir las decisiones”, una acusación que no es nueva entre los analistas occidentales, pero que reviste especial gravedad cuando quienes pagan el precio de ese estancamiento no son los diplomáticos sino los soldados y civiles que continúan sufriendo en el frente.
El fondo de la cuestión es ineludible: ninguna de las partes saldrá realmente vencedora de este conflicto, y mientras no haya una voluntad sincera de sentarse a hablar, la espiral de dolor seguirá su curso. Zelenski ha dado el paso de dar a conocer su posición —pragmática, abierta y con propuestas concretas—. Ahora, la pelota está en el tejado de Moscú. ¿Responderán con honestidad o seguiremos asistiendo a nuevas rondas de sufrimiento innecesario?
En tiempos de guerra, liderar es tener el coraje de buscar la paz. No hay mayor urgencia.
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