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La guerra en Ucrania ha entrado en una nueva fase.
El presidente Volodímir Zelensky ha anunciado este sábado que el lunes, 18 de agosto de 2025, viajará a Washington para reunirse con Donald Trump.
Es una jugada de la Casa Blanca, para meter presión a Rusia, que busca reposicionar a Kiev en el tablero diplomático global tras la histórica cumbre entre Trump y Vladímir Putin celebrada en Alaska.
El objetivo declarado: “el fin de los asesinatos y de la guerra”.
El anuncio se produce tras una conversación telefónica entre Trump y Zelensky, en la que el mandatario estadounidense le expuso los “puntos principales” de sus discusiones con Putin en el gélido escenario de Anchorage.
Una cumbre que, si bien no ha dejado acuerdos concretos, sí ha movido las placas tectónicas de la diplomacia internacional y ha reavivado la urgencia de una salida negociada al conflicto.
La cumbre de Alaska: gestos, presión y pocas certezas
A día de hoy, 16 de agosto de 2025, la sensación en Kiev y Bruselas es de incertidumbre. La reunión entre Trump y Putin, celebrada en la base militar de Elmendorf-Richardson, fue calificada de “constructiva” por ambos líderes, aunque se cerró sin el ansiado alto el fuego. Los dos presidentes intercambiaron gestos de cordialidad y evitaron declaraciones polémicas en público, aunque en privado las posturas siguen alejadas: Moscú exige la renuncia de Ucrania a entrar en la OTAN y la cesión formal de territorios ocupados, mientras Trump, presionado por el Congreso y sus aliados europeos, insiste en que “no habrá acuerdos sobre Ucrania sin Ucrania en la mesa”.
El contexto de la cumbre no puede entenderse sin la presión acumulada durante los últimos meses:
- Trump ha endurecido los aranceles al petróleo ruso y amenazado con sanciones secundarias a compradores como China e India.
- Washington ha dosificado la ayuda militar a Kiev, utilizándola como moneda de cambio en la negociación.
- El G7, con apoyo estadounidense, ha vinculado cualquier alivio de sanciones a pasos concretos hacia la paz.
La elección de Alaska como escenario no fue casual. Se trata de un territorio simbólico, alejado de las capitales europeas, con resonancias de la rivalidad ártica entre Washington y Moscú, pero que permitió a ambos líderes aparecer como interlocutores de igual a igual, lejos del escrutinio inmediato de la OTAN y la UE.
Zelensky: de espectador a actor
Durante la cita de Alaska, Zelensky lanzó un mensaje de urgencia y frustración. En un vídeo difundido horas antes del encuentro, denunció que “Moscú sigue matando a diario” y que no hay señales de que el Kremlin quiera frenar la ofensiva. El presidente ucraniano reclamó abiertamente un formato trilateral, con Trump y Putin, convencido de que solo así podrá evitar que los destinos de Ucrania se decidan a sus espaldas.
El temor de Kiev es que el diálogo entre Washington y Moscú derive en acuerdos sobre cesión de territorios o neutralidad de Ucrania sin la participación activa del Gobierno ucraniano. La experiencia de las últimas negociaciones, en las que Zelensky fue apartado de la Casa Blanca y la UE quedó en un papel secundario, pesa como una losa.
Por eso, el viaje a Washington es más que un gesto simbólico: es un intento de recuperar la iniciativa y de condicionar cualquier posible hoja de ruta para el final de la guerra. En palabras del propio Zelensky, “es el momento de que Ucrania hable por sí misma y no sobre sí misma”.
Europa, entre la preocupación y la expectativa
Mientras tanto, en Bruselas y Berlín, la inquietud es palpable. Líderes europeos han mantenido reuniones virtuales con Trump y Zelensky en los últimos días, intentando influir en la estrategia estadounidense y evitar un pacto bilateral que ignore los intereses del continente. La UE insiste en la necesidad de mantener la presión sobre Moscú y de no ceder en principios clave como la integridad territorial ucraniana.
Sin embargo, el margen de maniobra europeo parece reducido. El eje de las negociaciones se ha desplazado claramente hacia el Atlántico Norte y el Ártico, con Washington y Moscú como protagonistas. Los europeos se ven forzados a aceptar un papel secundario, a la espera de que Zelensky logre reinsertar a Kiev en el centro de la ecuación.
Perspectivas y escenarios
El viaje de Zelensky a Washington puede marcar un punto de inflexión. Sobre la mesa están varias opciones:
- Un alto el fuego condicionado a la retirada parcial de tropas rusas y una moratoria sobre la entrada de Ucrania en la OTAN.
- Un calendario para la reapertura de canales comerciales y financieros, sujeto a verificaciones sobre el terreno.
- La posible creación de una misión internacional de observadores.
No obstante, el escepticismo reina en las cancillerías occidentales. La falta de resultados concretos en Alaska y la negativa de Putin a reunirse directamente con Zelensky sugieren que el camino hacia la paz será largo y accidentado. Aun así, el simple hecho de que Washington y Moscú hayan retomado el diálogo directo y que Kiev busque ser parte activa del proceso alimenta la esperanza de que el conflicto pueda encaminarse hacia una solución política.
Por ahora, la guerra sigue. Pero el movimiento diplomático de estas horas, con Zelensky volando a Washington y Trump en el centro del escenario, marca el inicio de una nueva partida. El desenlace, aún incierto, dependerá de la capacidad de los protagonistas para transformar gestos y palabras en compromisos reales. La comunidad internacional observa expectante, consciente de que lo que se decida en los próximos días puede redefinir no solo el futuro de Ucrania, sino el equilibrio de poder en Europa y en el mundo.
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