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El pulso geopolítico entre Estados Unidos y varios países africanos ha entrado en una nueva fase.
En los últimos días, el gobierno de Nigeria ha acusado públicamente a la administración de Donald Trump de ejercer «presión considerable» para que algunos estados africanos acepten a ciudadanos venezolanos deportados desde territorio estadounidense.
Se trata de una maniobra que evidencia el endurecimiento de la política migratoria impulsada por Trump y su impacto en el escenario internacional, involucrando a actores que tradicionalmente no figuraban en la agenda migratoria venezolana.
La denuncia fue formulada por el ministro nigeriano de Asuntos Exteriores, Yusuf Tuggar, quien advirtió que aceptar a deportados venezolanos —algunos incluso trasladados directamente desde cárceles estadounidenses— supondría una carga inasumible para su país.
«Ya tenemos suficientes problemas propios. No podemos aceptar deportados venezolanos en Nigeria… Ya somos 230 millones de personas», declaró Tuggar en una entrevista televisiva, subrayando el carácter demográfico y social del rechazo nigeriano.
Contexto: antecedentes y motivaciones
El fenómeno migratorio venezolano, impulsado por la grave crisis económica, política y social que vive Venezuela desde hace años, ha desbordado las fronteras latinoamericanas. Estados Unidos, destino preferente para muchos migrantes venezolanos, enfrenta desde hace meses un aumento en las llegadas irregulares. Con la campaña electoral estadounidense intensificándose, Trump ha optado por medidas radicales:
- Deportaciones aceleradas.
- Restricciones más duras para quienes no tengan vínculos familiares directos en EE.UU.
- Propuestas para externalizar la gestión migratoria a terceros países.
Dentro de esta estrategia, algunos países africanos han sido señalados como posibles destinos para los deportados venezolanos. Según fuentes diplomáticas citadas por medios internacionales, la idea sería negociar acuerdos similares a los ya existentes entre EE.UU. y algunos estados centroamericanos o africanos respecto a otros flujos migratorios.
Reacción africana: firme rechazo y tensiones añadidas
La respuesta africana no se ha hecho esperar. Nigeria, el país más poblado del continente, ha dejado claro que no está dispuesto a servir como “tercer país seguro” ni a acoger contingentes masivos de deportados procedentes de Venezuela o cualquier otro origen externo. Entre las razones esgrimidas destacan:
- Capacidad demográfica limitada ante sus propios retos internos.
- Necesidad de priorizar la estabilidad social y económica local.
- Falta de vínculos históricos o diplomáticos relevantes con Venezuela.
Además del rechazo frontal a la propuesta migratoria estadounidense, Nigeria afronta ahora un nuevo frente comercial: Trump ha anunciado la imposición de un arancel adicional del 10% sobre las exportaciones nigerianas hacia EE.UU., alegando la supuesta alineación del gobierno nigeriano con las políticas del bloque BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). La medida viene acompañada también de nuevas restricciones al visado para ciudadanos nigerianos.
“Cualquier país que se alinee con las políticas antiamericanas de los BRICS deberá pagar un arancel adicional del 10%. No habrá excepciones a esta política”, publicó Trump en su red social Truth Social.
Claves del enfrentamiento actual
- Dimensión geopolítica: El pulso se produce en un contexto donde Nigeria refuerza sus lazos con BRICS y busca diversificar sus alianzas internacionales.
- Estrategia electoral estadounidense: La administración Trump utiliza el endurecimiento migratorio como bandera electoral, buscando mostrar mano dura ante el electorado conservador.
- Impacto humanitario: Organizaciones internacionales alertan sobre el riesgo de agravar situaciones humanitarias tanto para los deportados como para los países receptores forzosos.
¿Qué otros países están siendo presionados?
Aunque hasta ahora Nigeria ha sido el país más explícito en denunciar estas presiones, fuentes diplomáticas apuntan a que otros estados africanos —especialmente aquellos con sistemas migratorios menos robustos— habrían recibido solicitudes similares. Sin embargo, ningún otro gobierno africano ha confirmado oficialmente su postura hasta el momento.
Posibles escenarios futuros
La situación podría evolucionar en varias direcciones:
- Si EE.UU. insiste en buscar destinos alternativos para los deportados venezolanos fuera del continente americano, es probable que aumenten las tensiones diplomáticas con África.
- La negativa africana podría forzar a Washington a replantear su estrategia o buscar acuerdos bilaterales con gobiernos dispuestos a aceptar beneficios económicos o comerciales a cambio.
- Un estancamiento en las negociaciones podría derivar en un aumento de deportaciones hacia Venezuela directa o indirectamente —con los consiguientes riesgos legales y humanitarios—.
Las próximas semanas serán cruciales para determinar si otros países africanos siguen el ejemplo nigeriano o si se abre alguna vía intermedia negociada.
Realidad compleja: entre intereses nacionales y presión internacional
Este episodio refleja cómo los desafíos globales —como las crisis migratorias— pueden impactar transversalmente sobre países aparentemente ajenos al conflicto original. Para Nigeria y otras naciones africanas, verse arrastradas al tablero migratorio estadounidense supone afrontar presiones externas cuando ya lidian con dificultades internas significativas.
Mientras tanto, miles de venezolanos permanecen atrapados en un limbo jurídico y vital que trasciende fronteras y pone sobre la mesa preguntas incómodas sobre la responsabilidad compartida ante las crisis humanitarias globales.
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