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Infinita crueldad.
Los terroristas de Hamás publican este 20 de septiembre de 2025 una fotografía de los 48 rehenes israelíes que permanecen secuestrados en Gaza -se calcula que menos de la mitad siguen vivos- , acompañada de una cínica leyenda que la describe como “una imagen de despedida”.
Este acto no solo expone su desprecio por la vida humana, sino que utiliza el sufrimiento de los cautivos —cuyas caras, marcadas por el miedo y la incertidumbre, fueron exhibidas junto al nombre de un piloto israelí desaparecido en 1988— como una herramienta de propaganda para sembrar terror y dolor.
La célebre frase de Golda Meir, “no habrá paz con aquellos que odian más a sus enemigos que lo que aman a sus propios hijos”, resuena con una claridad escalofriante ante estas acciones, justo cuando Israel ataca con violencia la Ciudad de Gaza.
Hamas no solo perpetúa un ciclo de violencia, sino que lo hace sacrificando cualquier atisbo de humanidad, incluso la de su propio pueblo. Negociar con quienes glorifican el secuestro, la extorsión y el sufrimiento como tácticas legítimas es una quimera.
Mientras los terroristas prioricen su odio visceral por encima de cualquier posibilidad de futuro para las generaciones que dicen representar, la paz seguirá siendo un horizonte inalcanzable, teñido por la sangre de los inocentes y el peso de su intransigencia.
La última jugada propagandística de Hamas ha sacudido a la opinión pública israelí y ha reabierto el debate sobre los límites de la crueldad en la guerra de Gaza.
En una imagen difundida por las Brigadas Ezeldín al Qasam, el brazo armado de la organización, aparecen los rostros de los 48 rehenes israelíes que, según las autoridades, siguen secuestrados en la Franja, aunque más de la mitad estarían muertos.
Todos figuran bajo el nombre de Ron Arad, en una referencia directa al piloto de la Fuerza Aérea desaparecido en Líbano en 1988, símbolo nacional del sufrimiento israelí y del enigma sin resolver del destino de los cautivos.
Esta acción, presentada por el grupo extremista como “una imagen de despedida mientras empieza la operación militar en Ciudad de Gaza”, ha supuesto un golpe psicológico para las familias, que llevan meses exigiendo su liberación y denunciando la falta de avances reales en las negociaciones.
El mensaje de Hamas es claro: están dispuestos a negociar, pero solo bajo condiciones que Israel considera inasumibles, y no dudan en instrumentalizar incluso los cadáveres de los secuestrados para presionar al gobierno de Benjamin Netanyahu.
Un burdo intento de chantaje: los rehenes como arma política
A día de hoy, 20 de septiembre de 2025, la ofensiva israelí en Gaza sigue avanzando y la situación humanitaria se agrava por momentos. El ejército israelí ha intensificado los bombardeos sobre Ciudad de Gaza y barrios densamente poblados, consolidando posiciones en los suburbios orientales mientras miles de palestinos huyen sin rutas seguras. En este contexto, la publicación de la imagen de los rehenes se interpreta como un intento de chantaje directo a Netanyahu, que ha rechazado públicamente cualquier alto el fuego que no incluya la rendición total de Hamas y la liberación incondicional de todos los cautivos.
La estrategia de Hamas, sin embargo, va mucho más allá de la presión al ejecutivo israelí. Al mostrar los rostros de los rehenes y vincularlos con la figura de Ron Arad, la organización busca activar el trauma nacional israelí y recordar la humillación histórica de un Estado incapaz de proteger a sus ciudadanos. El grupo islamista vuelve a acusar a Netanyahu de bloquear un acuerdo de alto el fuego, mientras denuncia la nueva ofensiva militar como una condena a muerte para los cautivos.
Tortura, túneles y propaganda: la crueldad sin límites
La imagen publicada es solo la punta del iceberg de una realidad mucho más siniestra. Diversos testimonios y reportes internacionales han documentado las condiciones infrahumanas en las que los rehenes han sido mantenidos, con episodios de tortura, privación sensorial y aislamiento en los túneles subterráneos de la Franja. Hamas ha utilizado a los secuestrados como moneda de cambio y herramienta de presión psicológica, tanto hacia el gobierno israelí como hacia sus propios simpatizantes.
Durante los meses de cautiverio, los terroristas han difundido vídeos de los rehenes culpando a su propio gobierno, reforzando la campaña de desinformación y chantaje. La crueldad de estas tácticas ha quedado expuesta en la liberación de algunos secuestrados durante las escasas treguas, muchos de ellos en estado crítico o, directamente, fallecidos. En palabras de una psicóloga israelí citada por medios internacionales, “Hamas y la militancia antiisraelí han manipulado a las audiencias utilizando la empatía cognitiva en su propaganda”.
Negociar con cadáveres: la dimensión macabra del conflicto
La instrumentalización de los rehenes ha alcanzado un nivel inédito. De los 48 cautivos, las autoridades israelíes consideran que más de 25 están muertos, pero Hamas sigue utilizándolos como elemento negociador. El grupo ha liberado a algunos secuestrados y entregado cadáveres durante las treguas, pero siempre a cambio de concesiones mayores, como la excarcelación de presos palestinos o la retirada de tropas israelíes.
En la última imagen difundida, el mensaje es inequívoco: los rehenes, vivos o muertos, son una mercancía de cambio. Israel, por su parte, ha liberado a cerca de 2.000 presos palestinos en los canjes realizados desde el inicio de la ofensiva, pero la asimetría es evidente. Un rehén israelí, incluso fallecido, vale para Hamas tanto o más que cientos de prisioneros.
El avance militar y el bloqueo de la negociación
La escalada militar en Gaza ha complicado aún más cualquier posibilidad de acuerdo. Netanyahu ha reiterado que no habrá alto el fuego sin la liberación previa de los rehenes y el desarme total de Hamas. El grupo islamista, por su parte, exige la retirada de las tropas y la entrada de ayuda humanitaria antes de considerar la liberación de los cautivos. La mediación de Estados Unidos, Qatar y Egipto no ha logrado desbloquear la situación, y la ofensiva continúa.
En las últimas horas, el ministro de Defensa israelí ha advertido en redes sociales que “si Hamas no libera a los rehenes y se desarma, Gaza será destruida”. La comunidad internacional, mientras tanto, mantiene una presión desigual sobre las partes, con críticas a Israel por el coste humano de la guerra, pero sin exigir a Hamas el fin de la toma de rehenes ni su disolución como grupo terrorista.
El futuro: entre la desesperanza y la manipulación
La publicación de la imagen de los 48 rehenes ha marcado un nuevo punto de inflexión en el conflicto. Para muchos israelíes, representa la prueba definitiva de la infinita crueldad de Hamas y la incapacidad del gobierno para proteger a sus ciudadanos. Para el grupo extremista, es una victoria simbólica y una demostración de fuerza ante la comunidad internacional.
La cuestión de los rehenes se ha convertido en el núcleo de la batalla política y moral en Israel. Las familias de los cautivos, en medio de un dolor insoportable, siguen exigiendo una solución inmediata, pero la realidad es que el fanatismo de Hamas y su odio visceral a Israel hacen improbable cualquier liberación masiva a corto plazo. Incluso la posibilidad de detener la ofensiva a cambio de la liberación de los rehenes parece lejana, atrapada en una lógica de guerra total que no deja espacio para la compasión ni la negociación.
En este escenario, la imagen de los 48 rehenes bajo el nombre de Ron Arad quedará como símbolo de una guerra sin reglas, donde la vida humana se convierte en mera moneda de cambio y la propaganda es tan letal como las bombas.
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