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Hoy, 6 de agosto de 2025, la tensión fronteriza entre Colombia y Perú ha escalado debido a una isla de apenas 272 km² y menos de 3.000 habitantes.
La pequeña Santa Rosa, surgida en el lecho cambiante del río Amazonas, se ha convertido en el último símbolo de una rivalidad centenaria.
Las palabras clave de enfoque —Santa Rosa, isla, conflicto fronterizo, Colombia, Perú, Amazonas— resumen la magnitud de un episodio que, por su trasfondo geopolítico y humano, va mucho más allá de la mera disputa territorial.
El presidente colombiano Gustavo Petro avivó el conflicto al acusar públicamente a Perú de «apropiarse de territorio colombiano» tras la creación del distrito peruano de Santa Rosa de Loreto. Petro sostiene que la ocupación viola el Protocolo de Río de Janeiro de 1934, que fija la frontera sobre el cauce más profundo del río —el llamado thalweg— y que, según Colombia, situaría la isla en su jurisdicción.
El mandatario elevó el tono simbólico al trasladar la conmemoración de la Batalla de Boyacá a Leticia, el principal puerto colombiano sobre el Amazonas, a modo de reivindicación nacionalista.
Desde el lado peruano, la respuesta ha sido inmediata y firme.
La Cancillería y el Congreso de Perú han reiterado que Santa Rosa está dentro de su soberanía, respaldándose en el Tratado Salomón-Lozano de 1922 y el Protocolo de Río de Janeiro de 1934, ambos vigentes y reconocidos por ambos países. Las autoridades peruanas subrayan que el distrito de Santa Rosa fue creado por ley y que la gestión de la isla responde a competencias constitucionales legítimas.
Un conflicto con raíces profundas
El origen de la disputa no es reciente. Colombia y Perú vivieron en 1932-1933 la guerra del conflicto de Leticia, que terminó con acuerdos fronterizos y la firma del Protocolo de Río de Janeiro. El tratado estableció que la frontera seguiría la línea más profunda del cauce del Amazonas, pero la dinámica fluvial ha ido modificando la geografía, creando nuevas islas y alterando la percepción de los límites. Santa Rosa, surgida tras 1929, no fue incluida en los repartos originales, lo que añade complejidad jurídica a la cuestión.
En la práctica, Perú administra la isla desde hace décadas, con presencia policial, servicios básicos y la reciente creación del distrito de Santa Rosa de Loreto. Colombia alega que, al no haber sido asignada formalmente tras su aparición, debe decidirse su soberanía mediante una comisión bilateral, la Comisión Mixta Permanente (COMPERIF), que se ha reunido esporádicamente para abordar cuestiones limítrofes.
Ambas partes esgrimen razones históricas y jurídicas:
- Colombia: Defiende que la frontera real es el thalweg y que cualquier isla surgida tras 1929 requiere una asignación consensuada, nunca unilateral. Señala que la apropiación peruana puede afectar el comercio y la proyección internacional de Leticia, su enclave amazónico.
- Perú: Rechaza los reclamos, recordando que ejerce soberanía efectiva sobre Santa Rosa desde hace más de un siglo. Destaca que los tratados siguen vigentes y que la administración de la isla cumple la legalidad nacional e internacional.
Impacto en la región y en las comunidades locales
Más allá de la retórica diplomática, la controversia afecta a unas 2.800 personas que habitan Santa Rosa. La comunidad, mayoritariamente vulnerable, enfrenta precariedad en salud, educación y servicios públicos. Para ellos, la nacionalidad es menos relevante que la supervivencia diaria, aunque la presencia policial y administrativa peruana ha sido constante.
La triple frontera —Colombia, Perú y Brasil— es un mosaico de comercio fluvial, migraciones y desafíos ambientales. Cualquier alteración en el statu quo puede repercutir en rutas logísticas, cooperación transfronteriza y control de delitos como el contrabando o el narcotráfico.
Escalada y perspectivas de resolución
El conflicto se ha reavivado en un momento de baja popularidad para el presidente Petro, lo que algunos analistas interpretan como un intento de desviar la atención de problemas internos en Colombia. Sin embargo, la disputa ha adquirido vida propia en la agenda bilateral. Petro ha prometido agotar la vía diplomática y activar la Comisión Mixta, mientras que el gobierno peruano llama a la calma y al respeto de los tratados.
- La Cancillería colombiana insiste en que Santa Rosa y otras islas surgidas tras 1929 carecen de asignación formal y que se debe negociar su estatus mediante mecanismos bilaterales.
- La Asamblea Nacional de Gobiernos Regionales (ANGR) de Perú ha cerrado filas en defensa de la soberanía nacional, instando al Ejecutivo colombiano a evitar declaraciones que dañen la cooperación histórica.
La experiencia previa sugiere que, pese a la tensión, ambos países tienden a resolver sus diferencias a través del diálogo y la diplomacia. En el pasado, las notas de protesta y las fricciones han dado paso a reuniones técnicas y gestos de distensión. Sin embargo, la presión mediática y el clima político pueden dificultar una solución rápida.
Factores a seguir y posibles escenarios
La evolución del conflicto dependerá de varios factores:
- Voluntad política: Si ambos gobiernos priorizan la vía diplomática, la reactivación de la Comisión Mixta puede evitar una escalada.
- Presión social y local: Las comunidades ribereñas, que comparten lazos familiares y comerciales a ambos lados del río, pueden desempeñar un papel moderador.
- Implicaciones internacionales: La triple frontera es estratégica no solo para Colombia y Perú, sino también para Brasil y organismos multilaterales. Una crisis prolongada podría llamar la atención de mediadores externos.
En este contexto, la disputa por Santa Rosa se presenta como un test para la madurez diplomática de Colombia y Perú. El pulso por una isla pequeña, pero cargada de simbolismo, pone a prueba la capacidad de ambos países para gestionar sus diferencias en un entorno de cambios ambientales, presiones sociales y exigencias de desarrollo.
En definitiva, la aparición de Santa Rosa reabre heridas históricas, pero también ofrece una oportunidad para fortalecer mecanismos de resolución pacífica y cooperación en una de las regiones más complejas y dinámicas de Sudamérica. La atención internacional y regional estará puesta, en los próximos días, en la respuesta que den Bogotá y Lima a este nuevo desafío fronterizo.
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