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LAS ENCUESTAS INDICAN UN TRIUNFO CLARO DE LA DERECHA

El derechista Kast arrollará este domingo a la comunista Jara en las elecciones presidenciales de Chile

En una segunda vuelta marcada por la polarización, la seguridad y el desgaste del ciclo del sectadrio Gabriel Boric

Periodista Digital 10 Dic 2025 - 13:07 CET
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Cómo es la derecha que representa Kast en Chile y qué tiene en común con la de Trump, Milei o Bukele

Crudo se le pone el panorama al ‘comunismo bolivariano’ en Chile, tras la primera vuelta de las elecciones presidenciales

La campaña se aproxima a su desenlace con un mensaje claro: salvo un giro inesperado, José Antonio Kast parece destinado a llegar a La Moneda con una ventaja de dos dígitos sobre Jeannette Jara, consolidando así el viraje hacia la derecha en Chile. El ambiente no es de celebración, sino de agotamiento y temor, con un electorado obsesionado por la inseguridad y una nación que se observa a sí misma más fragmentada que hace diez años.

Las encuestas más relevantes para la segunda vuelta presidencial otorgan al líder conservador más del 51 % de los votos, mientras que la candidata comunista ronda el 35 %. Esta diferencia de aproximadamente 12 puntos es prácticamente un hecho según los sondeos. Esa ventaja, sumada al apoyo casi unánime del espectro político de derecha y centroderecha, alimenta la percepción de que solo un desastre imprevisto podría cambiar el resultado.

Un balotaje marcado por la seguridad y el miedo

En la primera vuelta, el panorama fue mucho más ajustado de lo anticipado: Jeannette Jara finalizó en primer lugar con el 26,8 % de los votos, mientras que José Antonio Kast ocupó el segundo puesto con un 23,9 %, cifras considerablemente más cercanas de lo previsto por los sondeos. Sin embargo, la segunda vuelta se desarrolla en un contexto diferente: uno donde se busca unir fuerzas y movilizar el voto obligatorio.

Las encuestas continuas destacan tres claves recurrentes:

Los datos que manejan los medios públicos y privados muestran un patrón bastante estable: Kast obtendría entre el 51–53 %, Jara se ubica en una franja del 34–38 % y los votos en blanco/nulo e indecisos alrededor del 10–12 %.

Este margen superior a los 10 puntos ha llevado a algunos analistas a referirse a una victoria “contundente” del candidato derechista frente a la exministra comunista. No es tanto un entusiasmo desbordante por Kast, sino más bien una coalición negativa: amplios sectores dispuestos a votar contra la continuidad del ciclo progresista iniciado por Boric.

Un debate final que cristaliza la polarización

El último debate televisivo entre Jeannette Jara y José Antonio Kast no logró disminuir las tensiones; por el contrario, las intensificó. Nueve bloques temáticos fueron suficientes para evidenciar dos visiones de país casi incompatibles y un tono confrontativo que se ha convertido en sello distintivo de esta elección.

Los temas centrales del cara a cara fueron:

El contraste fue más allá de lo programático. El análisis posterior destacó que Jara mostró mayor seguridad y precisión en sus datos, mientras que Kast parecía tenso y cometió errores con cifras, algo que no pareció afectar significativamente su intención de voto. Parte del público interpretó esa actitud como una señal de confianza: un candidato consciente de tener el camino despejado gracias a su ventaja en las encuestas.

Un país cada vez más dividido

La posible victoria amplia de Kast no puede entenderse sin mirar hacia atrás. En 2019, el estallido social y el proceso constituyente parecían abrir las puertas a una transformación profunda del modelo chileno. Hoy, ese ciclo parece agotado.

El Gobierno de Gabriel Boric concluye sin haber conseguido redactar una nueva Constitución tras dos proyectos rechazados en plebiscito. En este contexto, la frustración política y la sensación cotidiana de inseguridad han desplazado las prioridades desde las demandas sociales hacia cuestiones relacionadas con el orden público.

El mensaje de Kast resuena con el miedo ante la delincuencia y el narcotráfico, el rechazo hacia la migración irregular en barrios populares y el cansancio respecto a las promesas incumplidas del progresismo.

Mientras tanto, Jara enfrenta el desafío adicional de ser vista como continuidad del Gobierno. Su perfil como exministra de Trabajo, militante comunista y candidata oficialista complica su capacidad para atraer al votante centrista, pese a sus intentos por moderar su discurso durante la campaña.

Más allá del resultado electoral, los estudios demoscópicos indican que Chile atraviesa uno de sus períodos más marcados por la polarización desde el retorno a la democracia. No se trata solo de una división ideológica tradicional; es una fractura emocional e identitaria.

Diversos sondeos apuntan a tres tendencias alarmantes:

  1. Alejamiento del centro: cada vez más ciudadanos se posicionan en los extremos del espectro político.
  2. Desconfianza hacia el adversario: crece la percepción de que el otro “no es legítimo”, sino una amenaza directa.
  3. Ecosistema digital incendiado: los debates presidenciales provocan oleadas agresivas en redes sociales junto a campañas desinformativas, generando casi paridad entre apoyos y ataques hacia ambos candidatos.

En este clima tenso, el último debate no sirvió como plataforma para encontrar puntos en común; fue más bien un escaparate donde dos comunidades políticas apenas comparten diagnósticos básicos sobre seguridad o memoria histórica respecto a la dictadura o modelo económico actual.

¿Qué puede suceder después del domingo?

Si las proyecciones se cumplen y Kast obtiene una victoria por 12 puntos o más, tendrá que enfrentar desde su primer día un panorama complejo. Al Congreso, fragmentado donde la derecha no contará con carta blanca, se suma un clima social tenso con una izquierda movilizada que no aceptará fácilmente su derrota como un simple cambio gubernamental.

A esta situación hay que sumar las altas expectativas en materia de seguridad y control migratorio difíciles de satisfacer rápidamente.

Para Jara y su equipo oficialista, perder ampliamente podría abrir paso a una etapa interna complicada donde se reevalúe profundamente qué rumbo debe tomar el progresismo chileno tras los fracasos recientes relacionados con el proceso constituyente. La cuestión será si optarán por replegarse hacia sus núcleos más duros o si intentarán reconstruir un proyecto capaz nuevamente de atraer al votante centrista.

En cualquier caso, este domingo no solo estará en juego quién gobernará Chile; también se decidirá qué narrativa prevalecerá sobre esta última década: ¿la historia sobre un país que intentó cambiar demasiado rápido pero ahora demanda orden? ¿O será quizás la crónica sobre una sociedad asustada que busca refugio en promesas autoritarias capaces incluso de redefinir su democracia? Aunque las encuestas parecen dictar sentencia ya escrita, lo cierto es que lo que sucederá después está completamente abierto.

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