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La madrugada en Kiev se convirtió en un escenario de caos y alarma.
Sirenas, explosiones y fuego iluminaron la capital ucraniana mientras un ataque ruso alcanzaba, por primera vez desde el inicio de la invasión, la sede principal del Gobierno en pleno centro de la ciudad.
La ofensiva dejó al menos dos muertos, entre ellos un niño de apenas un año, y más de 17 heridos, según datos de los servicios de emergencia locales.
Las imágenes difundidas muestran a los bomberos luchando contra las llamas en los pisos superiores del edificio gubernamental y a los equipos de rescate retirando escombros entre la humareda persistente.
Este ataque, ejecutado con drones y misiles balísticos durante siete horas, ha marcado un antes y un después en la estrategia militar de Moscú.
La elección deliberada de un blanco político y simbólico dispara la tensión y dificulta cualquier avance en los intentos de negociación.
El ataque de esta madrugada en Kiev representa un giro estratégico que puede tener consecuencias de largo alcance.
- Por un lado, refuerza la idea de que Moscú está dispuesto a elevar la presión sobre el Gobierno ucraniano, combinando ataques simbólicos con avances territoriales en el norte y el este.
- Por otro, evidencia los límites y tensiones internas del propio aparato militar ruso, que afronta crecientes dificultades logísticas y una economía cada vez más sancionada.
Mientras tanto, la población civil sigue siendo la principal víctima. Las sirenas antiaéreas, los refugios improvisados y los cortes de energía forman ya parte del día a día en buena parte de Ucrania. Cada nuevo ataque, como el de esta madrugada, aleja aún más la posibilidad de una solución negociada y plantea interrogantes sobre la capacidad de resistencia del país ante una guerra que, lejos de apagarse, parece entrar en una fase aún más peligrosa.
La sensación de vulnerabilidad y agotamiento se mezcla con una determinación férrea, tanto en Kiev como en las regiones cercanas al frente. Un pulso militar y político donde, al menos por ahora, nadie está dispuesto a ceder.
A día de hoy, 7 de septiembre de 2025, el conflicto entra en una fase aún más imprevisible.
Un ataque sin precedentes y sus consecuencias inmediatas
La primera ministra ucraniana, Yulia Sviridenko, denunció el ataque en redes sociales, subrayando que «el mundo debe responder a esta destrucción no solo con palabras, sino con hechos». Entre los heridos hay una mujer embarazada y varios niños, lo que incrementa la indignación nacional e internacional. Las autoridades ucranianas han pedido el refuerzo de las sanciones energéticas y tecnológicas contra Rusia, reclamando a sus aliados nuevas restricciones que limiten la capacidad de Moscú para sostener la maquinaria de guerra.
Las defensas aéreas de Kiev lograron interceptar parte de los proyectiles, pero la magnitud del ataque saturó los sistemas antiaéreos, lo que permitió el impacto en zonas sensibles. Además, varias zonas residenciales resultaron dañadas, con cortes de energía y evacuaciones de emergencia.
Dinámica en los frentes de guerra: avances rusos y presión sobre Ucrania
El impacto en Kiev se produce en un contexto de intensificación de los combates en varios frentes. Las fuerzas rusas han incrementado la presión en el norte y el este del país. En la región de Sumy, Moscú anunció la toma de la aldea de Oleksiivka y las autoridades ucranianas ordenaron evacuaciones obligatorias en más de una decena de localidades. En el frente oriental, los principales combates se concentran en Pokrovsk, Toretsk y Lyman, donde la artillería y los ataques aéreos rusos buscan abrir brechas en las defensas ucranianas.
Los bombardeos masivos y el uso creciente de drones tipo Geran-2 —versión rusa de los Shahed iraníes— forman parte de una estrategia de desgaste. Kiev denuncia que solo en septiembre, Rusia ha lanzado cerca de 2.000 drones y más de 50 misiles. Moscú, por su parte, asegura haber derribado 69 drones ucranianos en las últimas horas, lo que evidencia la bidireccionalidad de la guerra tecnológica.
| Zona de combate | Situación actual | Avance ruso |
|---|---|---|
| Kiev | Ataque directo al gobierno, daños civiles | Sin ocupación, ataque aéreo |
| Sumy | Oleada ofensiva, evacuaciones | Ocupación de aldeas |
| Donetsk (Pokrovsk, Toretsk, Lyman) | Combates intensos, presión artillera | Progresos limitados |
Los planes de Putin: ¿hasta dónde quiere llegar Rusia?
La ofensiva sobre la sede del Gobierno ucraniano reabre el debate sobre las verdaderas intenciones de Vladimir Putin. El Kremlin, tras más de tres años y medio de conflicto, sigue sin ofrecer una hoja de ruta clara para el final de la guerra. Las demandas rusas han oscilado desde el reconocimiento de la anexión de Crimea y las regiones del Donbás hasta la exigencia de una Ucrania neutral y desmilitarizada.
En los últimos meses, Putin ha endurecido su discurso y, según fuentes internacionales, estaría dispuesto a prolongar la guerra hasta lograr una frontera que garantice un «colchón de seguridad» para Rusia, extendiendo su control sobre el este y el sur ucraniano. No obstante, la capacidad militar rusa muestra signos de tensión: recientes operaciones ucranianas han obligado a Moscú a dispersar su flota de bombarderos estratégicos hacia el Lejano Oriente ruso, aumentando los costes logísticos y reduciendo la frecuencia de ataques aéreos de largo alcance.
Putin mantiene la presión sobre Kiev con ataques simbólicos, pero también busca consolidar posiciones en los territorios ocupados. Las conversaciones de paz, en este contexto, parecen cada vez más lejanas. El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha rechazado cualquier encuentro en Moscú y desafió a Putin a viajar a Kiev, una invitación cargada de ironía mientras los misiles siguen cayendo sobre la capital.
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